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Poemas sin el disfraz de poemas

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Jorge Barco Ingelmo (Salamanca, 1977) publica 'Jailhouse rock', poemario inspirado en el trabajo de un funcionario de prisiones

El poeta Jorge Barco Ingelmo / DS

La ficha

Jailhouse rock. Jorge Barco Ingelmo. Isla Elefante. Palma, 2024. 78 págs. 14.00 €

En esta vida nuestra a veces se da un acontecimiento muy aburrido -y que con acierto nos identificó Javier Salvago-: el poeta con pose de poeta. Lo hemos visto en multitud de ocasiones –en otras lo hemos sido-: esa actitud solemne, cargante, pedantorra, pesadísima. Conviene escapar de ahí. Desprenderse de esos complementos. No hay peor disfraz para un poema que el disfraz de poema.

El poeta Jorge Barco –aún recordamos su genial Ritmo latino- quizá haya escuchado esa imprescindible observación de Salvago. O al menos la pone en práctica en su último poemario, Jailhouse Rock –editado en Isla Elefante-. Un libro en el que la cárcel –Barco es funcionario de prisiones- le sirve al poeta como una especie de locus amoenus, pero en su versión opuesta. Jorge Barco toma lo carcelario para edificar la poesía, que es un edificio de creatividad, es decir, de libertades.

Se agradece el tono, entre irreverente y humorístico, que Barco imprime en este libro. No hay aquí dosis de sentimentalismo –esa trampa poética- ni de discurso melodramático. Pero sí una verdad –insospechada y discreta- que nos convence. Para empezar seleccionamos Libertad para ti: “Qué difícil ser preso / a los ojos del mundo. / Y eso que hay presos en sus casas / creyéndose más libres. / Porque al menos lo mío / solo es cuestión de tiempo”.

Jorge Barco, a veces, se aproxima al humor negro, a ese humor ácido que nos alivia la tragedia, pero que no nos disimula la tragedia. Es esta una visión siempre saludable e inteligente. Ahí estarán las miserias, pero no seremos nosotros los que les demos el gusto de sentirse importantes. Un poco al hilo de estos apuntes -que escribo sin detenerme mucho-, leemos ahora el incómodo Módulo 7. Patio. Plan de fuga: “Para que nadie supiera qué decían, / hablaban en dialectos extranjeros, / protegiéndose así de la curiosidad ajena. / Será de noche / justo antes del recuento. / Saltaremos por la esquina. / Hay que llevar las sábanas para escalar (…) / Y luego qué… / Qué decir de los gestos, / qué de esas miradas. / A veces parecía que querían / que todo se supiera”.

Continuando con los versos de Barco, señalamos estos tres: “El fin de algo no significa / obligatoriamente / el comienzo de nada”. El autor contra el tópico esperanzador e ingenuo –otra decisión inteligente, y honesta-. Este tono frío y revelador nos lo encontramos también en Refugio interior, que dice así: “No todo cabe en un libro. / Fuera queda la vida. / Todo acaba al cerrar un libro. / Dentro queda la vida”. Y de cierre, el poema Una tradición familiar – de nuevo con su humor ácido-: “Se puede ser feliz / entre rejas / como se puede dar / por bueno / -es ley de vida- / lo único que se conoce”.

La poesía de Jorge Barco prescinde de lo pretencioso de la poesía, lo que se agradece, y nos propone un original poemario que se inspira en un lugar donde pocos sabrían ubicar lo poético. Así que mirada propia, un registro personal, una apuesta ajena a lo consabido. Todos los elementos que hacen de un libro un objeto interesante.

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