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Los Planetas | crítica

La banda actuó anoche en el ciclo Pop CAAC con una gira que celebra el 30 aniversario de su primer álbum

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Jota, cantante y guitarrista de Los Planetas / José Ángel García

Hace treinta años, en esto de la música, mi componente mitómano era todavía mucho mayor que el iconoclasta. Y mi mitomanía se acentuaba cuando sabía de una mujer instrumentista, escasas por entonces, en alguna banda. Los Planetas acababan de formarse en Granada y tenían a una de ellas tocando el bajo, May Oliver. Durante el primer año asistí a un par de conciertos en La Fábrica de Colores y el Fun Club y les vi alguna vez en la tele, presentando su primer disco, Super 8, y siempre mi punto focal era ella. Pero no conseguía verle la cara. Mi admiración por su forma de tocar, frágil, concisa, casi rígida, crecía hasta convertirse en amor platónico. Por eso, cuando pocos meses después asistí a la primera edición del Festival de Benicàssim, tenía la ilusión de verla mejor, sobre todo porque me iba a alojar en el mismo hotel de Castellón donde estarían casi todos los músicos. ¡Qué va!, por el bar y los pasillos me crucé y charlé con Sonya Aurora Madan y Debbie Smith, de Echobelly; con Marijne Van der Vlugt, de Salad; incluso desayuné con Jayne Lockey, de los Wedding Present; todas ellas maravillosas. Pero no eran May. Durante el concierto de Los Planetas ella tocó de espaldas, como siempre, con los pelos por la cara y mirándose los zapatos; era el modelo más representativo del estilo shoegaze que practicaban tantos grupos indies como ellos. Hasta que por fin el día siguiente la vi en la grada de prensa firmando autógrafos. No le pedí ninguno, me bastó con verle, por fin, la cara. Y ya no hubo más ocasiones, porque apenas un año después dejó el grupo y la música.

Ahora mismo Los Planetas están inmersos en una gira que conmemora el 30 aniversario de aquel primer disco y anoche estuvieron en nuestra ciudad, formando parte del festival Pop CAAC, interpretando todas las canciones que lo componían. Pero a pesar del gran impacto visual logrado, a mí me faltó el principal componente del que se nutre mi añoranza. He visto y disfrutado -y padecido- de Los Planetas en muchísimas ocasiones durante todos estos años; de sus discos y de sus conciertos: Jota me ha maravillado a veces y defraudado otras, Florent y Eric siempre me han proporcionado buenas vibraciones; pero comenzar un concierto con podemos irnos juntos, lejos de este mundo tú y yo; seguirlo con he pasado por tu casa veinte veces y siempre voy al Amador por si apareces, y que ahí, aunque sea de espaldas, no esté ella, me parecía un mero simulacro. La válida, la única nostalgia, ya lo escribió Benedetti, era por May.

Y hubiese sido esta celebración el momento ideal para su vuelta, aunque fuese solamente durante los meses de la gira. Porque Jota y Florent cuidaron el detalle de que la formación volviese a ser un cuarteto, para mantener la esencia original del disco y, una vez dejado fuera a sus miembros de todos estos últimos años, Eric y Banin, lo ideal hubiese sido contar con los otros dos miembros originales, May y Paco. Pues no; en sus lugares estaban Miguel López al bajo y Roberto Escudero a la batería, dos músicos que forman parte de Plena Pausa, el proyecto personal de Jota. Como en las dos noches en que van a llenar la plaza de toros de Granada no esté ella, aunque solo sea un rato, podemos dar por perdida alguna reaparición.

Jota / José Ángel García

Es algo muy curioso lo que ocurre con Los Planetas; mejor dicho, con Jota. Los que opinan sobre él coinciden prácticamente de forma unánime en que gustarte este tío es algo malo; sin embargo, los conciertos están repletos de espectadores deseosos de que derrame su arte sobre ellos, aunque nunca se les oiga decir nada bueno de él. Y anoche fue una de esas ocasiones y su voz sonó fuerte, por encima de la distorsión de las guitarras y del ruido arremolinado. Hasta yo, que mi disposición era la que he descrito en los primeros párrafos de este texto, fui permeado por los atractivos del concierto, por las texturas de su sonido, por los recuerdos que traían los visuales de Javier Aramburu. Ciertamente, Jota parecía un hombre en la cima del mundo, vibrante, descontando un año de su edad con cada recibimiento que la gente hacía de cada una de las canciones de aquel disco que tantos críticos dicen -¿no se pasan un poquito?- que definió una generación. Lo que no se puede negar es que, en estos treinta años pasados, las letras de todas las canciones que habían sonado aquí han sido estudiadas, analizadas, citadas y recicladas.

Todas ellas, las diez canciones de Super 8, sonaron en el mismo orden que ocupaban en el disco; a las mencionadas De viaje y Qué puedo hacer les siguieron Si está bien, 10.000, Jesús, todas las demás, hasta llegar a La caja del diablo, para hacernos sentir esa sensación intensa en los oídos, de la que se habla en esta última, sobre todo con la larga tormenta de noise que desataron en su final. Pero era temprano y el pozo del Super 8 se había secado. Hasta el final, el concierto podía haber caído en el proceso, pero Los Planetas tienen canciones de sobra para asegurarse de que toda la audiencia volviese a estar inmediatamente en juego. Pueden simplemente tocar Segundo premio, Un buen día, Santos que yo te pinte, David y Claudia, Nuevas sensaciones, Pesadilla en el parque de atracciones y Mi hermana pequeña, y conseguir lo que quieran de nosotros. Y eso es lo que hicieron, aportar un sonido en vivo reforzado a esas omnipresentes canciones; fortalecer la idea de que Los Planetas es el grupo más significativo y trascendental que en las últimas tres décadas haya surgido de la maraña de formas musicales de nuestro país. Su obra varía tan libremente entre conjuntos de referencias, que la noción de evaluarla estéticamente parece una somera degradación al mundo de la carne, cuando en realidad pertenece a un lugar mucho más cerebral. Sus imágenes son más complejas y controvertidas que el estándar del indie patrio. Cada accesorio central de Los Planetas actúa como signo de algo que forma parte de la cultura actual que encarnan.

Jota y Florent / José Ángel García

Naturalmente, está más allá del ingenio de un modesto plumilla como yo desentrañar estos signos por completo; pero toda la gente que asistió al concierto de anoche tuvo algo más que esbozos para entenderlos absolutamente.

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