ROSS. Gran Sinfónico 4 | Crítica
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Al Ayre Español. Femás 2012. Programa: Oratorio 'Il martirio di Santa Teodosia', de Alessandro Scarlatti. Solistas: María Espada (soprano), Carlos Mena (alto), Fernando Guimaraes (tenor) y Luigi de Donato (bajo). Al Ayre Español. Director: Eduardo López Banzo. Lugar: Centro Cultural Cajasol (Sala Joaquín Turina). Fecha: Domingo, 18 de marzo. Aforo: Casi lleno.
El interés de Eduardo López Banzo por recuperar la música escénica romana de finales del XVII y principios del XVIII, materalizada en diversas grabaciones de óperas tempranas de Haendel y de oratorios de Alessandro Scarlatti (ya en Sevilla pudimos asistir a la recuperación de Colpa, Pentimento e Grazia, grabada por López Banzo y la Orquesta Barroca de Sevilla), nos ha deparado en esta ocasión la posibilidad de estar presentes en la première mundial de la reexhumación de Il martiruio di Santa Teodosia. Compuesto en 1684, cuando en Roma estaban cerrados los teatros de ópera por las reservas morales del papado respecto al espectáculo, este oratorio comparte con tantos otros coetáneos el intentar paliar la ausencia del género músico-dramático bajo capa de sus argumentos edificantes, teológicos o, como en este caso, hagiográficos, pero sin por ello dejar de ser, por lenguaje y recursos expresivos, auténticas óperas sacras nacidas en el seno de las ricas y refinadas estancias de los cardenales.
Banzo así lo entiende y vuelca sobre su versión toda la gama de acentos y matices propia del mundo operístico, siendo especialmente relevante la intensidad con la remarcaba en el continuo las inflexiones de los recitativos, arropado para ello por las espléndidas prestaciones de Juan C. de Múlder, James Bush, García Bernalt y Cisco Aguiló. En el conjunto instrumental pudimos identificar a muchos de los habituales en la Orquesta Barroca de Sevilla y de ahí, posiblemente, el aire de familiaridad con el empaste y el sonido de la cuerda, comandada con brillantez por Farran James, a pesar de algunos desajustes tímbricos en la sinfonía.
En el papel de la protagonista tuvimos a una esplendorosa María Espada. La voz corre con naturalidad y potencia y se beneficia de una emisión perfectamente controlada. Además de las impactantes agilidades (All'armi) o de la intensidad de sus recitativos (Si pur fidi), sobrecogió por su capacidad para regular y recoger el sonido a la hora de afrontar su conmovedor lamento final, con pianissimi estremecedores. Una grata sorpresa fue Fernando Guimaraes, un tenor lírico de bellísimas tonalidades, voz ancha y bien homogénea y que fraseó con gran delicadeza. De Donato impactó por su rotundidad y profundidad, pero Mena pareció no encontrarse a gusto y mostró abundantes cambios de color en el paso de registro y sonidos metálicos.
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