El pintor sevillano Fausto Velázquez plasma en sus lienzos el horror del coronavirus
CULTURA
Algunos cuadros, todos repletos de colorido, no están exentos de humor, por más que este sea muy negro
En la segunda quincena de noviembre organizará una muestra con estas obras, además de otras nunca expuestas
Fausto es profeta en su tierra
Murciélagos, ratas, buitres, esqueletos que bailan sobre sus propias tumbas y máscaras, que no mascarillas, forman parte de las alegorías de tintes realistas, siempre figurativas, con las que el veterano pintor Fausto Velázquez (La Algaba, Sevilla, 1950) ha plasmado en una serie de lienzos el "pánico" que él mismo padeció durante la pandemia del coronavirus.
"Vivo solo, soy fumador y cuando llegó el confinamiento entré en pánico, no vi a nadie ni dejé que nadie entrara en mi casa, de modo que me refugié en la pintura y la revisión de los maestros, así que estos cuadros son a la vez 'retratos' del 'bicho' y homenajes a artistas como Matisse, Carrá, Picasso...", ha manifestado este veterano pintor que también fue galerista entre los años ochenta y noventa, además de profesor de Dibujo de enseñanza media.
A aquel estado de ánimo colaboró que el coronavirus dejara maltrecho a algún familiar directo y la muerte de algunos conocidos, lo que hizo que Fausto Velázquez se desvinculara de sus temas recurrentes -durante los últimos años, obsesionado por la figura de Frida Khalo, llegó a pintar hasta ochenta retratos de la pintora mexicana- y abordara el coronavirus con imágenes apocalípticas que evocan la magnitud de las epidemias medievales.
"Algunos de estos cuadros están inspirados en la peste porque esta epidemia también ha sido como una peste, por eso he rescatado la figura del médico inglés que en el siglo XVII determinó el origen de la peste que azotó Inglaterra y diezmó Londres", ha señalado en alusión a la figura del hombre ataviado con sombrero y una máscara de teatro italiano con la forma de un córvido que habita en varios de estos lienzos.
"Casi todos mis cuadros son literarios; hay que leerlos", ha advertido el artista sobre los conjuntos de figuras que componen estas obras sobre la plaga, como también denomina a la pandemia que le inspiró estos conjuntos de danzantes ataviados con ropajes de distintas épocas históricas, muchos de ellos en actitudes festivas aunque macabras, como si formaran parte de festejos apocalípticos que celebraran, si no en fin de los tiempos, la llegada inminente de la muerte.
Algunos cuadros, todos repletos de colorido, no están exentos de humor, por más que este sea muy negro, como el de la mujer semidesnuda que pasea un cerdo que lleva atado de un cordel, imagen que procede de un maestro alemán del grabado al que se le ocurrió homenajear cuando el Gobierno permitió que, en pleno confinamiento, salieran a pasear a la calle las mascotas y sus dueños.
Ese humor negro marca también títulos como La alegría de vivir o Bailando sobre su tumba que llevan estos cuadros, algunos protagonizados por cadáveres que cabalgan caballos desbocados o reproducciones de la Torre de Babel u homenajes bien explícitos a François Villon, autor de Balada de los ahorcados, que el poeta francés compuso mientras aguardaba el ascenso al patíbulo por haber cometido un asesinato él mismo.
La mitad de las doce obras que componen la serie están ya vendidas antes de su exposición, que tendrá lugar en la sevillana Casa de la Provincia y en la que formarán parte de un muestra mayor integrada por casi medio centenar de cuadros reunidos bajo el título -aún es provisional- De lo vivido a lo pintado.
Esa exposición será inaugurada en la segunda quincena de noviembre y reunirá otras obras de Fausto Velázquez nunca expuestas como los originales de los diez carteles que pintó para el grupo Teatro Algabeño que el propio pintor dirigió en su juventud -fundado en vida de Franco sobrevivió hasta los años ochenta- y para el que incluso se estrenó como autor dramático con la obra Cantos del trigo y la cizaña.
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