Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
GERARDO DELGADO | PINTOR Y ARQUITECTO
Gerardo Delgado (Olivares, Sevilla, 1942) participó en las experiencias del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid a comienzos de los años 70 con una actitud lúdica, colorista y muy exigente, que lo catapultó como uno de los nombres esenciales de la abstracción española, y que conecta plenamente con la exposición que hasta el 14 de enero le dedica la galería Rafael Ortiz, Ángulos y tramas. Aunque cumplirá 80 años a mediados de febrero, y lleva 60 de ellos pintando, su nueva entrega de cuadros compone una de las citas más frescas de la temporada, como no dejan de expresarle los visitantes que acuden a la sala de la calle Mármoles.
Pese a que durante años mantuvo su estudio en la sevillana calle Pascual de Gayangos, en 1984 Gerardo Delgado lo trasladó a Olivares. Estas obras, creadas durante el confinamiento de 2020 y el año que ahora acaba, son su particular respuesta al clima de tristeza y oscuridad que imprimió la pandemia. "Vivo en Olivares y heredé de mi padre una nave estupenda de 6 metros de ancho por 6 de alto y 26 de largo en la cual trabajo. La dividí porque necesitaba también poder disponer allí mis numerosos libros así que ahora es estudio, biblioteca y almacén de cuadros", avanza sobre el espacio donde se atrincheró para gestar estas series. "En esos días en los que no veía a nadie me levantaba temprano para pintar y a veces, después de cenar, volvía al estudio. Como no tenía con quién hablar, hablaba con mis cuadros. Nunca había pintado con tanta intensidad".
Estas pinturas del ahora jubilado profesor de la Escuela de Arquitectura de Sevilla cautivan al visitante por su viveza y su serena madurez, sin incluir referencia alguna al caos circundante. "Como todo el mundo al principio del confinamiento me quedé en shock, muy triste, pero luego decidí que lo que estaba pasando no afectaría a mis lienzos", prosigue. La serie principal se llama Tramas negras porque la mayoría de las obras tienen una base o entramado negro que estructura el fondo, y comparten el uso de la pintura al agua, ya se trate de óleo o acrílico. Son cuadros rotundos, acogedores, que conjugan esa cortés claridad que ya venía sorprendiendo en las últimas pinturas que expuso en la muestra que la Casa de la Provincia dedicó a la Escuela de Olivares.
Ángulos y tramas también establece lazos con la antológica que le dedicó el CAAC, Aprender de todas las cosas, donde ya había algunos cuadros de su serie Cristales rotos que aquí retoma con dos trabajos de pequeño formato que enlazan con esa idea de la ventana quebrada y el rojo sobre negro en clave geométrica. "Son las piezas más antiguas de la muestra", señala.
Ya se trate de dípticos o piezas individuales, los cuadros reunidos en Rafael Ortiz impactan por su potente luminosidad y su elegancia compositiva, por su búsqueda de contrastes formales y cromáticos que desbordan su planteamiento geométrico. Parecen recuperar también el espíritu desenfadado y pedagógico de su Mural para la escuela de Mudapelo de 1968 con su evocación al racionalismo de la Bauhaus. Gerardo Delgado ha logrado que parezca fácil y accesible una práctica pictórica muy pensada y exigente de la que forman parte numerosos dibujos previos, divisiones y cálculos de los que dan testimonio los cuadernos de hojas cuadriculadas y milimetradas que podemos ver en la vitrina de la entrada, donde desnuda su proceso creativo y hasta sus propias anotaciones. "Esta proporción es mejor, me gusta más", leemos con una caligrafía que sobrevive a los vaivenes del autobús de Olivares a Sevilla, donde emborrona cuadernos sin parar, en un frenesí envidiable.
"Yo creo una estructura y divido, corrijo y borro mucho cuando algo no me funciona. Para mí el hecho de borrar es tan decisivo como el de pintar", dice sobre la composición de estas series, donde se superponen bandas y triángulos de colores a los fondos.
El pintor, arquitecto y compañero de la generación de abstractos que, como José Ramón Sierra y Juan Suárez, se dio a conocer en la galería Juana de Aizpuru, siempre se ha interesado más "por la interpretación del público y su relación con la pieza que por la obra plástica en sí". Es así desde los inicios de su carrera y vuelve a ser fiel a ese ideario en esta muestra, como se percibe en los dos dípticos que la clausuran, donde establece un diálogo entre líneas paralelas y líneas inclinadas negras y amarillas sobre fondos turquesas.
Delgado quiere animar al espectador a interactuar con su obra, como ocurría con algunas piezas y estructuras móviles de la antológica del CAAC. "Cuando creé mis juguetes modulares a comienzos de los 80 la gente los usaba mucho. Ahora, en cambio, el público es mucho más tímido, hay más vigilancia, se está más reprimido. Así que cuando los expuse en el CAAC, como nadie tocaba nada, yo iba y lo hacía expresamente, y les daba la vuelta, para que la gente viera por qué esa obra estaba en la pared".
Un estudiante de Bellas Artes, cargado de bolsas de Casa Carreras, se acerca de pronto a Gerardo Delgado y le pide consejos sobre cómo orientar su carrera. "Yo soy pintor, lo que hago es manejar colores y lo que corrijo son los colores. Normalmente hago estructuras más o menos geométricas, con un contraste muy grande entre lo geométrico y el fondo. Pero siempre es una cosa plástica y no literaria. Nunca me ha interesado narrar una historia. Lo que debes hacer si quieres ser pintor, es pintar. Si haces acciones, hacer acciones. Si esculpes, hacer esculturas. Lo importante es perseverar, trabajar y trabajar. Y ver cosas, y leer y leer. Yo no me perdería las exposiciones que hay ahora en Madrid, como la de la Fundación Mapfre sobre Morandi, un artista que me gusta muchísimo. Cuando trabajaba para La Caixa le dediqué una muestra, lo que me permitió conocer a su familia e ir a Italia a escoger los cuadros".
Entre 1978 y 1981 Gerardo Delgado fue miembro fundador de la revista Separata de literatura, arte y pensamiento que dirigió Jacobo Cortines. Al año de clausurarse esta publicación, comenzó a trabajar para la Fundación La Caixa y también para otras instituciones como el Museo Nacional Reina Sofía. A partir de 1982, de manera continuada, montará más de 70 exposiciones y diseñará también los catálogos de las mismas. "Durante muchos años hice los montajes expositivos de grandes artistas extranjeros como Joseph Beuys a los que, por supuesto, nunca les contaba que era pintor. También era el diseñador gráfico responsable de los catálogos, y en aquellos años no se hacían por ordenador sino recortando y pegando, en un proceso que como mínimo duraba un mes. Tenía cuatro trabajos completamente diferentes, porque además soy arquitecto y desde 1968 daba clases en la Escuela de Arquitectura de Sevilla. Lo raro era que sacara tiempo para pintar pero, como siempre he dormido mal, he sido un artista nocturno y aprovechaba el insomnio para ir al estudio. Y me sigue gustando trabajar por la noche", reflexiona sobre aquellos años en los que su carrera tuvo una apretada agenda internacional, con hitos como su participación en Aperto 86 de la Bienal de Venecia.
Ya aplique el color con brocha, rodillo o chorreado, y aunque ahora cuente con un asistente que una vez por semana le ayuda a encolar y cortar la tela, la actitud de Gerardo Delgado es fiel, desde hace medio siglo, a los principios que identifican su pintura: la buena composición, la sencillez de materiales y soportes, con los que ofrece a la vez soluciones formales originales y novedosas. Esto es especialmente llamativo en las tres obras de formato vertical que se agrupan en la sala interior de la galería y donde, partiendo de una estructura similar, consigue resultados diferentes. Con medios austeros configura aquí unos cuadros de gran fuerza expresiva, como corresponde a un artista que conoce bien -y siempre apreció- el discurso minimalista.
Estos tres lienzos expresan también la importancia de la música y de las estructuras musicales en sus procesos creativos. Y algo no menos importante: el valor de la amistad. En su conversación las referencias pueden ir del cuadro blanco de Malévich a un estreno de la compositora sevillana Elena Mendoza, gran amiga suya, o a una charla sobre música grabada con el especialista Paco Ramos.
Por eso en su biblioteca las secciones de música y cine ocupan numeroso espacio junto a las baldas que reúnen sus monografías sobre las vanguardias y el arte del siglo XX, entre las que parecen dominar las dedicadas a Mondrian, artista al que reinterpretó para una de las entregas de la exposición colectiva A la manera de... en Rafael Ortiz. "No sé cuántos libros de Mondrian tengo en mi biblioteca. Yo pienso mucho en geometría, en arquitectura, y Mondrian es uno de mis artistas favoritos. También Goya es muy importante para mí al igual que Velázquez. El otro día estuve en el Bellas Artes de Sevilla y volví a ver el único Goya que tienen, el retrato de un cardenal, que me lo habían cambiado de sitio, y me pareció magistral, tiene algo de color y luego todo el cuadro es negro, es increíble la fuerza que tiene. Picasso me gusta mucho pero especialmente en dos momentos, el Picasso clasicista y el Picasso último, el de los Disparates, que me harto de reír". "En cambio", continúa, "el último Rembrandt es para mí un problema. Soy más de Vermeer, que me gusta muchísimo. Rembrandt me parece un espléndido grabador y dibujante pero me interesa mucho más su etapa primera que la final".
Él, que ha trabajado tantos años en el diseño de montajes expositivos del Reina Sofía, incluidas las antológicas de Equipo 57 y su gran amiga Carmen Laffón, "a la que por fin iba a volver a ver en la inauguración de esta exposición, pero no pudo ser", es también protagonista del rediseño que el director Borja-Villel ha llevado a cabo en la colección permanente del Reina -que cierra precisamente con unos bajorrelieves de Laffón- con una importante selección de los trabajos que realizó entre 1969 y 1971 en el Seminario de generación automática de formas plásticas de la Universidad de Madrid. Son estructuras modulares variables en cartulina, creadas por ordenador en el Centro de Cálculo. "El Reina Sofía tenía tres modelos y de cada uno de ellos cuatro ejemplares pero eran pocos para entender el trabajo. Ahora cada modelo cuenta con ocho ejemplares distintos, como pudo verse en la exposición del CAAC. Son figuras que van cambiando porque se invierten". También el Reina Sofía expone obras suyas de finales de los 70 y los años 80 en las que tuvo "un proceso más expresionista y en el que la figura era más fuerte. Pero yo me muevo siempre en la abstracción", recalca.
Gerardo Delgado está en un momento efervescente pues es también el comisario de la exposición de Daniel Bilbao en la Casa de la Provincia, "un pintor que se ha acercado con mucho rigor desde hace años al tema de la arquitectura. Bilbao es una persona buenísima y uno de los dibujantes del natural más extraordinarios que conozco". En mayo él expondrá además en el museo que ha abierto en Cáceres la coleccionista y galerista Helga de Alvear, y sigue pintando y pintando a diario. Y, como decíamos al principio, son cuadros realmente bellos.
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