“Los 90 fueron una travesía del desierto, no venía ni Dios a vernos”
José Luis Moro, cantante y teclista de Un pingüino en mi ascensor
La banda celebrará cuatro décadas sobre los escenarios de Sevilla (en la sala Malandar, el viernes), de Oviedo (sala La Salvaje, el 29 de marzo) y de Barcelona (sala Wolf, el 10 de mayo)
Javi Ruibal: "En este país se puede vivir de la música sin la industria, pero sin ayuda pública sería bastante difícil"
José Luis Moro, con quien entablo esta conversación, dio comienzo a una carrera musical en 1985, pero como no quería que le reconocieran a primera vista como un cantautor ni quería avergonzar a su familia cuando escuchasen un disco que solo tenía su voz nasal y el sonido de un tecladito Casiotone casi de juguete, firmó esa primera obra como Un Pingüino en mi Ascensor. Pero resultó que el fondo sobresalió muchísimo por encima de la forma y aquel primer disco homónimo contenía media docena de canciones tan efímeras como perseguir una nube o deshojar una flor, llenas de referencias al café de Juan Valdez, los tupés de American Graffitti, el anuncio de el algodón no engaña, los guerrilleros de Sendero Luminoso y cualquier otra cosa que la cultura pop pudiese engullir, que llevaron a Servando Carballar, director artístico del sello DRO, a considerar que si aquel pedrusco era convenientemente presionado a lo mejor podría salir de él un diamante o, al menos, una linda circonita, por lo que le encargó a Mario Gil la manufactura del producto. Y, oigan, los dos tipos se avinieron de tal manera que no volvieron a separarse y ya va para cuatro décadas las que llevan sacando discos llenos de canciones provocadoras, sardónicas, incisivas y tan divertidas como los andares del pingüino de su nombre. Y como eso es algo digno de ser festejado, ellos lo están haciendo con unos conciertos de celebración de sus 40 años. En los escenarios de Sevilla (sala Malandar, este viernes); de Oviedo (sala La Salvaje, el 29 de marzo) y de Barcelona (sala Wolf, el 10 de mayo) aparecerán Moro a los teclados y la voz, junto a Gil con más teclados, una guitarra y una colección de bases pregrabadas para irlas lanzando, y nos intentarán seducir con…
-…qué? ¿Cómo va a ser el concierto de Sevilla?
-La idea es hacer un concierto, no diría yo que nostálgico, pero que sí va a dar un repaso bastante amplio a toda la carrera, sobre todo teniendo en cuenta que hace millones de años que no venimos a Sevilla, por lo que creo que hay mucho que repasar. Básicamente, enfocaremos mucho el repertorio en la primera parte de nuestra carrera, que fue un poco más llamativa, más exitosa. Luego, con los años, hemos ido haciendo otras cosas, más que nada por diversión, y también haremos algún repaso a los últimos tiempos. Pero sobre todo serán grandes éxitos.
-Hay gente que dice que el Pingüino no tiene seguidores, sino sectarios.
-Sí, sí; a veces me preocupo un poco cuando veo a la gente de nuestros conciertos, es verdad. Y no han variado mucho con el paso de los años.
-Ellos no, pero ustedes sí han variado bastante.
-Es verdad que en el primer disco estaba yo solo y empecé con cosas bastante rudimentarias, tecnología primitiva de los 80. Mario entró a formar parte del grupo a partir del segundo disco; del tercero, en realidad, porque en el segundo entró como productor y asesor tecnológico y luego lo convencí para que formara parte de la banda. Desde entonces ha habido una evolución musical a nivel de sonido que se ha visto reflejada en una mayor calidad. Pero el tipo de canciones, la filosofía, la temática que tocamos, sigue siendo muy parecida, en eso no hemos cambiado nada.
-Antes me ha dicho que no vienen a Sevilla desde hace millones de años. ¿Qué recuerdos tiene de aquello, porque yo solo les recuerdo una vez y, encima, no asistí a ese concierto?
-Suscribo eso que dice un amigo mío: los 80 debieron ser la leche, porque no me acuerdo de nada. Sé que estuvimos por aquí porque tengo guardada una crítica de un concierto que compartí un día y al leerla me vinieron algunos recuerdos, como que fue en una especie de recinto ferial -se refiere, sin duda, a cuando en 1990 compartieron en el Auditorio del Prado una noche de la Cita en Sevilla con La Unión-. Pero la verdad es que tengo una gran laguna mental.
-En estos 40 años de carrera ha habido bastantes cortes. ¿Han sido debido a vicisitudes propias o a que nosotros no les hacíamos ni puñetero caso? ¿En algún momento se planteó usted que alguno de esos parones era definitivo?
-En realidad, en el año 1991 tomé la decisión de que no iba a poder vivir de la música. Tuve una clarividencia maravillosa. Y me dije que como de esto no iba a poder vivir, tenía que buscar otra actividad para sobrevivir. Había ganado dinero con la música, pero decidí reciclarme a otra cosa. Afortunadamente, yo había estudiado Derecho, pero no me apetecía mucho dedicarme a ser abogado y probé suerte en publicidad, que es a lo que me dedico profesionalmente y me ha ido muy bien. Desde ese momento, Mario, de modo paralelo, que ya estaba trabajando de ambientador musical en televisión, en la que empezó con El precio justo, se lio en ella cada vez más, con lo cual los dos teníamos nuestras actividades diferentes propias y desde entonces decidimos que la música iba a ser solo una diversión. Aunque una diversión que a veces nos ha ocupado muchísimo tiempo, dependiendo de la época. En los 90 fue una travesía del desierto; no venía ni Dios a vernos... ni la familia, ni los amigos. Pero nosotros seguíamos tocando siempre que podíamos, que era muy poquito; a veces llegamos a dar un concierto o dos al año. Y en 1999 grabamos un disco en directo, porque nos convenció nuestro antiguo manager, y ese fue realmente nuestro regreso. De repente, a partir de la entrada del nuevo siglo, empezaron a llenarse las salas a las que íbamos y cada vez fueron más conciertos. Desde entonces hemos estado manteniendo una cantidad de entre 20 y 30 conciertos al año, a nuestro ritmo; pero es que tampoco nos da tiempo a hacer más.
A los de Radio 3 les parecíamos poco modernos y para Los 40 no éramos comerciales”
-Tuvo que ser duro aceptar que no podría vivir de la música, pero es que ustedes eran un grupo que no era carne de Radio 3 ni de Los 40.
-Es cierto. Una vez nos dijo muy acertadamente un fan que éramos demasiado indies para los pijos y demasiado pijos para los indies. No acabamos de encajar muy bien en ninguno de los dos sitios. De hecho, estamos preparando un libro con motivo de los 40 años que es una recopilación de letras y se va a llamar 40 años sin encajar muy bien en ningún sitio. Lo que usted dice era lo que nos pasaba, que a los de Radio 3 les parecíamos demasiado poco modernos y para Los 40 no éramos tan comerciales como a ellos les gustaría. Pero, bueno, creo que hemos sobrevivido con nuestro pequeño grupo de sectarios. No podríamos haber vivido solo de la música, pero ha sido una actividad complementaria maravillosa.
-Y ahora que ya no se depende de la radio, sino de Internet, ¿cómo les va?
-Nos tenemos que inventar los canales promocionales y recubrir las redes sociales, que tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Nosotros procuramos alimentar un poco las redes sociales contando historia y compartiendo cosas de vez en cuando. Yo hago maquetillas caseras que voy compartiendo, hice conciertos desde mi casa durante el confinamiento. Voy inventando cosas, pero a nivel muy underground; lógicamente, no podemos tener los canales tan mayoritarios de los artistas más grandes, pero nos va bien.
-Dedicándose a la publicidad, ¿no ha conseguido encajar nunca una canción del Pingüino en alguno de sus anuncios, como ha hecho, por ejemplo, con Georgie Dann?
-Pues por desgracia nunca he conseguido colarle a una marca una canción mía. Me habría encantado, pero no ha habido suerte. Supongo que las letras que hago son poco útiles para vender un producto.
-Pero de alguna forma sí que habrá influido la publicidad en su música…
-Muchísimo. Ya no solo en la parte promocional, sino en la propia manera de consumir las canciones. He aprendido a entender muchas cosas gracias a trabajar en publicidad. Al conocimiento de lo que es una marca, porque, al fin y al cabo, las bandas y los artistas somos una marca y hay que cuidarla de alguna manera. Y las canciones, al igual que la publicidad, van dirigidas a la gente y tocan unas determinadas emociones que, en cierto modo, aprendes a manejar. Me divierte muchísimo también hacerme todos los carteles y muchas portadas. Últimamente me ha dado por hacer videoclips utilizando inteligencia artificial, otra cosa que me resulta muy divertida.
Un fan nos dijo que éramos demasiado indies para los pijos y demasiado pijos para los indies”
-Cuando Mario Gil entró en el Pingüino venía de bandas como Paraíso y La Mode, que eran más intensas que divertidas. Se puede decir que el pasó, utilizando la terminología de aquella época, a las hornadas irritantes desde las hornadas babosas. Teniendo en cuenta que ha permanecido en las primeras más de 35 años, señal de que le gusta, ¿han hablado alguna vez de por qué empezó en las babosas; por compromisos, por dinero, por moda…?
-Paraíso no se puede decir que fuese un grupo baboso; lo que ocurría es que era un grupo ecléctico en el que coincidía un montón de gente muy diferente. Había una facción punk, que era la de Mario, con canciones como Makoki; otra de Zancajo, que el pobre falleció el año pasado, que tenía un ramalazo más hippy; el Zurdo iba un poco de un lado a otro, porque empezó en Kaka de Luxe pero es verdad que tenía también otra faceta, como en Para ti, que sí podría entroncar más con lo baboso. Pero si vemos videos de Paraíso comprobamos que tenían arrebatos bastante punkies. La Mode sí que era, no diría yo que baboso, sino un grupo de pop elegante y de ahí sí que le hice yo a Mario bajar a nuevos territorios. Aquí siempre se ha sentido muy cómodo; este mundo más alegre y punky le divierte mucho y creo que se mueve en él como pez en el agua.
-Parafraseando una de sus últimas canciones, ¿Qué tiene él que no tenga yo? ¿Qué tiene Mario que no tenga usted, y viceversa?
-Sobre todo, Mario tiene un conocimiento musical mucho mayor que el mío. Yo soy bastante más amateur que él. Mario es uno de los grandes pioneros de la música electrónica en nuestro país y tiene un conocimiento de ella inmenso. A mí me ha enseñado mucho. Aprendí a componer con máquinas mucho peor que él, pero gracias a que me introdujo en el mundo de los sintetizadores, los secuenciadores, los primeros programas de ordenador para componer y producir canciones, mejoré muchísimo. Y además tiene un gusto musical que me encanta; es un estupendo arreglista y productor. Y hacemos muy buen tándem, porque yo compongo las canciones, tanto la parte de música como de letra, pero muy en bruto, y él les da el toque para convertirlas en algo más completo. En el escenario también nos complementamos muy bien, los que vengáis a vernos al concierto lo descubriréis; hacemos una pareja graciosa.
-En ese disco, Hace sol y es viernes, está también la canción Asaltar el Capitolio, muy ajustada de nuevo a estos días. Le salió rentable a Trump hacerlo.
-Le salió super rentable, sí. Ese fue un momento durante la pandemia en el que yo aluciné bastante, porque me pareció tan peculiar que la gente asaltara el Capitolio disfrazada de esas formas, que me dije que tenía que escribir algo. Y ahora ves una cosa que parece una broma y lo que te dices es que estamos en un mundo bastante loco, en el que no sabes muy bien por dónde van a salir las cosas.
Una vez hice el experimento de pedirle al ChatGPT que hiciera canciones mías y a todas me decía que no, que eso no era adecuado"
-Tras ese disco sacaron ustedes otro, el último hasta ahora; un EP llamado Secuelas que contenía canciones que eran la continuación de algunos grandes éxitos de otras bandas de los 80.
-Ese disco es un pequeño experimento musical, que era una vieja idea que yo tenía y que también resucitó durante la pandemia. Es un disco de segundas partes de canciones de otros grupos. Nos dijimos que si había segundas partes de películas, series y libros, ¿por qué no se hacen segundas partes de canciones? Así que cogimos algunas de las que más nos gustaban de la época: Horror en el hipermercado; Ernesto, de Los Nikis; Un hombre en mi nevera, de Glutamato Ye-yé. Y hemos hecho una segunda parte: Venganza en el hipermercado, que es cuando el amigo de Mari Pili vuelve para vengarse y buscar al asesino de ella, que la había descuartizado, y descubre que es un reponedor del DIA y va a por él con una katana; La banda de Ernesto, en la que Ernesto, el de la canción de Los Nikis que eliminaba peatones tirándoles tiestos desde su ventana, descubre que hay una banda organizada que se dedica a hacer lo mismo; que es una pequeña estupidez, pero me pareció divertida. También hay una canción trumpista, por cierto, que se llama Billy Joe Presidente, que es la segunda parte del Billy Joe de Dinamita pa’ los Pollos, sobre aquel leñador que se cortaba el cuello en la serrería, que ahora, descabezado, se presenta a presidente de los Estados Unidos y está a punto de ganar a pesar de no tener cabeza. Aparte, también hemos experimentado en lo musical, buscando un equilibrio entre nuestro sonido y el de los grupos de aquella época. Lo sacamos el año pasado y ha tenido su pequeño eco. Alguna canción haremos también en Sevilla de este disco.
-Algunos de los grupos de aquella época, como Loquillo, Hombres G, están ahora muy cuestionados a causa de sus letras; sin embargo ustedes no han generado polémicas a pesar de que una interpretación literal de alguna canción, como Atrapado en el ascensor, puede ser muy problemática.
-Sí, sí; alguna vez nos han metido en las listas negras esas, en las que está también el Sí, sí de Los Ronaldos -risas-; siempre salimos los mismos. Creo que nosotros salimos menos porque somos más pequeños. Yo siempre digo que es que a nosotros no compensa demandarnos, porque tenemos tan poca repercusión que no iban a sacar demasiado provecho. Pero sí, de vez en cuando nos meten en las listas esas.
-¿Y no cree que hacer este tipo de letras en realidad sería una alternativa perfecta a la mediocre ñoñez compositora de la inteligencia artificial?
-Sí; soy muy partidario de ello, porque uno de los frenos que tiene la inteligencia artificial es la corrección política. Yo brujuleo mucho por ella y muchas veces me dice que no puede hacer lo que le estoy pidiendo. Una vez hice el experimento de pedirle al ChatGPT que hiciera canciones mías y a todas me decía que no, que eso no podía hacerlo. ¿La canción de un niño que se mete en la jaula de los osos polares y se los come -El sangriento final de Bobby Johnson-? No, no; esto no es adecuado. A todas las temáticas que ponía me decía que no podía. Así que de verdad creo que en estas letras incorrectas está nuestra vía de escape.
-¿A por otros 40 años?
-Mientras el cuerpo aguante y nos siga divirtiendo tocar por ahí, a por ellos iremos. Siempre me preguntan por qué hemos sobrevivido tantos años y yo siempre les contesto que, por un lado, gracias a que no tenemos batería, que son los que siempre la lían en los grupos; y por otro lado, porque no es una actividad totalmente profesional, sino que la hacemos cuando nos apetece y divierte. Mientras siga habiendo inspiración y ganas de contar cosas, seguiremos contándolas.
-Siempre las cuentan desde las salas, no los vemos a ustedes por los festivales, ¿eso es por convicción o porque no los llaman?
-La verdad es que no nos gustan mucho los festivales. Cuando nos lo ofrecen solemos decir que no, pero tampoco es que nos lo ofrezcan mucho. No nos gusta actuar en recintos muy grandes porque solo somos dos y el escenario se nos queda enorme. Y además, nos sentimos más cómodos cuando vamos a un sitio en el que sabemos que la gente que viene a vernos es la que quiere hacerlo, no es la que quiere ver al siguiente grupo y está ahí en primera fila esperándolo con cara de mala leche. Nos encanta actuar en salas como estas de menos de 400 espectadores, como Malandar. Tenemos muchas ganas de ir y liquidar la deuda histórica que tenemos con los sevillanos.
Temas relacionados
No hay comentarios