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"No habrá que cambiar todos los libros de texto, sólo la pequeña parte de arriba de las páginas, esa donde pone que Lazarillo de Tormes es una obra anónima, para poner Diego Hurtado de Mendoza. Si es que se acepta mi tesis", dice entre risas, inusitadamente cristalinas a sus 84 años, Mercedes Agulló, reconocida paleógrafa residente en El Puerto de Santa María. Acaba de publicar el libro A vueltas con el autor del Lazarillo, en la Editorial Calambur, y en él sostiene haber encontrado una prueba bastante consistente para atribuir la autoría de esa novela capital de la literatura mundial al poeta, militar y diplomático granadino. "Ningún hallazgo es casualidad", dice Mercedes Agulló, repitiendo al periodista la primera frase de su libro. No quiere entrevistas en su casa ni fotos: "Compréndalo usted, es que estoy operada, fastidiada, francamente incómoda físicamente y no puedo atender como debería, y para mí es un poco complicado. Por teléfono les cuento lo que quieran, hasta mi vida, que es muy larga y entretenida [risas]. ¿Y fotos? ¡Mucho menos! Con lo monísima que yo era, y ahora... ¡qué va, qué va! [risas]". Así que no hubo manera.
Pero naturalmente accedió a hablar sobre la repercusión que ha tenido su trabajo: "Ha sido bastante sorprendente, porque de verdad que he trabajado cinco años en ello. Y quiero advertir que yo no soy una vocación tardía, tengo 80 ó 90 publicaciones. El libro sale ahora, pero yo tengo ya 84 años, terminé la carrera con 23, o sea que... de la quinta de Sagasta por lo menos...".
La paleógrafa (persona que practica la ciencia de la escritura y de los signos de documentos y libros antiguos, dice la RAE) no quiere quitarse méritos cuando se le pregunta por su descubrimiento: "No fue descubrimiento, como le digo, el libro se abre con una frase mía que dice 'ningún hallazgo es casualidad'. He estado trabajando siempre en inventarios de libros de la época, porque tengo una tesis... digamos bastante importante, sobre el comercio de libros y la imprenta en Madrid de los siglos XVI al XVIII , con cerca de 3.000 documentos inéditos, fíjese lo que yo habré podido leer". Por eso, el camino no fue fácil, sino más bien intrincado y difícil de explicar: "Buscando más cosas de ese estilo, encontré primero el inventario de libros de Juan de Valdés, abogado de los Reales Consejos, testamentario de Juan López de Velasco, que fue a su vez el encargado por Felipe II en 1573 de expurgar el primitivo Lazarillo, publicado en 1554 y prohibido poco después, para volver a sacarlo".
Dice Mercedes Agulló que no es "la primera paleógrafa de España y quinta de Alemania, pero soy buena y me lo leo todo". Y lo demostró rebuscando entre la impresionante colección de López de Velasco. "Allí me encuentro, un sinfín de documentos pertenecientes a Hurtado de Mendoza, recogidos en legajos, en serones, en arcas, y entre ellos dos líneas que hablan de 'un legajo de papeles de cuando se corrigieron la Propaladia y el Lazarillo".
Esas dos líneas impactaron a doña Mercedes: "Al encontrarme esto, yo me quedé con los ojos cuadrados, porque hasta ese momento nunca había aparecido nada que relacionara a don Diego con esa obra, aunque desde el primer momento se le había atribuido. Pero él, por el temor a la Inquisición y después a don Felipe, nunca había dicho nada, Y eso que algunos de sus amigos como Gracián y Zurita lo decían, era casi un convencimiento general. Luego el criterio cambió y filólogos, e historiadores de la literatura negaron la atribución, basándose en el estilo, cosa muy difícil porque todos los señores cultos de su época leían los mismos libros e incluso escribían sobre las mismas cosas".
La tesis de la paleógrafa no se sustenta sólo en lo que ella llama "ese hilito". "No es lo único que yo he encontrado, porque también he comprobado que don Diego fue comendador de La Magdalena, y justamente a los criados del comendador de La Magdalena son a los que recurre la pobre viuda madre de Lázaro para que le ayudasen a malvivir. En fin, van apareciendo muchas cosas, piense usted que son cinco años de trabajo".
De todas formas, Agulló no se atreve a afirmar que esta atribución vaya a ser la definitiva: "No, no, definitivo no hay nada, porque en investigación siempre hay que esperar lo último que se diga. Ahora, que tiene su importancia lo encontrado es evidente, eso es lo que yo mantengo". Las teorías han cambiado mucho: "Siempre se creyó que era don Diego el autor, en verdad, durante siglos. Lo que pasa es que luego se dijo que no, y se atribuyó indistintamente a Alfonso de Valdés, a Luis Vives, e incluso últimamente ha habido quien ha sostenido que el autor era el padre de Antonio Pérez el secretario de Felipe II, Gonzalo Pérez".
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