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Literatura
Una maestra se muda a una pequeña casa en las afueras con "un estrecho patio encajonado, tuberías ruidosas y dos baldosas sueltas en la escalera que al pisarlas hacen clap, clap, marcando burlonamente el paso". La acompaña El Ujier, un "precioso gato gordo", llamado así porque, "como los antiguos ujieres de palacio, es quien se encarga de preservar el orden". Pero ese orden que el minino controla con "un íntimo orgullo funcionarial" se verá alterado cuando su dueña adopte una perra, una criatura "desaliñada, sin armonía, hecha como a pedazos", hermosa y magnética sin embargo si uno se fija en los detalles. Perrita Country, el regreso de Sara Mesa tras su triunfal Un amorUn amor –la mejor novela del año pasado para numerosos suplementos literarios y libreros–, aparece en una bella edición de Páginas de Espuma ilustrada por Pablo Amargo. Una narración deliciosa, liviana en apariencia, en la que su protagonista observa con intriga y fascinación la convivencia de dos seres antagónicos, incompatibles según la sabiduría popular. "De haber amor, o al menos afecto, ¿es creciente o estático? ¿Podría menguar? ¿Cabe en ellos la decepción, el hastío? Cuando se comunican, ¿qué se dicen?", se pregunta. Mesa, Amargo y el editor Juan Casamayor presentan hoy la obra en Sevilla, en La Carbonería, a las 19:00.
Perrita Country propone así una indagación en el "misterio" insondable que encierran los animales, el "viaje enigmático" que los humanos hacemos junto a ellos. "Quizá acariciarlos, sentir su calor y sus latidos bajo la humilde palma de la mano, es la única manera que tenemos de rozar la trascendencia", se dice en el libro. "No podemos saber qué piensan ni ver el mundo como lo ven ellos", añade Mesa en conversación con este periódico, "en ese sentido no me gusta humanizarlos, creo que debemos limitarnos a observarlos y respetarlos. Jenny Diski decía que a pesar de haber convivido años con sus gatas sentía que no las conocía en absoluto, porque con ellas no le funcionaban la empatía ni las inferencias que hacemos entre seres humanos, solo por el simple hecho de que eran gatas y ella no. Llegaba incluso a afirmar que el único punto que tenemos en común con los animales es el espacio que compartimos", apunta la escritora sevillana.
"Por otro lado", prosigue Mesa, "no podemos escapar del antropocentrismo, es decir, de nuestra tendencia a ver, clasificar y describir a otros seres de acuerdo a nuestra experiencia humana. Hay montones de cosas que no vemos, que no percibimos y ni siquiera intuimos, y otras especies sí. En su libro Ser animal, el expedicionista británico Charles Foster contaba sus intentos de transformarse en animales salvajes, como el tejón, la nutria, el zorro, el ciervo y el vencejo, para lo cual reptó, vivió en madrigueras, se alimentó de lombrices, trató, sin éxito, de pescar con los dientes, de volar con un arnés... todo para llegar a la conclusión de que es imposible compartir sensaciones con los animales y de que el mero hecho de tratar de articularlas mediante el lenguaje escrito ya marca una distancia abismal. Por eso a mí me gusta hablar de misterio, sin tratar de desentrañarlo", analiza la autora.
Mesa explora en su obra, en la que al gato y a la perrita se sumará también una cría de gorrión, ese vínculo indescifrable que puede unir a alguien a otras mascotas; retrata cómo algunas personas se comunican con más facilidad con un animal que con sus semejantes. Una actitud que el resto del mundo contempla con recelo y con sorna, y ante la que recurre a menudo a etiquetas misóginas: la loca de los gatos, la solterona con perro. "Sí, sí, tendemos a ridiculizar a las personas que aman a los animales, en especial a las mujeres, e incluso se habla de carencias personales, se señala que no tienen parejas ni hijos, equivocadamente. Se me podría decir: No, es al revés, hoy día está de moda el animalismo, pero yo no estoy hablando del animalismo, este no es un libro animalista, sino de algo que viene de mucho más atrás y que tiene otras raíces muy diferentes", analiza.
La autora de Cicatriz o Cara de pan vuelve a interesarse por un personaje desarraigado, que se instala en un nuevo barrio, un vecindario en el que no termina de ubicarse. Esas tensiones con la comunidad son ya una constante en la narrativa de Mesa, como admite la escritora. "Es que es una premisa narrativa clásica muy estimulante, alguien llega a un lugar y eso hace que el relato comience en ese momento, permitiendo difuminar su pasado y también su futuro. En general no me interesa demasiado la literatura totalizadora que aspira a captarlo todo, y en este libro en concreto lo que quería era captar el presente de una mujer que observa y que, sin duda, también es observada, así que nada como describir la adaptación a un nuevo entorno para ello", comenta sobre una obra en la que apuesta, sin renunciar a la hondura, por la ligereza y una cierta esperanza. "¡Sí!", exclama cuando se le menciona esta cuestión. "Acabé un poco cansada de hablar de Un amor, una novela que sin duda me ha dado muchas alegrías, pero de la que necesito despegarme, mi cabeza ya está en otras cosas y me gusta experimentar nuevos caminos. Y aunque no lo planeé de esa forma, Perrita Country puede leerse como una versión mínima, liviana, de Un amor: mujer de mediana edad se muda a un nuevo sitio, adopta un perro, entra en una obsesión...", expone.
La escritora ha encontrado en las ilustraciones de Pablo Amargo un interesante contrapunto a su narrativa: en Perrita Country cohabitan dos sensibilidades atraídas por lo sutil y lo esencial y desinteresadas en el adorno. A Amargo le concedieron el Premio Gráffica por anteponer "la inteligencia a los fuegos artificiales" en su obra, una definición que encaja igualmente en la escritura precisa y siempre lúcida de Sara Mesa."Sí, yo no sé qué piensa él de esto", afirma ella, "pero creo que estilísticamente compartimos algunos rasgos, entre ellos esa sutileza, esa esencialidad de la que habla, pero también el gusto por la paradoja, por las contradicciones. Yo siempre vi este libro ilustrado por Pablo Amargo, incluso antes de que él aceptara hacerlo, no podía imaginarlo de otra forma, y al mismo tiempo, cuando vi las ilustraciones, me quedé completamente fascinada porque no las había imaginado en absoluto".
Amargo, por su parte, también aprecia similitudes con el trabajo de la narradora. "Supongo que Sara quita palabras de sus textos como yo quito líneas de mis dibujos. Pero", advierte el asturiano, ganador del Premio Nacional de Ilustración o de la prestigiosa Medalla de Oro de la Society of Illustrators of New York, "no elijo los proyectos por su interés narrativo o por sentirme identificado con su contenido, sino por la posibilidad de que mi ilustración no se vea obligada a hacer el idiota". Cuando supo que Mesa le había propuesto para Perrita Country, "recalqué que mis ilustraciones se suelen centrar más en lo que se sugiere y no en lo que sucede. A Sara le pareció muy bien, lo cual reafirmó mi impresión de estar ante una autora audaz. Generalmente a los escritores y editores les desconcierta que el ilustrador no se someta al detalle del texto. No ha sido el caso", cuenta Amargo.
El creador esquivó los planteamientos más obvios y descartó trazar a los protagonistas de Perrita Country. "En estas ilustraciones aparecen otras mujeres, otros perros y otros espacios. No hay más figuras para no añadir información innecesaria al dibujo", detalla un autor que se ha acercado antes al mundo animal en obras como No todas las vacas son iguales o Cats are paradoxes, pero que cree que "entre dibujar un animal, una persona o un edificio no hay ninguna diferencia. Procuro que su representación responda a mi observación, sin distorsiones ni excesos caricaturescos, con distancia. Si una figura de las que dibujo transmitiese algún tipo de expresión, emoción o sentimiento, echaría mano inmediatamente de la goma de borrar", precisa.
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