Carlos Navarro Antolín
La pascua de los idiotas
Del Dios Toro
VEINTICUATRO toros se llevan vistos en la feria. Sin contar ni los seis zalduendos del 12 de abril, de los que no se han contado precisamente maravillas, ni los seis despuntados de Bohórquez de la corrida de rejones. El cuarto de esa corrida de Bohórquez fue, por cierto, de una calidad extraordinaria. Pero es que, sin puntas, no vale.
Uno de Hellín, provincia de Albacete, que viene a Sevilla a los toros todos los años, y que es abonado de la Maestranza y de Vista Alegre de Bilbao pero no de la plaza de Madrid, decía ayer que para su gusto el toro de la feria iba a ser el tercero de la corrida de Palha. Es algo pronto para hacer pronósticos sobre el toro de la feria. Pero el aficionado torista suele ser apasionado y Palha es una de las banderas de esa pasión.
Sentido común: si el tiempo no lo impide, y vamos a tocar madera, están por salir sesenta y seis toros todavía. No conviene precipitarse. De todos los toros conviene tomar nota. Por si acaso. Y echar la cuenta al final. ¿Y si el toro de la feria fuera el último de la corrida de Miura que va a ser justamente el último de la feria? En Arles se lidió, la misma tarde de los zalduendos de Sevilla, un quinto miura de verdad sobresaliente.
El motor del tercero de los palhas del martes, un motor engrasado y sostenido sin acelerones ni regates, fue ejemplo del ritmo que se espera de un toro de buena nota. Ha habido, y debería de haber aún, toros de Torrestrella que, además de hechuras y contornos semejantes a los de ese tercer palha, sacaban exactamente ese mismo ritmo de gas tan intenso.
Siempre que sale a escena la historia de algún toro de categoría en la línea más dispersa, tramada y abierta de todos los encastes con sello Domecq, acaba apareciendo el nombre de Torrestrella, es decir, de don Álvaro Domecq, su difunto dueño. Ganadero genial. Por alguna vía habrá llegado el espíritu de don Álvaro al refresco de Palha. ¿La línea de Torrealta, mayormente salida del tronco de Torrestrella? Seguramente. Salvo que mañana se decida a confesar Joao Folque Palha que ese toro que ha puntuado tan alto no venía de reatas Domecq de Torrealta sino de las de los hermanos Oliveira. Toda prudencia es poca en este juego.
Las recetas de la cría son secretas. Como las de la alta cocina. Hace poco, en una entrevista en el semanario Aplausos, José Rufino, el ganadero de Peñajara, que lidió ayer en Sevilla, contaba que él había decidido buscar en su ganadería sólo la primitiva línea de Contreras, que es una de las dos cruzadas en origen. Peñajara se formó con vacas y sementales de una ganadería en su momento cruzada como la de Baltasar Ibán.
Uno de los cruces más originales del último medio siglo: Contreras y el primer Juan Pedro Domecq. Por eso aparecen con frecuencia las pintas clásicas del Veragua antiguo. Los toros de colores. Como el sexto de esta corrida de Peñajara, que tuvo muy buen aire. En las ganaderías cruzadas resulta de interés tratar de reconocer los rasgos predominantes, que no suelen ser uniformes. Son muy hermosos los saltos atrás dentro de las ganaderías de larga trayectoria. El temple del sexto peñajara de ayer tenía más de lo de Domecq que lo de Contreras.
El tercero de la corrida, en cambio, sacó algo de la correa privativa del toro clásico de Ibán, que, siendo agresivo, no era indómito. Este tercer peñajara, de verdad interesante, parecía emparentado con el primer toro de Palha, que fue de sufrir. En el nudo de esos toros se veía la sombra de Ibán. Cada uno de una manera. Al pasar el tiempo las líneas se separan tanto que llegan a desfigurarse. Escisiones genealógicas. Como si fueran ajenas. Pero no.
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