Pedro Simón: "Nuestros jóvenes son lo mejor de este país"

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El periodista y escritor madrileño, en Los siguientes, aborda ese difícil momento en el que los hijos empiezan a cuidar de los padres

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El escritor y periodista Pedro Simón
El escritor y periodista Pedro Simón / DS

Escribe Cernuda que hay un momento en nuestra vida en el que el tiempo nos alcanza. Ese momento, para el periodista y escritor Pedro Simón (Madrid, 1971), sucede cuando cuidamos de nuestros padres -y también cuidamos de nuestros hijos-. Es acaso la cumbre de una madurez –no sé si el principio de un final-. Sea lo que sea, esa etapa de nuestras vidas es el grueso narrativo de Los siguientes (Espasa), novela con la que Simón cierra ese itinerario que comenzó con Los ingratos y siguió con Los incomprendidos. Divagamos con el autor acerca de otros asuntos que aparecen entre las páginas de esta historia en la que se cruzan tres edades, tres hermanos, una tragedia y unas cuantas certezas –unas difíciles, otras esperanzadoras-.

-Al leer su novela me ha surgido una duda: sospecho que el cuidado de nuestros padres jamás ha sido un dilema familiar –como sí lo es en Los siguientes-. ¿Es este problema una cosa de las familias de hoy? No lo sé.

-Quizá tenga que ver con que somos muchos los que tenemos mi edad [unos cincuenta años] en la pirámide poblacional. Lo que hay por tanto es un montón de escritores dando la turra con lo suyo. Damos la turra con la vuelta al pueblo, damos la turra con los hijos adolescentes y el problema de la tecnología y damos la turra –en mi caso- con el cuidado de los mayores. Creo que es un tema que nos desvela a muchos de mi edad. Siempre que estoy comiendo o cenando con amigos tenemos dos conversaciones: una es hacia abajo, que son los hijos adolescentes; y otra hacia arriba, al hablar de nuestros padres. Y a veces con el absurdo campeonato de ver qué padre está peor. Mi novela habla de tres hermanos de cincuenta y pocos que tienen un padre octogenario. La novela trata ese día en el que te preguntas qué hacer con papá o con mamá.

-¿Y esta situación puede suponer un problema, quizá, porque hoy se han desgastado los vínculos familiares? Reitero: no sé si esta coyuntura, en generaciones anteriores, suponía un dilema familiar.

-Creo que se ha perdido el sentido de la tribu, en la familia. Vivimos en una época en la que hay muchos inputs ferozmente individualistas, algo que ha dañado ese concepto de tribu familiar. Hoy día es muy complicado encontrar anclajes. Hemos pasado del abuelo intocable a casi arrinconarlo, a quitarle sitio. Ha habido una deriva crudelísima. No obstante, la familia, al final, es la gran verdad. Es ese sitio al que acabas volviendo cuando estás jodido. El puerto-refugio es la familia. Y la novela está ahí.

-El concepto de deber también está ahí, a lo largo de Los siguientes. El deber de cuidar al padre. El tema es que al final, de los tres hermanos, la responsabilidad recae en la mujer, en Carmen. Veo ahí una lectura.

-Está el deber, y está la culpa. Y sí: si eres mujer tienes más deber y más culpa. En la sociedad, ahí fuera del libro, nueve de cada diez cuidadores familiares son mujeres. Es lo de siempre, no vamos a repartirnos. Pero es algo que sin duda está ahí. Ese machismo. Y da igual lo modernos que seamos. En mi casa todos tenemos estudios universitarios, y a la hora de colaborar en casa, cuando estamos todos, siempre hacen más las mujeres. Esto yo no sé cuándo se arreglará. Hay un machismo también fomentado por las mujeres de antaño. Y heredado por las madres de ahora.

Si eres mujer tienes más deber y más culpa. En la sociedad, ahí fuera del libro, nueve de cada diez cuidadores familiares son mujeres

-Ese machismo que se intuye en una frase en la que usted dice algo así como que la madre era el pegamento de la familia. Un machismo que no sé si calificar de bienintencionado. De esas madres que estaban siempre pendientes de lo familiar, porque entendían que era su rol.

-Sí. Las mujeres como Loctite. Los hombres creo que somos otra cosa. Yo soy reportero en un periódico, y casi siempre que viene alguien con un problema familiar gordo, viene una madre. Es la madre la que da la cara, la que tira del carro. La que sostiene. Dudé en la novela si el protagonista debía ser un viudo o una viuda. Decidí que fuese un hombre porque estos generan más intemperie. Es alguien más inerme. Las mujeres las veo más fuertes, más independientes, menos demandantes.

-Hay una tragedia en la novela que determina la historia de esta familia. No la desvelamos. Pero en cuanto terminé Los siguientes surgió la pregunta: ¿se puede dejar de querer a un padre?

-Tengo la sensación de que no. En mi caso he conocido historias muy terribles: hijas que han sido violadas por su padre durante diez años. Estas hijas no han querido cortar el vínculo con su padre. Tienen necesidad de ver a su padre, o de perdonarlo, porque han considerado que simplemente era un enfermo. Siempre necesitamos a un padre. Tengo la sensación de que no: no podemos dejar de querer a un padre. Como no podemos dejar de respirar.

-Los tres hermanos, Carmen, Gabriel y Darío, llevan sus fracasos. ¿Cuál es el mayor fracaso de su generación? Me refiero a la suya, a la de Pedro Simón.

-No se puede ser feliz si tienes envidia. Es el mayor tapón para la felicidad. De hecho, es el único de los siete pecados capitales que no te produce placer. Somos una generación cosida por la envidia. Pero el gran fracaso de mi generación es el medioambiente y el mundo que estamos dejando. Hay dos temas que me preocupan mucho: el clima –que creo que está infrarrepresentado en los medios- y el abuso de la tecnología. Son dos temas que modulan mi día a día, porque son el aire que respiro y lo que hago con mis dedos y mi cabeza.

Cuando veo a gente octogenaria muy luminosa me genera mucha admiración. Porque en mitad de su oscuridad están emanando luz

-¿Qué le debemos a la generación anterior? A la anterior a la suya.

-Que estemos aquí hablando tú y yo. Le debemos todo. Incluso tus heridas. Me genera mucha admiración la gente mayor, la gente mayor luminosa. No envejeces tanto por los años como por la gestión que haces de la mierda que haya en tu vida. Cuando veo a gente octogenaria muy luminosa me genera mucha admiración. Porque en mitad de su oscuridad están emanando luz. Hay mucha ejemplaridad ahí.

-¿Cómo analizaría la sociedad joven, adolescente o veinteañera?

-Hay dos termómetros que miden la temperatura de un país. El primero es cómo tratamos a la gente mayor, que creo que hoy día está bien, y el segundo es el termómetro de cómo tratamos a la gente joven. Ahí damos mala nota. Porque les insultamos, le llamamos ninis, le decimos que no estudian, que no trabajan. Les damos sueldos de mierda, situaciones de precariedad laboral absolutamente crónicas, les invitamos a que se vayan a estudiar al extranjero. Creo que tratamos de mierda a los jóvenes. Por otra parte, los jóvenes han tenido la mala suerte de crecer con una tecnología pensada para que sean yonkis. Los mejores psicólogos conductuales del mundo se están forrando en Silicon Valley para que tus hijos sean yonkis de la tecnología. Creo que nuestros jóvenes son lo mejor de este país.  

-Los siguientes, de nuevo sin desvelar nada, es una novela sobre el perdón. ¿Por qué?

-Es una novela que habla del amor incondicional. Habla de redención. De las segundas oportunidades. La familia, al final, es un puerto-refugio donde siempre sale el sol. 

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