La ventana
Luis Carlos Peris
Qué manera de rescatar al dictador
Artes escénicas
Sevilla/La memoria de la Transición tiene banda sonora (Jarcha, Serrat...); filmografía (Plácido, El verdugo, Los golfos, El crack, La escopeta nacional, La cabina...); y bibliografía (El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes, La verdad sobre el caso Savolta...). Están en el imaginario colectivo de esa generación pero también han llegado a las siguientes porque hay un soporte físico al que acudir para revisarlo. El teatro tiene el hándicap de lo efímero. Máxime cuando ni se grababan unas representaciones donde el personal de la sala estaba más pendiente de avisar a los actores si aparecía el censor (encendían pequeñas luces rojas como señal para tapar escotes y cambiar diálogos).
Sin embargo, el teatro cumplió un papel "como acontecimiento social y político", en palabras de Pedro Álvarez-Ossorio. Con la autoridad que dan 50 años vinculado a proyectos como Esperpento –por el que pasaron hasta un vicepresidente del Gobierno como Alfonso Guerra y una de las primeras mujeres políticas de la era democrática, Amparo Rubiales–, Álvarez-Ossorio ha compartido su memoria para escribir, junto a la actriz Pepa Sarsa (encargada de corrobar con documentación sus recuerdos) esa historia. El resultado es La vida es un sueño... de verano. De Esperpento a un teatro andaluz, editado por el Centro de Estudios Andaluces.
En 2018 se cumplieron 50 años del nacimiento de Esperpento en 1968, al que pertenecieron entre otros Roberto Quintana, Juan Carlos Sánchez, Justo Ruiz, José María Rodríguez Buzón, Miguel Rellán, Antonio Andrés Lapeña, Luis Baquero, Jesús Cantero o María del Carmen Cordero. Álvarez-Ossorio, uno de sus fundaderos y que permaneció en él hasta su "autodisolución" en 1988, sintió pena al ver que "nadie se acordó" y tuvo necesidad de "reivindicarlo", por el movimiento cultural que generó. De una escisión surgió el colectivo Mediodía, de un intento de vuelta a unirse el proyecto Teatro de Repertorio y sus componentes estuvieron implicados en el nacimiento del Instituto de Teatro de Sevilla (ITS) y del Centro Andaluz de Teatro (CAT).
Ante el olvido, Álvarez-Ossorio sintió la "obligación" de hacer esa labor de "memoria histórica". "Mi objetivo es contar un sueño que no es privado, es colectivo", defiende el actor, director, dramaturgo y gestor teatral sevillano que hoy preside la Asociación de Amigos del Teatro y de las Artes Escénicas cuya sede, La Fundición, es heredera de ese sueño de "teatro estable" que tuvo en la Sala San Hermenegildo, el Teatro de Repertorio, el ITS y el CAT varios intentos frustrados. Un lugar donde investigar, formar y estrenar.
En forma de diálogo entre Álvarez-Ossorio y Sarsa y dividido en tres actos, el libro recorre el origen de Esperpento en el Seminario. Allí se conocieron e hicieron sus primeras obras Álvarez-Ossorio, Roberto Quintana y Justo Ruiz. El director del TEU, Joaquín Arbide, vio una de sus representaciones de Chéjov y ofreció a Álvarez-Ossorio llevarla al Lope de Vega. Uno tras otro colgaron los hábitos y se embarcaron en Esperpento, uno de cuyos primeros éxitos fue Antígona, protagonizada por Amparo Rubiales y dirigida por Rodríguez-Buzón con Alfonso Guerra, apodado El Santo Padre por su carácter estricto con quien faltaba a los ensayos. Rubiales lamenta que la política la apartara del teatro en lo que, según dice la histórica del PSOE andaluz, "probablemente fue mi mayor error".
Esperpento no se libró de la censura. En 1973 el censor de Lugo se presentó en el teatro sin uniforme, por lo que nadie avisó de su presencia. Su informe de Cuento para la hora de acostarse fue demoledor: escenas sexuales, mofa militar y religiosa... La compañía alegó y logró que el juez no viera delito pero cayó una multa de 50.000 pesetas que recaudaron pintores amigos. Para Justo Ruiz "es importante que los de ahora sepan que están siguiendo un camino que nosotros abrimos". Fueron "tiempos difíciles" en los que una simple reunión en Zaragoza para preparar el Festival Cero de Teatro Independiente de San Sebastián, que finalmente fue prohibido, acabó con algunos en el calabozo pese a que intentaron simular ser invitados a una boda.
En 1973 se produjo la primera escisión de Esperpento. Mientras unos como Álvarez-Ossorio querían más dedicación para profesionalizarse, otros rechazaban aparcar sus estudios y trabajo. Muchos lo dejaron. Tras la muerte de Franco se produjo la crisis. ¿Tenía sentido seguir? ¿Contra qué luchaban ahora? Hubo "depresiones artísticas", un periodo transitorio de Comedia dell'Arte y la división con Mediodía, el otro colectivo clave en la historia del teatro independiente andaluz.
El libro repasa proyectos de formación multidisciplinar y complementarios a la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD). De nuevo Amparo Rubiales, entonces vicepresidenta de la Diputación de Sevilla, impulsó el ITS, que alcanzó gran prestigio para oposición de la ESAD. Veintidós años después de su cierre, 181 diplomados aún esperan que se reconozca su título. Para Álvarez-Ossorio, con su "aniquilación no sólo destruyeron un proyecto sino que también rompieron de una manera irreconciliable al colectivo que lo creó alimentando odios difíciles de superar". La ESAD estaba dirigida entonces por un ex miembro de Esperpento, apodado en el libro El Judas.
Hasta su fin en 1998, el ITS se integró unos años en el CAT, nacido en 1990 y al cual, según Álvarez-Ossorio, que dio clases en él hasta 1992, "fueron dejando morir lentamente". Luego vino un periodo de depresión y un nuevo intento frustrado de Escuela Municipal de Artes Escénicas hasta abrir, en 1999, la sala La Fundición, en un local de la Casa de la Moneda cedido por el Ayuntamiento pero acondicionado y mantenido con fondos propios. Se estrenó con la obra Razón de Estado pero hasta 2002 no tuvo programación estable. Igual que cuenta con crudeza la ofensiva de El Judas contra el ITS, Álvarez-Ossorio denuncia no sólo la falta de apoyo de la Junta sino también su mala relación con ella en la época de la consejera Carmen Calvo, hasta el punto de que los trabajadores de la Agencia de Instituciones Culturales tenían que "pedir permiso" para ir "para evitar represalias".
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