La música del sonámbulo

Paul Lewis | Crítica

Paul Lewis en el Patio de los Mármoles el pasado viernes / Javier Martín Ruiz
Pablo J. Vayón

29 de junio 2024 - 09:59

La ficha

PAUL LEWIS

**** 73 Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Paul Lewis, piano.

Programa:Integral de las sonatas completas para piano II

Franz Schubert (1797-1828): Sonatas para piano nº15 en do mayor D.840 [1825], nº13 en la mayor D.664 [1819] y nº16 en la menor D.845 [1825]

Lugar: Patio de los Mármoles (Hospital Real). Fecha: Viernes, 28 de junio. Aforo: Casi lleno

Una de las más importantes aportaciones de Antonio Moral a la programación del Festival de Granada ha sido la profundización en la música de cámara, que ha ganado en presencia y definición con algunos ciclos tan significativos como el que este año se dedica a Franz Schubert. En una edición que mira indisimulada al mundo de Viena, no podía faltar la atención a quien es sin duda el más importante compositor nacido en la capital austriaca. En Granada a Schubert se lo celebra con lieder, piezas camerísticas diversas y la integral de sus sonatas para piano, un reto que se ha puesto en las manos de uno de los pianistas más dotados para esta música en el competitivo mundo concertístico actual, Paul Lewis (Liverpool, 1972).

Encabeza Rafael Ortega Basagoiti sus estupendas notas sobre el ciclo con un comentario del propio Lewis: “Me encanta la vulnerabilidad de Schubert, su fragilidad, la falta de resolución. En cierto modo, la suya es la música más real y humana". Podría decirse que ese carácter aparentemente frágil de la música de Schubert se aprecia ya en sus dificultades para acabar los proyectos de sonata puestos en marcha (más de 20 para dejar terminados sólo 11) o en sus indefiniciones formales, esas repeticiones fuera de sitio, esos desarrollos truncados... Pero en todo ello hay en realidad una personalidad que se afirma a partir de Beethoven y en parte contra él, contra el demiurgo cuyo peso asfixió a tantos maestros del XIX. El piano de Schubert es sin duda deudor del de Beethoven, pero no asume su modelo sin más, lo enfrenta, lo contradice a menudo y lo interpela, como interpela al espectador con una música que canta libre y desprejuiciada, ingenua si se quiere, y de repente se hace intensa, obsesiva, incluso agresiva y hosca en sus arrebatos y sus reiteraciones (que casi podrían pasar por pueriles enfurruñamientos). "Beethoven componía como un arquitecto; Schubert como un sonámbulo", escribió Alfred Brendel y en la imprevisibilidad de esta música, la del sonámbulo, reside en efecto parte de su encanto.

Como buen discípulo de Alfred Brendel, Paul Lewis mira a Schubert desde el equilibro entre razón y sentimiento, pero no deja de ver lo que hay de progresista en sus obras, que afronta con una elasticidad en el fraseo muy romántica, con unos contrastes que pueden ser incluso violentos. Domina en cualquier caso el canto, la melodía como principio constructor de unas obras que son hondamente humanas pues en ellas aflora (y cito otra vez a Lewis) lo que nos hace frágiles, "la pérdida, la esperanza, la nostalgia".

Las dos primeras citas de esta integral en cuatro sesiones han tenido lugar en el Patio de los Mármoles del Hospital Real. No pude asistir a la primera el pasado martes, pero en el arranque de la segunda, el viernes 28, me pareció que Lewis no terminó de encontrar el punto exacto de equilibrio que le estaba pidiendo la música. La música era la de la Sonata D.840, de 1825, una obra que Schubert dejó sin terminar, pero que suele incluirse entre las completas pues los dos movimientos que nos han llegado son absolutamente monumentales. El primero es, casi desmintiendo el aserto genérico sobre el compositor, muy sinfónico, afirmativo, y ahí radicó posiblemente mi impresión: el pianista de Liverpool pareció enfatizar el volumen frente a los detalles y, aunque el fraseo fue ya de una flexibilidad consistente, el conjunto resultó algo plano, sin profundidad, salvo por una coda convertida en clímax (del forte al pianissimo); todo cambió con el Andante, cuando las dinámicas se hicieron más contrastadas, y Lewis empezó a matizar con extraordinaria sutileza el peso, el color y el brillo de las notas en lo que me pareció un uso notable del pedal izquierdo, con lo que logró variar el tono de cada repetición y capturar, canto mediante del primer tema, la melancolía que transita por todo el movimiento.

Sin levantarse de la banqueta ni esperar aplausos, afrontó el pianista inglés la D.664, una obra de 1819 y radicalmente diferente, pues desde el principio apunta en ella una lírica jovialidad que apenas sólo se contiene en un Andante que vuelve a ser nostálgico, pero tan cantábile como el resto la de obra, aun acentuado ese ritmo dactílico tan característico de Schubert, que no es otro que el del caminante. La melodía siguió dominando la interpretación, apoyada en un legato de la mejor ley y en un rubato exquisito, que dio elasticidad y elegancia a toda la obra, con un final grácil, luminoso, danzable.

Tras breve pausa, afrontó Lewis la obra más desafiante de la noche, la D.845, también de 1825, en la que mostró los mayores contrastes imaginables, empezando por las dinámicas, con los dos temas del primer movimiento ya claramente enfrentados y conducidos a un final en fortissimo de naturaleza puramente dramática. Especialmente intenso resultó el Andante con variaciones, en el que las modulaciones, algunas sfumature (logradas otra vez con el uso desacomplejado del pedal una corda) y el uso expresivo del silencio pasaron a primer plano. Más contrastes: el color del Scherzo, repleto de modulaciones bizarras, fue variado de forma esencial en un Trío sereno, como un remanso de calma en medio de la tempestad. Frenético Rondó de cierre con una coda en accelerando vibrante. El sonámbulo parecía para entonces bien despierto.

Como al parecer hizo ya el primer día, quiso Lewis adelantar en la propina algo del siguiente concierto de su integral: esta vez fue con el Allegretto quasi andantino de la D.537, primera obra que sonará en la próxima cita, que será el lunes próximo y en el Patio de los Arrayanes.

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