Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Patricia Guerrero | Directora del Ballet Flamenco de Andalucía
Hija única de un futbolista y una bailaora y maestra de flamenco, que aún hoy sigue dando clase en el Carmen de las Cuevas, Patricia Guerrero (Granada, 1990) bailaba ya a los ocho años en los escenarios de las peñas flamencas; a los 17 ganó el prestigioso premio Desplante del Festival de La Unión y a los 18 decidió trasladarse a Sevilla donde, a las órdenes de Rubén Olmo (hoy director del Ballet Nacional de España), pronto se convertiría en la primera bailarina del Ballet que hoy dirige.
Ha bailado en compañías como las de Mario Maya, Rubén Olmo, Arcángel, Belén Maya o Andrés Marín y, más tarde, con la suya propia, ha triunfado en teatros y festivales con trabajos como Latidos del Agua, Catedral (Giraldillo al Mejor Espectáculo de la Bienal de Flamenco de 2016), Distopía (2018) y Deliranza (2022).
En 2021, tras varias nominaciones a los Max, le llegó el Premio Nacional de Danza y en 2023, como coronación de esa vertiginosa carrera, la granadina fue elegida directora del Ballet Flamenco de Andalucía por una comisión que valoró positivamente los proyectos presentados por ella. Entre estos, Tierra Bendita y Pineda, un espectáculo sobre Mariana Pineda de Lorca, cuyo estreno tendrá lugar el próximo 3 de agosto en los jardines del Generalife, dentro del ciclo ‘Lorca y Granada’.
A pesar de su juventud, Patricia es hoy una artista madura, brillante, y con una seguridad en sí misma que no viene de la arrogancia sino de los casi 30 años que lleva bailando, experimentando, retándose a sí misma y empoderándose cada día un poco más.
-Su talento, su técnica y su capacidad de trabajo son indiscutibles, pero ¿cómo ha podido alcanzar tantas metas en tan poco tiempo?
-Visto desde fuera parece que todo ha ido muy rápido, pero no es así. El camino ha sido largo y he ido superando etapas, como todo el mundo. Lo que ocurre es que empecé a bailar con tres años y he tenido la suerte de no tener que luchar contra grandes obstáculos: mis padres me apoyaron desde el comienzo y me dieron una gran libertad; he tenido acceso a grandes maestros como Mario Maya, he podido hacer una carrera universitaria… Y tal vez he tenido suerte a la hora de tomar decisiones, como la de trasladarme a Sevilla con 18 años ya que, con 20, ya era primera bailarina en el BFA y en él aprendí todo lo necesario para, más tarde, crear mi propia compañía.
-¿Cuándo sintió que tenía un estilo, un discurso propio en el baile?
-Yo siento que Catedral (2016) marcó un antes y un después en mi carrera. Aunque me encanta el teatro, era la primera vez que utilizaba mi baile para contar algo y no como un fin en sí mismo; y la primera vez que me ponía a las órdenes de un director de escena (Juan Dolores Caballero) que me abrió la mente a nuevas visiones. Mi siguiente trabajo, Distopía, (un encargo del Centro Pompidou de Málaga) fue un paso adelante. En él interpretaba también a una mujer oprimida y rebelde, y tuve que inventarme nuevos códigos en mi lenguaje para expresar sus sentimientos y sus contradicciones. Creo que fue un espectáculo muy rompedor en su concepto, con una belleza muy particular.
Ahora sí creo que tengo un discurso dancístico propio, aunque no sé por dónde me llevará en el futuro"
Y finalmente, en Deliranza, me sitúo en otro lugar diferente, dancística y musicalmente. Ahí me reafirmé como creadora. Nunca había hecho un espectáculo tan grande y con tanta libertad. Fue un reto maravilloso. Y creo que sí, que ahora sí tengo un discurso dancístico propio, aunque no sé por dónde me llevará en el futuro.
-El baile de Granada, donde se formó, amén de la importancia de los pies, ha tenido siempre un lado bastante natural y salvaje mientras que su baile suele definirse como altamente estilizado, elegante, geométrico e incluso barroco. ¿Cómo ha llegado a esta sofisticación?
-Pues yo creo que ha sido la música la que más me ha influido. No hablo de la música flamenca, que me apasiona, sino de todos los géneros. Yo estudié el Magisterio Musical y siempre he aprendido de los músicos que me rodeaban. No solo de los flamencos, como David Carmona, o Dani de Morón, o Diassera, o Arcángel… También, y muchísimo, de los de otras músicas, como el violagambista Fahmi Alqhai, con el que he colaborado en varias ocasiones. Cada una de estas experiencias me ha hecho encontrar nuevos caminos, nuevos matices. Es cierto que ahora mi baile, mi seguiriya, por ejemplo, es más barroca, pero quiero dejar claro que lo que yo hago es flamenco. Nunca he pretendido hacer otra cosa. De hecho, siempre tengo que dejar una parte en todos mis trabajos para la improvisación, que me parece esencial en el flamenco.
- Usted ha bailado la Chacona de Bach con un violín o la música de Biber con una viola da gamba. ¿cómo hace para ejercer su santa libertad como creadora sin perder la esencia del flamenco?
-Está claro que hoy se baila de una manera diferente a como se hacía en épocas pasadas. Vivimos la época que vivimos y tenemos otros estímulos. Pero lo importante es no perder el vínculo con la tradición, conocer las fuentes de la que venimos. En eso si están cambiando las cosas porque yo veo a los jóvenes que vienen detrás de mí un poco perdidos y es porque no investigan, no conocen a fondo los cantes y, por tanto, no tienen claro de dónde venimos. Por eso es tan importante la formación, transmitirles todo el conocimiento que nosotros hemos recibido de nuestros maestros. En ese sentido, aunque sea joven, yo me siento un poco madre de los bailarines del Ballet. Y lo cierto es que su evolución en estos cuatro meses ha sido brutal.
-En Pineda, además de interpretar el papel titular, ha asumido la coreografía y la dirección de escena. ¿En qué momento sintió que la coreografía era uno de sus talentos y de sus objetivos?
-La verdad es que disfruto mucho coreografiando. Desde pequeñísima me encantaba montar mis bailes y adornarlos cambiando los pasos que me ponían. Luego, en casi todos mis espectáculos ha habido otras bailarinas o bailarines. En Deliranza por ejemplo, éramos siete conmigo, y también he coreografiado una pieza para los 30 jóvenes de los talleres pedagógicos de Larreal, del Conservatorio de Danza de Mariemma. En cuanto a la dirección, me siento muy arropada. He contado con la dramaturgia de Alberto Conejero y tengo a mi lado siempre a Eduardo Leal (repetidor del Ballet e intérprete de la obra) en cuyo criterio confío muchísimo, así que me siento tranquila.
-Entonces, se puede decir que se siente completamente preparada para afrontar su etapa al frente del BFA
-Por supuesto. Si no, no me hubiera presentado. Y estoy contentísima de que me haya llegado en este momento de mi vida porque hay que tener mucha fuerza para estar donde estoy y yo ahora la tengo. Fuerza y carácter y ganas y criterio y capacidad de decisión, porque hay muchas cosas que dependen de ti cuando eres la directora de un ballet como este. Estoy trabajando muchísimo, pero tengo un gran equipo y me levanto cada día con ilusión. Creo que es un buen momento.
-Pero se ha encontrado un Ballet que lleva mucho tiempo en horas bajas, casi en peligro según algunas voces.
-Conozco bien las vacas flacas. En realidad, yo no he conocido sus buenos tiempos; cuando entré, en 2010, ya era una compañía con pocos medios y una dirección por proyectos. Pero es cierto que lo que me encontré el año pasado a mi llegada fue bastante descorazonador; tuve la sensación de que había… no sé cómo calificarlo, una dejadez quizá a todos los niveles. Por eso creo que hace falta un puñetazo en la mesa, un decir aquí estamos, y Pineda va a ser eso, no tengo ninguna duda.
-¿Cree que el éxito de un espectáculo puede hacer que las administraciones apuesten por un ballet que lleva años sin ocupar el lugar que merecería como representante institucional del flamenco y de Andalucía en el mundo?
-No solo un espectáculo. Es que, a partir del estreno, el Ballet va a tener una voz, un discurso, una calidad… Y eso deberá tener sus repercusiones. Yo tengo una visión clara de lo que quiero para mi ballet, he elegido un elenco jovencísimo y maravilloso que lo está dando todo y tenemos que ser capaces de contagiar nuestro rigor y nuestro entusiasmo a toda la estructura (producción, distribución…) y, por supuesto, a los políticos responsables.
-En 2021 fue invitada al Ballet Nacional de España, para interpretar a otra mujer empoderada: la Bella Otero, ¿Cómo fue su experiencia?, ¿hay muchas diferencias entre el BNE y el BFA, aparte del número de bailarines?
-La diferencia es abismal, eso salta a la vista. Para mí fue una experiencia fantástica; me encantó el personaje, me trataron magníficamente y aprendí mucho de lo que es un ballet público. Pero una compañía tan enorme también tiene muchas cosas negativas. Yo creo que el BFA podría ser un grandísimo ballet sin necesidad de tener una estructura tan compleja.
-Entonces, ¿le parece bien que el ballet público de Andalucía tenga únicamente 9 bailarines?
-No, eso no. En Pineda hemos conseguido cuatro bailarines más de refuerzo y ya 13 sería para mí un número casi perfecto. Ojalá pudiéramos contar siempre con ellos. Además, junto a los músicos titulares, en todas las funciones del Generalife y en la Bienal de Sevilla contaré en escena con los compositores de la pieza, mis grandes colaboradores Dani de Morón y Agustín Diassera. En cualquier caso, ahora no se trata de añorar lo que nos falta sino de mirar por lo que hay y sacarle el máximo partido. Por el momento, he conseguido que tengamos una maestra de ballet, que no es poco.
-Cuando se juega en la primera división y se tienen tantas responsabilidades, ¿se puede separar la vida artística de la vida personal? ¿Cómo cuida Patricia Guerrero su cuerpo, su mente y su espíritu?
-Ahora mismo no tengo tiempo para nada, pero soy una persona muy positiva y me he propuesto disfrutar de cada momento. Son muchas horas de trabajo y hay muchas presiones, pero yo siempre he tenido y tendré una vida aparte del baile. Es importante llenarte de las cosas bellas de la vida: un libro, una charla, una comida… Si no, acabas entrando en bucle. Yo soy muy sociable y bastante payasa, pero a la vez me gusta mucho leer, pensar en soledad y escribir. Mis reflexiones constituyen uno de los motores de mi baile”
-¿Cuáles son sus escritores y escritoras de cabecera?
-Va por épocas. Me inspira mucho la poesía, y también la literatura de mujeres como Virginia Wolf, o Jane Austin. Me encanta cómo esta última mira por dentro a las personas, cómo analiza los sentimientos. No descarto bailar algo suyo en el futuro.
-Parece que le gusta interpretar papeles de mujeres atormentadas pero fuertes y seguras. ¿Cómo ha afrontado a una heroína como Mariana Pineda?
Siempre me ha atraído esa mujer, granadina como yo, por la valentía que tuvo, y que no tuvieron muchos hombres, al no delatar a los suyos. He visto otros trabajos que se han hecho sobre ella y me ha inspirado mucho el que hizo Pepa Flores para el cine. Tal vez las escenas más difíciles de plasmar hayan sido el momento en que ella toma la decisión de morir y el de su muerte. Siempre es difícil escenificar una muerte, pero creo que hemos logrado componer una escena muy hermosa, aunque muy triste.
-Usted se encuentra en un momento álgido de su carrera personal, ¿ha tenido que renunciar a muchas cosas para asumir la dirección del Ballet?
-No, no, yo he tenido que renunciar a pocas cosas en mi vida. Y ahora tampoco, todo lo más a unos cuantos bolos con mi último espectáculo Alter Ego. Un dúo fresco y maravilloso con Alfonso Losa que estrenamos el año pasado en el Festival de Jerez y disfrutamos como locos porque para ambos ha supuesto entrar en un territorio inexplorado hasta ahora. Eso sí me da pena, pero tengo a Losa también en Pineda (interpretando al malvado Pedrosa) y también hacemos un dúo precioso.
Después de Pineda vendrán los otros proyectos: la suite flamenca Tierra Bendita, la celebración del 30 aniversario del BFA, la coproducción entre el BFA y la Accademia del Piacere con Fahmi Alqhai que se estrenará en el Teatro de la Maestranza en mayo de 2025… Pero de todo eso se hablará a su debido tiempo.
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