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Fauré a la luz de dos gigantes

Patricia Arauzo | Crítica

Patricia Arauzo delante de la galería de los grutescos del Alcázar / Actidea

La ficha

PATRICIA ARAUZO

***

25 Noches en los Jardines del Real Alcázar. Patricia Arauzo, piano.

Programa:El piano de Fauré: inspiración barroca y romántica

Gabriel Fauré (1845-1924): Improvisación en do sostenido menor Op.84 nº5 / Fuga en mi menor Op.84 nº6 [1903]

Johann Sebastian Bach (1685-1750): Suite francesa nº5 BWV 816 [c.1722-25]

Gabriel Fauré: Nocturno en la bemol mayor Op.33 nº3 [1883] / Vals capricho en la mayor Op.30 nº1 [c.1882]

Frédéric Chopin (1810-1849): Sonata nº3 en si menor Op.58 [1844]

Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Sábado 6 de julio. Aforo: Casi lleno

Patricia Arauzo es pianista elegante, de sonido claro y elástico y grácil fraseo, que se mueve con soltura lo mismo en el terreno del Clasicismo que en la música de más efusiva subjetividad romántica. En el Alcázar presentó un homenaje a Fauré por el centenario de su muerte. Empezó poniéndolo en contacto con Bach, de quien tocó la Suite francesa nº5 de forma un tanto apresurada (atropelladas Courante y Bourrée), con articulación puramente pianística, más ligada que en staccato, generosa ornamentación (especialmente destacada en las repeticiones de la Allemande y en la Sarabande) y apreciable transparencia. Una lástima que decidiera eliminar las repeticiones de la Gigue, la pieza más contrapuntística (y, en mi opinión, la más atractiva) de la partitura.

Antes había tocado de forma un tanto impersonal dos piececitas de Fauré, que ganó en expresividad en un Nocturno muy estilizado, si bien más claro y límpido que verdaderamente emotivo. En la misma línea de transparencia el Vals capricho, de apreciable flexibilidad agógica. Siguió la Sonata nº3 de Chopin, que Arauzo miró más desde el punto de vista del canto y la flexibilidad rítmica que desde el color armónico, las audacias disonantes o la polifonía. Pese a todo, y limitada la percepción del componente dinámico por la amplificación, su version eludió la sentimentalización de la música chopiniana, especialmente en un Largo sereno y contenido, un punto granítico incluso, mientras logró una gran fluidez en los pasajes más fulgurantes del Presto de cierre. Como propina la de las Romanzas Op.17 de Fauré sonó con un lirismo encantador.

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