Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Los salones de manicura se han extendido a la misma velocidad que el número de turistas arrastrando maletas por las urbes costeras durante el verano. En cada esquina hay uno. Síntoma que demuestra que hacerse las uñas ha dejado de ser un privilegio de la jet set para convertirse en una moda que mueve millones de euros. Un negocio de estas características –con neones, sillones para la pedicura y esmaltes con toda la gama cromática– es el centro de la acción en Pasión Nails (Alianza). Con esta obra, la escritora onubense Rosario Izquierdo hace una exhaustiva radiografía sobre las desigualdades sociales, las diferencias educativas y culturales, la menopausia o el desempleo a raíz de la crisis del ladrillo. Temas que casan –aunque no lo parezca a priori– con la esperanza y la amistad. La autora de Lejana y rosa y El hijo zurdo (ambos de Editorial Comba) ofrece luz sin caer en estereotipos ni estigmatizaciones. Un libro ligero y sencillo en su lectura, pero lleno de una vitalidad que demuestra que no hacen falta giros imposibles ni personajes arquetípicos para atrapar al lector. Algo que, sin duda, se agradece.
Pero empezando por la trama. Su protagonista, Pepa, es una escritora, esposa y madre que ha pasado la barrera de los temidos cincuenta. Con la molesta menopausia rondando por una vida en la que se ha quedado sin empleo, un viernes decide echarse a la calle para caminar sin rumbo. Se pone unas mallas viejas, se calza unas deportivas “más viejas todavía” y llega a un “barrio descolorido”. Allí descubre “el pastel de fresa” con nombre propio: Pasión Nails. Un salón de belleza con fachada rosa fucsia en el que predominan las luces fluorescentes. Y descubre a Fani, una joven gitana que trabaja como esteticista, con la que forjará un vínculo fascinante.
Pasión Nails –y las clientas y empleadas que lo pueblan– funciona “como un espacio en el que las mujeres se reúnen y se dedican tiempo a si mismas”, lo que ha permitido a la escritora “meter la luminosidad de algo positivo para contar la desigualdad social”.
El tema principal de Izquierdo –desde que lanzó su ópera prima, Diario de Campo– es el “encuentro entre mujeres diversas”. Y lo hace sin sentimentalismos ni sensacionalismos. “A medida que avanza la narración, tiras de las riendas para no caer en estereotipos”, apunta.
Un ejercicio en el que la novelista busca permanentemente el equilibrio entre dos mundos antagónicos: el de los pudientes y el de los más desfavorecidos. “Mis protagonistas se atreven a cruzar esa barrera”, reflexiona Izquierdo, aunque admite que no quiere “idealizar” las visitas de Pepa a Pasión Nails, porque “están llenas de prejuicios por ambas partes”. Considera más bien que se trata de “un esfuerzo” que cualquiera debería hacer “para conocer a mujeres que cohabitan con nosotras en las ciudades” y que no interesan por un “clasismo” que impide ver “la exclusión social”. Realidades que en la obra no son juzgadas, pero tampoco se pasan por alto. Costumbres como normalizar el matrimonio entre jóvenes de apenas 16 años que implican “ser conscientes de los mandatos de género”.
Un importante nexo de unión entre ambos universos es la literatura. Momentos “muy emocionantes” para Izquierdo en los que Pepa y Fani dan clases particulares para que la segunda lea con mayor agilidad. “Sufría a la vez que quería presentarlo con esa ligereza en el tono”, matiza y muestra su sorpresa por el dominio tecnológico de muchas mujeres frente a las carencias en materias como la “lectura comprensiva”.
La literatura no es el único punto en común entre ambas. La esteticista interpreta un rol fundamental en la relación al aportar “esa fortaleza, resistencia y alegría” que a Pepa le falta. “No quería poner a Fani como una chica que no sabe leer, domina otras muchas cosas esenciales para la vida”, indica la escritora. Por su parte, Pepa trata de convivir con la menopausia. Un tema que no suele abordarse en la ficción, porque “el relato dominante casi siempre ha sido masculino”. Además, “el foco lo pongo en una protagonista de cincuenta, una edad frontera en lo existencial”.
Y como telón de fondo: la crisis del ladrillo. Esa depresión que afectó, principalmente, a los barrios obreros dejando heridas que todavía cicatrizan. Según la información recabada por Izquierdo se repite con frecuencia el patrón de “hombres sin formación que se quedan en paro, comienzan a beber y vuelven a vivir con sus madres, porque sus mujeres les dejan”. Un oscuro “fenómeno” que deja atrás a muchas personas “sin herramientas para combatir” .
A pesar de este escenario, Pasión Nails es una obra llena de fuerza que culmina con una boda en la que reina la alegría y la jarana. “Estoy un poco harta de que sólo me cuenten penas y alegrías de la gente rica, hay que mostrar también las alegrías de la gente pobre”, apunta la escritora. Una desenlace que, sin duda, llena de esperanza al que termina sus páginas.
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