"En los 90 parecía que el dinero llegaba como un maná"
Alberto Rodríguez presenta en Sevilla 'Grupo 7', ficción sobre la corrupción policial durante los preparativos de la Expo · El director cree que "ahora vemos la otra cara del decorado" del esplendor de aquel tiempo.
Cuando Alberto Rodríguez preparaba Grupo 7, la historia de unos policías que combaten con procedimientos controvertidos el tráfico de droga en la Sevilla de antes de la Expo, no esperaba que en su último largometraje se encontraran tantas conexiones con la actualidad. Pero la película, que se estrena la semana próxima (el día 4) y que su equipo presentó ayer en la capital andaluza, retrata cómo la sociedad mira hacia otro lado ante comportamientos irregulares con tal de que el espejismo de la prosperidad prometida no se desmorone, lo que puede leerse como un preámbulo de los capítulos de corrupción que vendrían después. "El 92 supuso una carta de presentación de España, en la que dijimos aquí estamos, somos una primera potencia. Las Olimpiadas, la Expo... Había cierta sensación de que el dinero llegaba como un maná, caído del cielo. Lo que ha vuelto actual Grupo 7 es que ahora estamos descubriendo la otra cara del decorado", valora el director sevillano.
A Rodríguez le interesaba hacer una película de género, "sin cumplir todas las reglas que eso conlleva, pervirtiéndolo", una cinta "de cine negro policiaco, o la historia del ascenso y caída de una banda de gángsteres, aunque tengan placa", el grupo al que se incorpora el joven Ángel (Mario Casas), cuya ambición acabará oscureciendo un carácter inicialmente bondadoso, y en el que operan el brutal y atormentado Rafael (Antonio de la Torre), el campechano y cómico Mateo (Joaquín Núñez) y el aparentemente aguerrido aunque temeroso Miguel (José Manuel Poga).
Antonio de la Torre ahonda en la reflexión a la que invita Grupo 7:para el protagonista de Gordos y Balada triste de trompeta esun filme "con grandes dosis de entretenimiento, con un ritmo trepidante que no te suelta, pero también muy pegado a la vida, que se hace preguntas". Entre esas cuestiones destacaría "qué hacemos cuando alguien tiene que barrer la casa y echar la mierda debajo de la alfombra: miramos para otro lado". El escenario de crisis del presente ha acentuado el "relativismo moral" que afecta al ciudadano. "Ése es uno de los grandes problemas de la sociedad: que cuando la situación se complica queremos que se solucione y no nos importa a costa de qué. Que ahora se plantee si va a haber o no sanidad pública, eso es un fracaso, un disparate", lamenta el actor.
De la Torre considera que la labor de un actor es "desaparecer y dedicarse a contar una historia", aunque abordó su transformación con dudas debido a la condición taciturna de su personaje, "que era todo lo contrario a mí", y a la necesidad de inspirar credibilidad en sus movimientos como agente, un detalle en el que tuvo una "generosidad absoluta"de la Policía Nacional. "El mejor piropo que me han hecho nunca vino gracias a la actriz Lucina Gil, que vio Azuloscurocasinegro con un juez de vigilancia penitenciaria y éste le dijo que yo parecía uno de los tipos a los que tomaba declaración. Lo mejor que me puede ocurrir es que un policía vaya a la película y me vea como un compañero", asegura. En ese proceso que el intérprete vivió "como un parto" fue determinante el apoyo de Alberto Rodríguez, para quien la "mayor diversión de un rodaje es trabajar con los actores. No entiendo a aquellos directores que piensan que un intérprete es su enemigo", mantiene el autor de 7 vírgenes. "Ellos son los que más se exponen cuando haces una película, mi deber es darles seguridad para crear los personajes".
Rodríguez también buscaba la verosimilitud en las secuencias de acción, otro de los puntos fuertes del largometraje. "Queríamos algo realista, no estas cosas que salen en las películas de Bruce Willis, donde de pronto lanzan un coche por una rampa que va a parar a un helicóptero, el helicóptero se desploma, el héroe se esconde entre dos taxis y consigue salvar la vida", revela el cineasta. Mientras gestaba el proyecto, Rodríguez descubrió que ambientar un filme en un pasado reciente podía ser aun más difícil que reconstruir una época lejana. "Nos dimos cuenta en la hemeroteca, cuando empezamos a ver la publicidad. Si tomas un poco de perspectiva cualquier anuncio de hoy es ridículo, pero cuando miras uno de dos décadas más atrás es alucinante. Todo ha cambiado muchísimo desde entonces: apenas había móviles, ni internet, los aires acondicionados eran un lujo...". Esa ubicación en un tiempo distinto también afectó al modo en que el reparto encaró sus papeles. "Hablamos mucho de que no es lo mismo encarnar a un policía de ahora que a uno que se había graduado con Franco", observa De la Torre. "Hacer una película de época es difícil, no es ponerte un traje y ya está, hay muchas cosas de coco".
En Grupo 7, su director vuelve a filmar su ciudad natal. "Nunca he sentido ese complejo de ser andaluz y tener que alejarme porque esto no me inspira. Al contrario: en 7 vírgenes me pasaba con las contradicciones de los chavales que van con ropa Nike y un Jesús del Gran Poder de oro de cuatro centímetros en el pecho. Aquí tenemos una visión religiosa que a veces me sobrepasa. El otro día estaba viendo un cartel de un besamanos del Cristo de la Buena Muerte. ¡Es tan literario eso! Soy ateo y me llama la atención la idiosincrasia de esta ciudad, hay algo muy poético en ella".
Las excelentes críticas y la expectación que ha rodeado Grupo 7, que el mes próximo se proyectará en el Festival de Tribeca, en Nueva York, apuntan que la película podría consagrar definitivamente a Alberto Rodríguez como uno de los nombres más solventes de la industria cinematográfica española. "No es la primera vez que oigo algo así, pero cuando hago una película a lo que aspiro es a terminarla, y a que complete los suficientes objetivos para que pueda hacer la siguiente", admite con modestia. De la Torre, de gira con Grooming, de Teatro de la Abadía, puede presumir de ser uno de los actores más solicitados del país. "Me da pudor que en plena crisis me vaya muy bien, lo trato todo con mucha humildad por eso", afirma. "El otro día hablaba con alumnos de la universidad y les decía que me había llegado el éxito con 40 años, que me había llevado 39 años fracasando. Pero una chica sensata me dijo que eso no era fracasar, sino un camino que hay que recorrer", concluye el malagueño.
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