El paraíso propio de Rocío Molina
artes escénicas
La bailaora lleva al Central 'Caída del cielo', reivindicación del "placer y la belleza de la mujer" más allá de las convenciones
La malagueña prepara una obra sobre "el deseo de ser madre"
Sevilla/Los espectadores del Teatro Central recuerdan aún maravillados la experiencia que vivieron de la mano de Rocío Molina en la última edición de la Bienal de Flamenco, cuando la bailaora protagonizó ante el público una improvisación de cuatro horas. Con aquel desafío, la malagueña, que ya había dado muestras sobradas de su virtuosismo y poseía entre otros reconocimientos el Premio Nacional de Danza, confirmaba que no tenía ninguna intención de bajar la guardia y que seguía llevando su exigencia hasta el límite. Sin un guión trazado de antemano, compartiendo con el auditorio no sólo su baile prodigioso sino también su extenuación y su vulnerabilidad, Molina consiguió provocar una emoción genuina aquella noche.
Por aquella velada memorable -y el prestigio que ha sabido ganarse en todos estos años de trabajo-, Caída del cielo, la propuesta con la que la bailaora regresa al Central hoy y mañana, era "uno de los espectáculos más esperados de la temporada", como señala Manuel Llanes, director artístico del espacio de la Cartuja, quien definió a Molina como una creadora que "conoce muy bien la morfología del flamenco, pero crea su propia sintaxis". Estrenada en París, en el Théâtre National de la Danse de Chaillot, en noviembre de 2016 y avalada por los Premios Max, donde Molina hizo doblete y se llevó los galardones a la mejor intérprete femenina de danza y a la mejor coreografía, la pieza -para la que se agotaron las entradas el mismo día que salieron a la venta- es un nuevo ejemplo de la fiereza de una artista que se deja la piel en lo que hace. En su nuevo montaje, la bailaora "pasa por todas las emociones posibles. Va desde lo más bello a lo que algunas personas considerarían escatológico", apunta María Ángeles Carrasco, directora del Instituto Andaluz de Flamenco, que acompañó ayer a Molina en su presentación de este espectáculo a la prensa.
La bailaora ahonda en esa dualidad por la que oscila entre lo hermoso y lo turbio: "Carlos [Marquerie, el codirector y encargado de la dramaturgia] y yo tenemos un lado poético y un lado macarra". Y en Caída del cielo Molina se inspira en El Bosco y El jardín de las delicias para renunciar a la placidez del edén. "La obra empieza de forma muy bella, muy onírica, en el paraíso. Mucho horizonte, mucho silencio, mucho descubrimiento; es un comienzo en el que no hay baile pero sí gesto", asegura la coreógrafa. Pero "de tan bello", dice, ese enclave idílico "puede ser aburrido. Yo creo que a mí me sueltas en el paraíso y me convierto en serpiente". Y entonces se produce el descenso, la caída a otro lugar parecido al infierno, donde se cuece "el goce, el llanto, el dolor, todo lo que significa estar vivo". Es ahí donde su protagonista se dio "carta blanca" para disfrutar junto a sus músicos -Eduardo Trassiera, José Ángel Carmona, Oruco, Pablo Martín Jones-, y esa libertad se traduce en "mucha diversión, juego, atrevimiento", una nueva apuesta de riesgo en la que ella rompe con la verticalidad del baile y se echa al suelo para desplegar allí toda su expresividad.
Pero Caída del cielo, que se presentó esta semana en el Festival de Jerez, es ante todo una reivindicación de una feminidad que se exhibe en toda su plenitud y desdeña la mirada sesgada que impone la sociedad. Molina no olvidó una imagen que le regaló una presa de una cárcel de París, a la que le preguntó de dónde sacaba sus fuerzas y que le contestó llevándose las manos a los ovarios. La intérprete retoma ahora ese gesto en su espectáculo, y habla de "la belleza de la mujer, del placer de la mujer. A ciertos hombres no les puedes hablar de la menstruación porque sienten asco. Y yo quiero, como mujer, que esa parte se entienda como belleza, como vida", reclama.
Molina, que lleva, afirma, "toda la vida bailando mis verdades sobre el escenario", volverá a desnudarse emocionalmente en la producción que prepara, un trabajo "sobre el deseo de ser madre", una "necesidad " que la artista explorará desde su danza. "Hay muchas mujeres que se tiran años intentando tener hijos. Yo no sé cuánto tardaré en conseguirlo, lo voy a intentar, pero si no me quedo embarazada no quiero que sea un drama", explica, midiendo sus palabras. En su próxima creación, la bailaora promete otro tempo: "Después de Caída del cielo, que es una obra con mucha potencia y en la que estoy al límite, no encontraba sentido a ir más allá. Será algo totalmente diferente", concluye.
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