Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Salir al cine
Me van a perdonar la cursilería, al fin y al cabo también es un lema del que ellos mismos se han apropiado, pero el paraíso cinéfilo existe y está en Bolonia. Si hasta ahora podíamos intuir desde la distancia y no sin envidia que el Festival Il Cinema Ritrovato de la hermosa ciudad del Norte de Italia era el mejor evento de sus características en todo el mundo, ahora podemos asegurarlo después de haber pasado allí unas jornadas disfrutando no sólo del mejor cine histórico restaurado sino también de un ambiente excepcional, devoto y contagioso que hace sentir a cualquier cinéfilo de provincias como protagonista privilegiado de una gran celebración colectiva del legado, el respeto profundo y la apreciación del cine como patrimonio emocional y artístico de nuestro tiempo a pesar de las sucesivas crisis y de los agoreros que periódicamente anuncian su muerte o su extinción.
Porque en las salas y las plazas de Bolonia se celebra estos días el cine como quien celebra una fiesta sagrada, con un trasiego de acreditados, especialistas y públicos de todas las edades venidos desde Japón a Latinoamérica pasando por cualquier país europeo, para los que la novedad no es la pasada Palma de Oro o el último hype crítico, sino la posibilidad de ver en una pantalla gigante y bajo las estrellas la nueva versión restaurada de Centauros del desierto (1956), de John Ford, clásicos del cine mudo de hace justo cien años como el Kino-Pravda no. 18 de Dziga Vertov, la deliciosa comedia surrealista Au secours!, de Abel Gance y Max Linder, o el Ballet mécanique de Fernand Leger con acompañamiento musical de vanguardia (Valentina Magaleti), la nueva copia de Tokyo Drifter (1966), del japonés Seijun Suzuki, recién restaurada por Nikkatsu, asistir en capilla a la presentación de Made in England, el último documental guiado y narrado por Martin Scorsese, uno de los principales valedores de este festival y de la preservación del cine como patrimonio, sobre el cine de los británicos Powell y Pressburger, o aplaudir a un elegante Wim Wenders durante la emotiva presentación de la nueva copia en 4K de Paris, Texas con motivo de su 40ª aniversario en una monumental Piazza Maggiore llena hasta la bandera.
Son apenas unas muestras, las que hemos podido espigar en un breve fin de semana con la familia, de una programación impresionante, variopinta y extensa (ciclos dedicados a Marlene Dietrich, Pietro Germi, Delphine Seyrig, Anatole Litvak, Sergei Paradjanov, Kozaburo Yoshimura, Gustaf Molander, el cine alemán de los años 50, el color en las películas amateur o el cine de los años 1904 y 1924 respectivamente) que se desarrolla desde el pasado viernes 21 hasta el próximo 30 de junio en las distintas salas y espacios distribuidos por el centro histórico de la ciudad de los que se sirve el festival que dirige y coordina desde la ejemplar Cineteca de Bologna Gianluca Farinelli. Salas como el maravilloso ‘Cinema Mordernissimo’ recién reformado y reabierto en los subterráneos de la Piazza Maggiore, un cine que hace honor arquitectónico a su nombre y en cuya remodelación se han volcado no sólo las instituciones públicas y el gobierno local, sino también empresas que, como Pathé, han formado parte de la Historia del cine casi desde sus inicios y que aún hoy siguen apostando por la gran sala como templo donde congregar a los feligreses que aún aprecian el sentido popular de la experiencia colectiva. Allí vimos el pasado sábado algunos de esos cortos mudos preservados por las filmotecas europeas sentados en la butaca ‘Tod Browning’, a la izquierda de la dedicada a Lon Chaney y a la derecha de la ‘King Vidor’ (cada una tiene el nombre de algún famoso cineasta o estrella), con la sensación de estar siendo partícipes de una larga tradición que, en tantas ocasiones en nuestro ámbito más cercano, hemos dado por muerta o fagocitada por la corriente efímera y amnésica de las plataformas y sus contenidos formateados.
Il Cinema Ritrovato, este año en su XXXVIII edición, nos devuelve todo eso sin un ápice de falsa nostalgia o sentido mortuorio o museístico, más bien al contrario. Entre sus salas, sus presentaciones, sus mesas redondas, sus publicaciones, sus tiendas o sus nutridas librerías especializadas uno tiene la sensación de que el cine, el cine mudo, el clásico o el moderno, el de ficción o el documental, los cortos y los largos, está más vivo que nunca, apelándonos desde su propia materia felizmente redescubierta en su plenitud original gracias a la labor de filmotecas y meticulosos restauradores, y también a la de los programadores, investigadores, profesores o críticos que las miman y acompañan con entusiasmo, fidelidad y rigor filológico en sus nuevas vidas para el futuro.
Me van a perdonar hoy también el exceso de entusiasmo en esta página, tal vez acrecentado por el hecho de haber compartido la experiencia con nuestra hija de cuatro años en algo parecido a una epifanía cinéfila cuando los caballos de Centauros del desierto entraban al galope para cruzar el río y la veíamos boquiabierta y feliz ante la pantalla a cielo abierto. Cosas de padre añoso. Azúcar y babeo al margen, la del Ritrovato es una de esas experiencias por las que todo cinéfilo que se precie debería pasar alguna vez en su vida. No lo dejen para demasiado tarde y vayan haciendo ya sus planes para la última semana de junio de 2025.
Centauros del desierto (The Searchers.1956) se rodó en formato VistaVision ratio 1.85. Ahora ha sido escaneada en 13K por Warner Bros. en el laboratorio Motion Picture Imaging, a partir del negativo de cámara original 35mm de ocho perforaciones. La restauración se ha completado a 6.5K. La copia 70mm se ha obtenido filmando un nuevo negativo 65mm. La banda sonora original mono también ha sido restaurada. La versión final ha sido aprobada por la Film Foundation de Scorsese.
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