“La música es el lenguaje más hermoso para decir algo a alguien”
Entrevista a Pablo López
El cantautor malagueño desembarca en la Plaza de España el próximo viernes 16 de junio dentro del Icónica Sevilla Fest para dar lo mejor de sí mismo y de su música
Ana Torroja: "La música es una catarsis para poder vivir la banda sonora de tu vida"
Había premura en la conversación. Demasiados medios interesados en charlar con uno de los artistas más importantes del momento, pero Pablo López (Málaga, 1984) tiene desparpajo para rato. Faltó una cerveza y alguna tapa para sentir que echas un rato entre amigos. Su sencillez y su capacidad para expresar sentimientos a través de su música y de su conversación hace entender por qué llena estadios, conquista corazones y es reclamado por las mejores voces del mundillo. Tiene el gozo de escribir para los mejores, pero sobre todo para sí mismo, y sueña con volver a esa Sevilla que le encandila, por la que no duda en mostrar debilidad, y a la que viene el próximo viernes 16 de junio, gracias al Icónica Sevilla Fest para actuar en la Plaza de España, esperando que los sevillanos vuelvan a “guapearle” sus canciones.
–¿Qué viene a ofrecer en Sevilla?
–Vengo a ofrecerlo completamente todo. Cualquier sitio está marcado por la peculiaridad y lo extraordinario que es subir a un escenario, y eso para mí es maravilloso, especial, y cada vez más competitivo dentro de mí. Ofreceré todo lo que tenga hasta ese día, porque después de tocar en Sevilla probablemente tendré mucho más que ofrecer a la siguiente ciudad donde vaya. Me llevo el saco del alma lleno de historias y momentos inolvidables.
–¿Qué significa la música para usted?
–A veces la pregunta se me vuelve complicada porque desde niño he tenido una relación muy especial al hacer música hasta tal punto que he diluido mucho el hecho de que es algo especial. Me levanto y me acuesto desde que tengo uso de razón con algo sonando en mi cabeza, lo que me quita capacidad de estar cuerdo, pero me da de comer y, sobre todo, me da de comer al alma. La música es el lenguaje más hermoso que un hombre y una mujer pueden tener para decir algo a alguien.
–¿La sencillez que demuestra cree que es parte de su éxito y de lo que intenta transmitir?
–No lo sé realmente. Pero si creo que no puede ser de otra manera. Yo desde luego no miento, se me ve en la cara y en las canciones que hay honestidad. A mí me dieron el consejo de que no mintiera, que no cantara nada que no quisiera cantar, que no me vistiera de algo que no me quiero vestir musicalmente hablando, y creo que lo he venido manifestando desde siempre. Incluso cuando voy por la calle y alguien se me acerca, aunque no tenga el día, le abrazo y le cuento: “Tío, estoy malamente”. A veces hasta les digo el porqué. No ha habido nunca y no hay nada forzado en mí. Y si tengo miedo al salir a un escenario lo digo. Es cierto que eso me ha ido conectando mucho con la gente y que la gente me acepta, y que no tiene por qué ser algo para todos. Desde luego la cercanía y la honestidad son partes vitales de mi carrera.
–Pablo López es sinónimo de sentimiento, pero ¿conocemos de verdad al verdadero Pablo López o se esconde detrás de su música?
–A mí se me conoce metido en un saco. Yo no me quedo evidentemente en televisión ni nada porque me ruboriza verme tan desnudo constantemente. A veces me paso. Por eso ahí evidentemente la sensibilidad aflora. También la aprovecho para otras cosas como para componer canciones, pero esa manera de expresarme emocionalmente con tanta clarividencia –vamos, que se me ve desde lejos– no me ha jugado apenas ninguna mala pasada. Cuando vienen a mi casa, ahora que estoy de obras, me dicen: “Tú es que eres igual”. Y yo me pregunto, cómo se puede ser de otra manera. Lo mismo pierdo el atractivo, pero no hay mucho más que conocer. Todos tenemos nuestros bailes en la ducha (risas), que si los mostrara no sé...
–Su estilo marca mucho las diferencias respecto al resto de artistas, ¿esto ha sido para usted un hándicap o por el contrario una oportunidad?
–Pues la verdad es que muchas veces uno no sabe cómo ha llegado al oído o al corazón de alguien. Si es verdad que el hándicap para mí es que muchas veces no acabo de saber qué parte, qué acorde o qué sonido de los que voy mostrando a la gente le engancha masivamente, pero es que no quiero saberlo porque si no perdería lo genuino de intentar estar en mi cuarto metido haciendo una canción. Creo que para la gente es positivo que se escuche un piano y que me asocien con el instrumento más hermoso que existe, si me ponen el sobrenombre del piano es maravilloso. Más que un hándicap, por tanto, y para que la gente se siga sumando, creo que es positivo.
–¿Cuándo compone qué intenta transmitir?
–Me he hecho adicto absoluto, de unas canciones a esta parte, a decir algo como un poseso y después, cuando se te han quitado esos cinco segundos de posesión, intentar explicar lo dicho. Y a partir de ahí, estar a la altura de eso que ha pasado. Parece ridículo y un poco loco, es como cuando uno habla sin sentido, pero lo que hago es intentar dentro de la música practicar eso. Esperar, esperar como el que está esperando pescar la pieza más grande de que haya en el océano y después saber cocinarla bien. Hace diez años me expresaba con otras expresiones y con otras palabras, pero todos cambiamos. Hay que pretender estar a la altura de tu lenguaje, no ser alguien que no eres. Como yo me expreso cuando voy por la tarde a un sitio es como a mí me gusta cantar.
–¿Le resulta más difícil componer que a los demás?
–Cada vez más. Sobre todo después de haber compuesto para Raphael tantas canciones. Y es que Raphael es una canción con patas, entonces saber que vas a crearle cosas para que él las cante me hace volverme demasiado exquisito. Me pongo demasiado exigente conmigo mismo. Eso me hace ser más lento, por lo que agradezco a la gente que tiene tanta paciencia conmigo. Sé que si me ocurre esto es una cuestión de respeto, pero es más difícil componer para mí.
–El reggaeton está pegando fuerte, ¿considera que la música con garra, como la suya, sigue llegando con la misma fuerza?
–Es maravilloso todo lo que está pasando con la música. Pero las canciones como tal son canciones. Es largoplacista. Las escribes y las vas a escuchar dentro de tres años, no te van a chirriar. Por tanto, lo que es cortoplacista no va a tener la oportunidad de ser escuchado con el tiempo, y eso tiene ventaja.
–El tipo de letra que se estila ahora es muy diferente de la suya.
–Es una cuestión de lenguaje y de a quién vaya dirigido. No puedo opinar –sería utilizado en mi contra (risas)–, de hecho habrá quien escuche algo mío y diga: “Qué está diciendo este”, y será lógico y respetable.
–¿Qué tema no se cansa de cantar?
–Estoy muy contento con todos. Depende del que más me represente en ese momento. Cada ciudad la verdad es que me sorprende. En Sevilla me guapean todas las canciones, todas pasan por chapa y pintura.
–¿A qué se refiere con guapear?
–Está claro, y la gente lo sabe, y les guste más a unos que a otros, por Sevilla tengo una debilidad especial. Es un sitio que a mí me inspira muchísimo y donde me han pasado cosas hermosas las quince veces que he estado tocando. En Sevilla uno canta y las canciones parecen nuevas y parecen que acaban de salir de un spa. Están más relajás y las previas, porque ya la gente sabe que hablo mucho, me hace entrar en la canción con una seguridad y con un arte diferente.
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