El Bach de todos los otoños

Orquesta Residente del Otoño Barroco | Crítica

Un momento del concierto de cierre del Otoño Barroco en el Espacio Turina.
Un momento del concierto de cierre del Otoño Barroco en el Espacio Turina.

La ficha

ORQUESTA RESIDENTE DEL OTOÑO BARROCO

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Otoño Barroco’24. Solistas: Soraya Méncid, soprano; Bruno Fernandes, trompeta; Javier Aguilar, violín; Guido García, clave. Orquesta Residente del Otoño Barroco: Ángela Luis, violín II; Alfredo Jaime, viola; José Manuel Ramírez, violonchelo, Ventura Rico, contrabajo; Guido García, clave y órgano. Concertino-Director: Javier Aguilar.

Programa:

Johann Sebastian Bach (1685-1750): Concierto para clave, cuerda y continuo en re menor BWV 1052 [c.1734]

Wolfgang A. Mozart (1756-1791): Sonata para clave y violín en mi menor KV304/330c [1778]

Johann Sebastian Bach: Cantata BWV 51 Jauchzet Gott in allen Landen [1730]

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Miércoles 4 de diciembre. Aforo: Casi lleno.

Se ha convertido ya en tradición que este ciclo que organiza la Asociación de Amigos de la OBS termine con Bach en el Espacio Turina. Esta vez, el programa se organizó en torno a Guido García, último ganador de la Beca que concede la Asociación junto al Femás, y la soprano Soraya Méncid, reciente triunfadora en el Concurso Nuevas Voces de Sevilla. El joven clavecinista mostró extraordinarias maneras en el Concierto en re menor BWV 1052, uno de los más conocidos y exigentes de Bach, por su densidad contrapuntística y su virtuosística ornamentación, que salvó con absoluta solvencia. Acompañamiento a voz por parte, lo que propició una notable transparencia textural, aunque cierta falta de músculo que Ventura Rico se esforzó en suplir desde el bajo con la potencia de sus ataques. Muy elegante García en el Adagio. Siguió una Sonata mozartiana que Guido tocó junto a un Javier Aguilar de sonido agreste, que pareció templarse en el minueto, dentro de una versión de clara entraña rococó, más decorativa que retórica y con dinámicas más bien planas. Para terminar, la cantata para voz de soprano solista más célebre de Bach, la BWV 51, que incluye además una trompeta obligada en el aria de apertura y en el espectacular Aleluya final. Méncid lució aquí un penetrante registro agudo y articuló con precisión y musicalidad los peliagudos pasajes disminuidos. Algo más rígida en el aria con el acompañamiento de continuo, en cualquier caso dicha con exquisita sensibilidad

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