Romántica despedida de curso

Orquesta Sinfónica Conjunta | Crítica

Ike Christine Zwaan y la OSC dirigida por Juan García Rodriguez
Ike Christine Zwaan y la OSC dirigida por Juan García Rodriguez / Micaela Galván

La ficha

ORQUESTA SINFÓNICA CONJUNTA

*** Concierto de clausura curso 23-24 de la Universidad de Sevilla. Solista: Ike Christine Zwaan, arpa. Orquesta Sinfónica Conjunta. Director: Juan García Rodríguez.

Programa:

Claude Debussy (1862-1918): Danse sacrée et danse profane (1904)

Serguéi Rajmáninov (1873-1943): Sinfonía nº 2 en mi menor Op. 27 (1906-1907)

Lugar: Auditorio ETS de Ingeniería de la US. Fecha: Viernes, 21 de junio. Aforo: Casi lleno.

Ha dejado de sorprender, pero conviene seguir insistiendo en la calidad de los músicos jóvenes de nuestro entorno. Da igual que se pongan la camiseta de la OJA como de la Fundación Baremboim-Said o, como en este concierto, de la Universidad y el Conservatorio sevillanos. En todos los casos, no es ya el entusiasmo y el ímpetu juveniles (se suponen), sino una pasta sonora, por afinación y empaste, de auténticos profesionales, y cuando hay pasajes para solistas es raro quien no da muestras de una musicalidad y un virtuosismo deslumbrantes. En el concierto de clausura del curso universitario, otra vez.

Se empezó con un Debussy poco frecuentado y delicioso desde la escala pentatónica que abre la obra hasta ese vals lento que la cierra. Ike Christine Zwaan es holandesa, pero lleva muchos años en Sevilla. Tocó con gusto por el color y buen fraseo, aunque con un sonido no demasiado poderoso, lo que hizo que no siempre se escuchara con claridad y eso que García Rodríguez ajustó el sonido de la cuerda con especial cuidado en las dinámicas más leves.

Para la segunda parte, un obrón romántico, la de Serguéi Rajmáninov, la más popular de sus sinfonías, plena de vigor y franco melodismo. Aunque la claridad no fue siempre prístina (en la obra hay pasajes de texturas densas y grandes estallidos sonoros), resultó admirable la calidad del empaste, la firmeza del fraseo (sin dulcificar el Adagio) y los más que notables contrastes de dinámicas, a veces un punto abruptos, hasta culminar en un clímax que fue puro ardor. 

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