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Orquesta Bética de Cámara. Concierto 1 | Crítica
ORQUESTA BÉTICA DE CÁMARA
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Temporada 2024-25. Concierto 1. Solista: Lara Sansón, violín. Orquesta Bética de Cámara. Director: Michael Thomas
Programa: Turina en nuestros recuerdos
Eduardo Torres (1872-1934): Introducción al acto II de El santo rey Don Fernando [1929]
Joaquín Turina (1882-1949): La oración del torero Op.34 [versión para orquesta de cuerda, 1927]
Segismundo Romero (1886-1974): Aire de danza
Joaquín Turina : Poema de una sanluqueña Op.28 [1923; versión para violín y orquesta, 1926/1981]
Béla Bartók (1881-1945) / Michael Thomas (1960): Rapsodia húngara de cámara [versión del cuarteto de cuerda nº1; 1909 / 2024]
Lugar: Espacio Turina. Fecha: Viernes 22 de noviembre. Aforo: Un cuarto de entrada.
Joaquín Turina fue un niño prodigio en la Sevilla de finales del siglo XIX, que en 1902 se marchó a Madrid para estudiar con José Tragó, el más insigne profesor de piano de la España de entonces, y prácticamente nunca volvió a residir de forma permanente en su ciudad natal. En 1905 lo esperaba la aventura parisina y cuando el estallido de la Gran Guerra en 1914 lo devolvió a la península su destino fue Madrid donde se instaló para el resto de su vida. No faltaron por supuesto visitas a Sevilla y a Sanlúcar de Barrameda, y el sur estuvo muy presente en su música, pero las tensiones entre el compositor y el sector musical sevillano fueron continuas, especialmente desde la fundación de la Bética, que nunca lo tuvo demasiado en cuenta.
Es en los meses finales del año en que se cumplen los 75 de su muerte que el compositor está teniendo importante presencia en los programas de concierto sevillanos, y los actuales rectores de la Bética pretenden, pasado un siglo, con conciertos como este rendir homenaje y limar asperezas con el ilustre hijo de la ciudad. Por eso, al lado de dos grandes partituras turinianas, se programaron breves apuntes, que rozaron lo anecdótico, de Eduardo Torres, maestro de capilla de la catedral, y Segismundo Romero, violonchelista granadino afincado en Sevilla, ambos muy implicados, junto a Manuel de Falla, en el proyecto fundacional de la Bética.
Turina se hizo presente con una versión de sutiles relieves dinámicos y atmósfera nocturnal de La oración del torero y con el Poema de una sanluqueña en su versión para violín y orquesta (los dos primeros movimientos los había orquestado el propio Turina en 1926 y los dos últimos, su nieto José Luis Turina en 1981) que tocó como solista Lara Sansón –concertino del conjunto– con un sonido grueso, carnoso, más dramático que lírico, sobre un acompañamiento irregular, de empaste no siempre ideal y afectado por el hecho de que el piano y la celesta fueron sustituidos por teclados electrónicos de dudoso encaje en el conjunto.
Como cierre, Michael Thomas, gran arreglista, presentó su visión camerística del Cuarteto nº1 de Bartók, un atrevimiento del que salió indemne merced a su sentido del timbre y su indiscutible control sobre las tesituras de las voces del cuarteto, que culminó en un Allegro vivace colorista, marcado por el ritmo intenso del folclore húngaro.
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