El On Fire, una experiencia inmersiva en el flamenco racial

La cita navarra cierra una exitosa undécima edición marcada por la presencia de señoras de lo jondo como Aurora Vargas, Manuela Carrasco o Remedios Amaya

También ha resaltado la personalidad de artistas como Raimundo Amador, Caracafé y La Kaíta, Los Pañero o Paqui Ríos y Remache de Málaga 

El fuego de Aurora Vargas enciende el Flamenco On Fire

Manuela Carrasco puso el broche de oro al Flamenco On Fire.
Manuela Carrasco puso el broche de oro al Flamenco On Fire. / M. G.
Sara Arguijo

02 de septiembre 2024 - 18:01

En el autobús de producción que pone el festival para el traslado de vuelta con los artistas, invitados y periodistas Remedios Amaya, que la noche antes arañó con su cante resquebrajado a Manuela Carrasco en el último de los Grandes conciertos del On Fire, va jaleando al compás de Pepe Habichuela, Soleá Morente, Los Pañero, Rycardo Moreno, Dani de Morón, Paqui Ríos o Lela Soto, entre otros. Como si se resistieran a dar por terminada la fiesta en la que se ha convertido la cita navarra, que en su undécima edición -la quinta bajo la dirección de Arturo Fernández- se decanta por el flamenco más racial, invitando a los asistentes a recorrer desde aquí los territorios jondos de Jerez a Sevilla, pasando por Cádiz, Málaga y las periferias. 

En estos cinco intensos días, el On Fire propone una experiencia inmersiva donde las propuestas escénicas conviven con las conferencias, los encuentros, los recitales gratuitos en los balcones y en las calles, las charlas apretadas en las que se pregunta y cuestionan constantemente los propios preceptos flamencos y actividades paralelas de todo tipo y para todos los públicos que copan la agenda desde las doce del mediodía hasta la madrugada, más o menos larga según esté el ambiente en el Hotel Tres Reyes, reconvertido en tablao por mor del arte. "El Cardamomo de Pamplona", lo bautizó Marote. 

En este sentido, el público local, cada vez más mayoritario y con más afición, y el que viaja asiduamente al Norte para el evento, se relaciona con lo jondo sin prejuicios ni complejos, sintiéndose parte de una gran y acogedora familia en la que todos son bienvenidos y en la que sobra presumir de conocimiento o de pedigrí.  

De ahí las caras de alegría al escuchar las divertidas anécdotas que José El Pañero compartió por la mañana en Casa Sabicas hablando de sagas familiares y de transmisión con el periodista Juan Garrido. "En mis clases enseño a saber estar en la fiesta para acompañar o dar una pataíta por tangos y bulerías o para sentarse si te has tomado tres gin tonic", explicaba entre bromas. O las lecciones que la bailaora y estudiosa Silvia Marín transmitía a los más pequeños y a sus familiares en la jornada Del flamenco al tablao que se incluían estos Extramusicales.  

El silencio sepulcral y la emoción contenida que se sentía a la tarde en el Civivox Condestable ante la guitarra cada vez más expansiva, sensible y concreta de Dani de Morón que paralizó la sala con su farruca e hizo llorar a Rycardo Moreno con su composición Creer para ver. O los sentidos oles que justo después en el mismo espacio, abarrotado incluso hasta por las escaleras, arrancaron con su autenticidad Los Pañero que se estrenaban en Navarra acompañados por el toque de un exultante Diego del Morao ofreciendo un recital sencillo y profundamente emotivo en el que a José se le saltaban las lágrimas escuchando a su hermano Perico por soleá y seguiriya. Y la euforia que por lo que nos contaron (porque el horario obligaba a elegir) estalló con la banda sevillana Califato ¾, uno de los grupos con un directo más rompedor del actual panorama musical que clausuraba el Espacio Siglo XXI con su último trabajo discográfico Êcclabô de liberta, para el que contaron con la colaboración especial de Andrés de Jerez que abrió el concierto con unos cantes por tonás y una saeta que aterrizó en el hit Cristo de la navaja.  

Por eso también el “éxtasis”, como advirtió Cristina Cruces en su presentación, ante la “diosa” Manuela Carrasco que aparecía en el Auditorio Baluarte rejuvenecida y con una fuerza atávica sentando las bases de ese flamenco de raza que ella lidera. Defendiendo además la esencia de lo jondo a través de la presencia de mujeres imponentes y todopoderosas como Remedios Amaya (otra de las grandes señoras de Sevilla), la temperamental Anabel Valencia y sus hijas Zamara -que encandiló con sus salvajes bulerías- y Manuela Carrasco, que le cogió el testigo por alegrías. O el entusiasmo que se despertó en el Ciclo nocturno con Málaga la bella, en un fin de fiesta que, con la sonanta de Rubén Lara, pasó de la contundencia del cante de Delia Membrive a la sobriedad y primitivismo de Paqui Ríos, para acabar con el desparpajo, la frescura y el gusto de Remache de Málaga y su cochecito leré que, a pesar del cansancio acumulado, puso en pie hasta al apuntador. Por poner como ejemplo esta última jornada de domingo. 

En realidad, esta reivindicación de lo festero con artistas que cantan, bailan y animan el cotarro, la gitanería o el carácter propio, sumado a la búsqueda de la transmisión natural y la emoción jonda más visceral, ha marcado este año un exitoso On Fire en el genio de Aurora Vargas, que cantó mejor que nunca; el salvajismo de Raimundo Amador junto a Emilio Caracafé y La Kaíta en la Sala Zentral; o la calidad y diversidad de la guitarra flamenca de concierto que mostraron Josemi Carmona, Diego del Morao, Rycardo Moreno y Dani de Morón con el baile de Farruquito, han protagonizado algunos de los momentos más mágicos y recordados.  

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