Marco Socías | Crítica
Guitarra elegante y elocuente
LA FORJA DE UN ESCRITOR. Camilo José Cela. Fundación Banco Santander. 2016. 246 páginas. 10 euros.
Se recogen aquí medio centenar de artículos, procedentes de diarios y revistas de la mitad del XX español, en los que Cela ejerció su particular magisterio en el oficio periodístico. Un oficio -y una particularidad- que iban en servicio de la propia supervivencia del escritor, pero que no se ciñen, en modo alguno, a la simple redacción de unos folios, sino que abundan o se asoman al imaginario de Cela y dejan ver, meridianamente, su cualidad más obvia: el lirismo.
Hay que tener en cuenta, al abordar estas páginas, que estamos ante un Cela que aún no ha cumplido los 40 años, y aun así disfruta de cierta notoriedad literaria. Hay que tener en cuenta, de igual modo, que dicha notoriedad no le permite subsistir holgadamente (lo cuenta su hijo en un breve y esclarecedor prólogo), y será el periodismo, el articulismo, la pieza volandera, quien acuda en socorro de sus parvas finanzas. Señalemos también que el atribulado mundo de los cafés que se dibuja en La colmena es, en buena medida, el mundo de los escritores y artistas de posguerra, entre los cuales debe incluirse al propio Cela. Con lo cual, y subrayado ya este aspecto monetario de la obra (un aspecto que Cela, en La galera de la literatura, considera un acicate necesario del escritor, herencia quizá de la imagineria bohemia del XIX), lo que se deriva de la lectura de estos artículos no es tanto el oficio subalterno de un autor de relieve -aquellos Modos de vivirque no dan de vivir de Mariano José de Larra-, cuanto la mirada propia de un escritor, abocetada o estarcida en un formato breve.
Debemos, pues, volver a lo dicho más arriba y repetir una de las características más evidentes -y más olvidadas- de la escritura de Cela, cual es su lirismo. El propio éxito literario de Cela redujo su obra a un tremendismo solanesco con el que se quiere señalar cierta brutalidad carpetovetónica, de la que el escritor sería su continuador y tributario. Sin embargo, dicha mirada cruel, teñida por una comicidad grotesca, tiene su origen en una concepción doliente y afligida, cabría decir romántica, de la existencia. No en vano, la presencia de Rosalía de Castro en sus primeros artículos resulta obvia. A lo cual cabría añadirle otra influencia, no por eludida, menos real: la grande y melancolizada poesía de Bécquer, que es posible adivinar tras las interpelaciones y preguntas que Cela introduce en sus textos. Lo característico de Cela, pues, su anclaje a la modernidad, sería este modo oblicuo y descarnado de retratar la fragilidad humana. Una fragilidad que vemos desplazarse, desde una primera visión doliente y sobrecogida, a un retraimiento que encuentra en el humor, en la ridiculez, en las numerosas formas de la derrota, una forma eficaz de acuñar literariamente el desvalimiento humano.
Ese desvalimiento, por otro lado, es el mismo que el lector hallará en La familia de Pascual Duarte, en Mrs. Cadwell habla con su hijo, en La colmena, obras todas que se escriben al tiempo que estos artículos recogidos en La forja de un escritor. Con lo cual, quienes aducen un gusto por la crueldad en la obra de Cela, sin duda ignoran el estrecho vínculo entre la compasión y el dolor, entre la aflicción y el oprobio, que los románticos establecen y que Cela heredará, adaptándolo a nuevas formas. Sin esta filiación, no es posible esplicar a Villiers, a Barbey, a Lautréamont, a Gustave Moreau, a un desvalido y luciferino Baudelaire. Sin este lazo de sangre, adentrarse en la obra de Cela, o de Solana, o de Baroja, es adentrase en un territorio indescifrable, cuya cifra queda oculta -y exterior- a su lectura inmediata.
El profesor Adolfo Sotelo Vázquez, autor de la presente selección, así como de un estudio introductorio, ha querido dividir los artículos en tres epígrafes temáticos: Experiencias vitales, El escritor y la escritura y La pintura y otras artes. En todos ellos es posible adivinar algo de cuanto hemos dicho más arriba. Asimismo, en cada uno de ellos se prefiguran unos intereses (la pintura, el cine, la ideación literaria, la herencia galaica), con los que no suele relacionarse al autor de Iria Flavia. De una lectura atenta de Cela habrán de salir muchos asuntos, y abundantes facetas, que todavía desconocemos. Y no es mal modo empezar por esta "obra alimenticia", por este articulismo de primera hora, que aquí se nos ofrece. Un articulismo, insisto, donde no asoma, donde no data el Cela carpetovetónico, tan repetido, y sí el escritor europeo, heredero de una limpia y numerosa estirpe.
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