"Este oficio consiste en pisar la calle, en andar y contar, como diría Chaves Nogales"
XAVIER PERICAY | ESCRITOR
El escritor y articulista publica en Athenaica 'Las edades del periodismo', una lúcida reflexión sobre el oficio desde las gacetas informativas del XVII al convulso entorno digital del presente
El escritor, filólogo y periodista Xavier Pericay (Barcelona, 1956) es reconocido como uno de los principales especialistas en la obra de Josep Pla, que ha traducido además al castellano, y su lectura de La agonía de Francia de Manuel Chaves Nogales en la edición de Libros del Asteroide, que prologó, reveló a muchos lectores el conmovedor alcance de esta denuncia sobre la incapacidad del país vecino para plantar cara al totalitarismo nazi que el periodista sevillano completaría en su último exilio, Londres, tras huir de la caza de la Gestapo en París. Pericay es también valorado por su compromiso político, que le llevó a fundar la plataforma Ciutadans de Catalunya -que originaría a posteriori el partido Ciudadanos, con el que fue cabeza de lista en las elecciones al Parlamento balear en 2015-. En 2019 dio por concluida su carrera política y un año después, en octubre de 2020, se dio de baja de Ciudadanos por las últimas decisiones de la ejecutiva. Su dedicación a las letras ha vuelto a ser desde entonces aún más intensa y el primer fruto lo ha recogido la editorial sevillana Athenaica, que acaba de publicar en su exquisita colección Breviarios su ensayo Las edades del periodismo, sobre el que aquí conversamos.
-¿Qué edades del periodismo (exceptuando la edad de oro, de la que nos ocuparemos a continuación) le resultan más interesantes?
-Entendiendo por edad el periodo que se abre tras un cambio profundo y sustancial en el oficio, para mí la más interesante es sin duda la que se da en Estados Unidos a finales del siglo XIX, con la aparición de los Pulitzer y Hearst. La historia ha sido injusta con ellos, en especial con el primero, al colgarle el sambenito de promotor del amarillismo. En realidad, este es el momento en que por primera vez la conjunción de tecnología, negocio y modelo de periódico permite hablar del periodismo como de una profesión autosuficiente. Y en lo relativo a España, la edad más interesante, al margen de la de oro, a la que antecede hasta fundirse en ella, es la que transcurre de 1914 a mediados de la década de los 20. La de los grandes cronistas de guerra -Gaziel, por encima de todos- y, en general, de los grandes cronistas viajeros, entre los que destaca, cómo no, Julio Camba. También en ella se publican los primeros y magníficos reportajes de un jovencísimo Josep Pla.
-¿Qué grandes lecciones para el mundo de hoy nos deja esa edad de oro de los medios impresos españoles que surge a mediados de los años 20?
-Pues yo diría que algo fundamental y que no deberíamos olvidar: que el periodismo consiste en pisar la calle. En andar y contar, por decirlo a la manera de Manuel Chaves Nogales. Y en saber contar, por supuesto. Pero ese desplazamiento es esencial. Tanto más cuanto que hoy en día el periodista está permanentemente tentado de no moverse, de no tomar la iniciativa, de esperar a que le traigan la noticia. Y no sólo por el bombardeo al que le someten los gabinetes de comunicación institucionales y empresariales; también por la primacía de la televisión y de internet, que aparte de marcarle de manera impepinable la agenda, contribuye a acentuar esa tendencia a cierta acomodación.
-¿Qué ideas y nombres enriquecen o diferencian este libro de Athenaica respecto a su obra Josep Pla y el viejo periodismo (ediciones Destino)?
-En el periodo analizado se circunscribía a la entrada de Pla en el oficio. De 1919 a 1922, para entendernos. Es verdad que con algunas digresiones temporales, pero a grandes rasgos eran estos años. Y el foco, como es lógico, estaba puesto en la figura del periodista ampurdanés, por más que aparecieran también otros actores. Aquí la abertura de compás, por recurrir a una expresión del propio Pla, es mucho más amplia desde el punto de vista temporal y, a la vez, más difusa y genérica, dadas las limitaciones de un breviario. Pero se tocan muchos palos: la enseñanza del periodismo, la censura, la verdad, la objetividad, etc., cuestiones apenas tratadas en mi ensayo anterior. Y luego, si existe en él una figura destacable esta es la de Chaves Nogales. Su importancia es decisiva en la conformación del periodismo moderno que constituye nuestra edad de oro. Por su propia obra periodística, pero también por el modelo de diario, de nuevo diario, que se fue implantando bajo su tutela en Heraldo de Madrid y Ahora.
-La aparición de los diarios de empresa y la consolidación del género del reporterismo son dos pilares de la transformación y auge de los medios de comunicación en la primera mitad del siglo XX. ¿En qué medida el periodismo actual está en deuda con ellos? ¿Es la crisis actual de los medios una impugnación de ese modelo que llevó a España a una posición de absoluta relevancia en el contexto europeo?
-Es evidente que sin empresa no hay diarios, que sin negocio detrás no hay periodismo posible. Por otra parte, el reporterismo es el género en que se plasma ese salir a la calle al que me he referido antes y que suele corresponderse, hoy como ayer, con las expectativas del público. El lector de hoy, que es también un consumidor de otros medios, quiere que le cuenten lo que ocurre y que se lo cuente alguien que lo conoce, si no de primera mano, casi. Y eso no se logra desde la mesa de una redacción de periódico ni tampoco desde el propio domicilio mediante el teletrabajo.
-En su libro se extiende sobre cuatro grandes periodistas de la edad de oro -Camba, Gaziel, Pla y Chaves Nogales- a los que reunió en el volumen Cuatro historias de la República (Destino), que usted editó y que sólo se puede encontrar ya en librerías de viejo. ¿Qué los hermana y qué los diferencia en su concepción del oficio y en su manera de desarrollarlo?
-Les hermana el carácter viajero y la poderosa atracción de su escritura. Les diferencia la edad -Camba y Gaziel les llevaban 13 y 10 años, respectivamente, a Pla y Chaves, que eran coetáneos- y los géneros que cultivaron. En el caso de los dos primeros fueron sobre todo la crónica y el artículo, mientras que los dos más jóvenes les añadieron de forma significativa la práctica del reportaje.
-¿Hemos llegado al fin a valorar lo que el periodismo de la edad de oro aportó a la edad de plata de las letras españolas? ¿Ve próxima su integración en el canon?
-A mi modo de ver, no del todo aún, pero sí de forma significativa en los últimos tiempos. Ya con la difusión de la obra de Pla, en gran parte periodística, se dio un gran paso. Pero el mayor se ha dado sin duda en los últimos años con la de Chaves Nogales. El principal inconveniente es que un producto periodístico, al contrario que uno literario, debe pasar primero lo que Gaziel llamaba "la prueba del libro", o sea, la edición en volumen de unos textos que nacieron entre las páginas de un periódico. Pero no hay duda de que poco a poco el periodismo va ocupando el lugar y adquiriendo la importancia que le corresponden de pleno derecho.
-Coincide con otros teóricos de la edad de oro al afirmar que periodistas como Chaves Nogales o Pla se anticiparon a muchas de las aportaciones del llamado "nuevo periodismo" norteamericano, que usted además cuestiona especialmente. ¿Qué posicionamientos del "periodismo nuevo" de autores como Chaves Nogales le parecen especialmente interesantes, modélicos o adelantados al tiempo de los Wolfe y Cía?
-Sobre el llamado "nuevo periodismo" de Wolfe y Cía hay mucho que decir, en efecto. La propia condición de "nuevo" es harto discutible. Pero es verdad que una de sus principales características, el recurso al punto de vista en tercera persona, lo que podríamos llamar meterse en la piel del personaje, recuerda mucho el utilizado por Chaves en sus biografías del maestro Juan Martínez y de José Belmonte. Pero esos procedimientos del "nuevo periodismo" relacionados con el punto de vista, a los que se sumaban otros procedentes de la novela, plantean una pregunta que en periodismo es fundamental: ¿hasta qué punto es verdad lo que nos cuentan? ¿Hasta qué punto la recreación de un determinado pensamiento o de un relato puede darse por cierta? Truman Capote, autor de A sangre fría y uno de los más insignes representantes de aquel New Journalism, calificó su obra de "novela de no ficción" y afirmó que no contenía ni una sola palabra que no fuera verdad. Como se pudo comprobar ya el mismo año de aparición de la novela, Capote había manipulado la voz de sus personajes y la propia secuencia y exactitud de los hechos. Y, aun así, Tom Wolfe en su prólogo programático de El nuevo periodismo, publicado siete años más tarde, no aludió para nada a dicho falseamiento. Acaso porque él tampoco estaba libre de culpa.
-¿Cómo cree Xavier Pericay que debe lidiar con la censura y la objetividad el periodismo actual?
-Diría que lo fundamental es ser fiel al criterio que George Orwell formuló en el famoso prólogo de Rebelión en la granja. Tratar de decir lo que uno cree que debe decir en función de lo que ha visto y oído y de lo que sabe. En otras palabras: no dejarse llevar por el miedo a disentir del discurso y el pensamiento dominantes, ni por las consecuencias e incomodidades que pueden seguirse de ello.
-¿Teme realmente que esta edad actual del periodismo, en plena red de redes, sea la de echar el cierre?
-Ojalá la actual crisis sea pasajera, pero lo cierto es que ya dura mucho y cada vez se dan más casos de medios que reducen sueldos y plantillas, cuando no cierran. La precariedad en la profesión es alarmante. Y luego tengo la impresión de que los periodistas han bajado la guardia ante la "menesterosidad de verdad" de la que hablaba hace un montón de años Julián Marías y que debería ser, para este oficio, el único e innegociable propósito.
-¿Qué virtudes permitirían que nuestro oficio sobreviviera y fuera relevante en el siglo XXI?
-Yo creo que el periodismo es un pilar imprescindible en una democracia liberal, llámesele "cuarto poder" o como se le quiera llamar. Esta es su indiscutible relevancia. Pero el periodismo, para existir, requiere empresas solventes. No hay periodismo posible sin dinero bastante ni empresas económicamente independientes. Así, la práctica inexistencia de medios de comunicación independientes en Cataluña tiene que ver con el hecho de que no hay prácticamente ninguno tampoco, público o privado, que no dependa, al cabo, del dinero de la Administración. Y eso trae consecuencias. Por ejemplo, el maldito Procés. Por lo demás, insisto en lo dicho sobre la menesterosidad de verdad: ese debe ser el único e innegociable propósito de quien se dedique a este oficio.
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