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Con la muerte de Diego Galán a los 72 años desaparece una de esas figuras en vías de extinción en nuestra cultura cinéfila, a saber, la del erudito con afán pedagógico que hizo de su pasión por el cine español una piedra angular para su difusión en formatos tan variados como la crítica, el periodismo, el ensayo (Berlanga, Fernán-Gómez o Saura), el documental, los programas televisivos o la dirección de un festival tan importante como San Sebastián.
Nacido en Tánger en 1946, Galán se instala en Madrid con 19 años para iniciar una intensa carrera cineclubista que compagina con la crítica, primero en la revista Nuestro cine y luego en las páginas de Triunfo, antes de probar suerte como ayudante de realización en TVE junto a Pedro Olea, Josefina Molina o José Luis Borau y de dirigir un par de cortos (Apunte sobre Ana, El mundo dentro de tres días).
De aquel contacto con el medio nace su proyecto destinado a perdurar como pieza esencial de la historiografía de nuestro cine: la serie Memorias del cine español (1977-1981) completó en 15 capítulos un recorrido por las distintas etapas desde el sonoro hasta la Transición en el que Galán entrevistó a muchos de sus protagonistas y rescató del olvido y quitó el polvo a grandes películas del Franquismo a las que la progresía intelectual de la época miraba con recelo. Años más tarde, volvería a acometer otro proyecto televisivo de referencia, Queridos cómicos (1992), entrevistando a lo largo de 23 episodios a los más importantes actores españoles.
Entre ambas series, Galán escribió sobre temas cinematográficos en El País y fue director del Festival de San Sebastián en dos etapas (1986-1989 y 1995-2000), situándolo de nuevo en la categoría ‘A’ y de cuya experiencia saldrían el libro Jack Lemmon nunca cenó aquí (2001) y la serie Una historia del Zinemaldia (2010).
Y fueron precisamente los documentales divulgativos los que le ocuparon en la última década: Pablo G. del Amo, un montador de ilusiones (2005), ¿Quién fue Pilar Miró? (2010), Con la pata quebrada (2013), sobre la evolución de la imagen de la mujer en el cine español desde los años 30 hasta la actualidad, o Manda huevos (2016), sobre los estereotipos masculinos, dejan un legado esencial, magníficamente documentado, accesible y ameno para iniciarse sin prejuicios en nuestra cinematografía. Galán recibió en 2018 la Medalla de Oro de la Academia de Cine.
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