Claridad y energía de Nuno Coelho

REAL ORQUESTA SINFÓNICA DE SEVILLA | CRÍTICA

Morelló y Coelho en una gran noche sinfónica.
Morelló y Coelho en una gran noche sinfónica. / Marina Casanova

La ficha

****XXXV Temporada de conciertos. Programa: ‘Fairytale Poeme’, de S. Gubaidúlina; Concierto para flauta y orquesta, de C. Nielsen; ‘La consagración de la primavera’, de I. Stravinsky. Flauta: Vicent Morelló. Director: Nuno Coelho. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 3 de abril. Aforo: Dos tercios.

Volvía al frente de la ROSS el director portugués Nuno Coelho, quien tan buena impresión causara en sus visitas anteriores. Impresión aumentada felizmente en esta ocasión en un soberbio concierto que es firme candidato a ser evento sinfónico de la temporada.

Programa atractivo y de estéticas complementarias que se abría, a modo de homenaje a la recientemente desaparecida Sofía Gubaidúlina, con su Fairytale Poeme. Coelho sentó magisterio desde los primeros compases en el apartado de control de las dinámicas, sentido del color y sutilidad en el fraseo. Por debajo del mezzo-piano fue capaz de distinguir una variedad asombrosa de planos dinámicos en todas las secciones, especialmente en cuerdas y maderas. La claridad de su planteamiento sonoro es otra de sus bazas como director y lo demostró posibilitando que los trinos de clarinetes y flautas en pianissimo fueran perfectamente distinguibles sobre los piani de la cuerdas.

Vicent Morelló, solista de la ROSS, lució una vez más su dominio del sonido de la flauta, con infinidad de matices y de ataques, bien en staccato, bien en un sutil y elegante legato, aderezado todo siempre con agilidad y precisión tonal y culminando en una espléndida cadencia. Coelho lo arropó sin taparlo, pero también dándole a la orquesta el relieve y el brillo escrito por Nielsen.

Quedaba el plato fuerte, la escandalosa (en su estreno en 1913) obra de Stravinsky, que hoy suena de una modernidad inextinguible. El maestro portugués planteó una interpretación de una claridad textural inmejorable, evidenciando con nitidez las complejas polifonías de, por ejemplo, la primera sección. Incluso en los pasajes más violentos todo estaba bajo control, con la colaboración de una Sinfónica brillantísima en todas sus secciones y de la que extraía auténticas explosiones y oleajes sonoros que se expandían de forma casi visible en los crescendi para luego precipitarse de forma abrupta e impactante en silencios de una fuerza expresiva impresionante. Y en los pasajes más pausados, como el que abre la segunda parte, supo evidenciar la tensión subyacente bajo la aparente placidez destacando las figuras inquietantes en contrabajos y violonchelos.

Hacía ya bastante tiempo que no asistía a ovaciones tan entusiastas y repetidas en la temporada de abono de la Sinfónica. Esperemos que no tarde mucho en regresar este gran director.

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