Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Producción de Producciones Telón. Intérpretes: Carmen Solís, Andrés Veramendi, Arturo Pastor, Inés Olabarría, Ángel Jiménez, Lucía Escribano y Daniel Báñez. Coro Nova Nerta. Orquesta Sinfónica del Aljarafe. Dirección de escena y escenografía: Ignacio García. Vestuario: Cornejo. Iluminación: Jorge M. Elbal e Ignacio García. Dirección musical: Pedro Vázquez. Fecha: Viernes 24 de mayo. Lugar: Auditorio de Fibes. Aforo: Unas 1.200 personas.
Es de loar sin ambages el que los artistas líricos, ante la contracción de la actividad de los teatros públicos, decidan asociarse y embarcarse en una aventura a la antigua, la de crear una compañía privada para producir un espectáculo de precios asequibles pero con amplios estándares de calidad, para ofrecerlo en gira a cuantas ciudades quieran aceptarlo. Los costes de producción están muy por debajo de los que maneja, por ejemplo, el Maestranza, sin que el nivel de calidad final esté muy alejado del que hemos experimentado esta temporada en el Paseo de Colón (y en algún caso de esta temporada este Trovatore supera al Maestranza con claridad, no hay más remedio que reconocerlo pese a quien le pese). Ignacio García es ya un experimentado regista cuyo trabajo ha sido exhibido en los mejores teatros líricos españoles y ha sabido aquí entender que una ópera como ésta no necesita más que de un coherente y sencillo ropaje escénico que no estorbe ni emborrone el espectáculo musical y vocal que supone esta inmortal creación de Verdi. Con escenografía versátil y en nada estridente, con buen uso de proyecciones y una iluminación lateral muy envolvente, sólo hubiera faltado trabajar más el movimiento de actores, demasiado esquemático y simplón en algunas escenas.
Pedro Vázquez también posee buena experiencia en la dirección musical operística e imprimió a su batuta un ritmo incisivo, acentuando bien los tiempos más movidos y arropando a la voces en todo momento. Salvo algún desencuentro entre foso y coros, el encaje fue exacto, con una orquesta muy bien empastada y de buen sonido en todas sus secciones (gran solo de clarinete y buenas trompetas, por cierto). La estrella indiscutible de la noche fue sin duda Carmen Solís: estamos ante la más apasionante promesa de soprano verdiana de la actualidad y bien harían los teatros españoles (y no señalo a nadie) en ficharla lo antes posible para este tipo de papeles verdianos para los que su voz parece haber nacido. La voz es de gran belleza, ancha y muy bien ensamblada en sus registros, con graves bien apoyados y agudos luminosos; es ágil en los pasajes de coloratura y delicada hasta el extremo en el fraseo en los momentos más íntimos, como en su maravillosa despedida final. Veramendi es tenor más para Puccini que para Verdi: la voz es atractiva y sube bien y con poderío, pero su fraseo es demasiado pasional, con bruscos ataques y poca delicadeza en el legato, lo que le puso en un serio aprieto en el momento menos indicado. Pastor fue un Conde de Luna poderoso y contundente, muy en su papel de malvado pero también con buena línea de canto en Il balen. Totalmente inapropiada Olabarría, desafinada y con molesto vibrato, además de fuera del color preciso para el personaje. Correctos todos los demás y deficiente el coro, especialmente el femenino. Por último, nuestra sorpresa ante la buena acústica del enorme auditorio, con el doble de aforo que el Maestranza.
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