La nueva travesía de Carmen Laffón
El CAAC dedica a la pintora sevillana la exposición más ambiciosa sobre su obra desde la que albergó el Reina Sofía en 1992. La cita recoge sus grandes series de los últimos años.
En el discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Carmen Laffón relataba la huella que había dejado en su sensibilidad, desde la infancia, el entorno de Sanlúcar de Barrameda, sus campos tan modestos como hermosos, la transformación continua de sus playas, el misterio que encerraba, en el horizonte, el perfil prodigioso del Coto de Doñana. Esos parajes sencillos, señalaba la pintora, le hicieron apreciar "el valor de lo menor, de lo íntimo", dirigieron sus sentidos hacia los enigmas y las sugerencias de la naturaleza, y fiel a aquella iniciación, la creadora plasmaría más tarde, en una de las obras más incontestables del arte español reciente, el cauce y la desembocadura del río, la serenidad de los jardines, la plenitud contenida de una viña. Carmen Laffón. El paisaje y el lugar, la exposición que inauguró ayer el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y que es la muestra más ambiciosa sobre la autora desde la que albergó el Reina Sofía en 1992, indaga a través de 120 obras en el discurso de una artista que, pese a haber seguido inspirándose en los mismos motivos, continúa reinventándose en un sinfín de técnicas -óleos sobre lienzo, dibujos de carbón sobre papel, esculturas planteadas en los más variados materiales- y una asombrosa búsqueda formal, como la exploración cromática que propone en su última serie sobre el Coto. Como asegura el director del CAAC, Juan Antonio Álvarez Reyes, Laffón se ha desprendido en la última etapa de "ataduras del pasado" e inicia "una nueva travesía que sorprende y deslumbra precisamente por esa libertad y radicalidad respecto a lo ya hecho".
Carmen Laffón. El paisaje y el lugar, con la que la Junta tomó el testigo del Ayuntamiento, que iba a dedicar a la pintora una muestra en Santa Clara, podrá verse en el Monasterio de la Cartuja hasta el 8 de febrero y visitará la próxima primavera el Palacio de Carlos V de Granada. La cita "no quiere ser una retrospectiva", matizó Álvarez Reyes, y se acerca -a excepción de unos trabajos de la década de los 70- a las "grandes series" realizadas por la artista en este nuevo siglo. La exposición, comisariada por el crítico de Diario de Sevilla Juan Bosco Díaz-Urmeneta, cuenta con un esmerado libro-catálogo editado en colaboración con el Centro de Estudios Andaluces, que incluye textos de Jacobo Cortines, Francisco Calvo Serraller, Lorena Martínez del Corral, Juan Ángel Vela del Campo y del propio Díaz-Urmeneta.
Las piezas más antiguas que el espectador encontrará en la muestra se remontan a mediados de los 70, cuando Laffón encuentra inspiración en los terrenos de la Cartuja, retratando la silueta de la ciudad desde una perspectiva entonces inusual o deteniéndose en la fuerza casi imperceptible de los matorrales y los terrenos agrestes de esta isla. Pero de la poética de estas obras también podía desprenderse una lectura política: surgen en pleno debate sobre el destino del meandro del Guadalquivir en el tramo de San Jerónimo, y mientras se baraja un plan urbanístico que permite la explotación inmobiliaria del espacio.
Más allá de esta recuperación puntual, la mayor parte de la producción artística que se exhibe en El paisaje y el lugar pertenece a fechas más recientes y se centra en las últimas líneas abiertas por una creadora que defendió ayer que "ningún autor trabaja en solitario" y se confesó receptiva al consejo de sus amigos. "No me importa nada borrar, lo que me indican coincide a veces con las dudas que tengo. Una está muy metida en la obra y una persona con una mirada fresca ve lo que falla enseguida", declaró Laffón.
No es casual que el nombre de la muestra incorpore la palabra lugar. Díaz-Urmeneta afirma que, frente a la connotación de "querer intervenir o reinar" del término sitio, un lugar invoca a "la interrelación de la vida y el espacio", el vocablo se refiere a un enclave que "nos da a menudo una forma de vivir". En este sentido juega un papel fundamental uno de los temas a los que con mayor frecuencia se ha acercado Laffón en los últimos años: la viña. La maestría de la autora recrea con minuciosidad, a través de diferentes texturas y trazos, el proceso de recogida de la uva, sinónimo de fecundidad pero también constatación de los frutos que brinda la entrega del hombre a las posibilidades de la naturaleza. En la misma sala en la que se recogen sus carbones y témperas sobre las viñas de La Jara o las espuertas cargadas que talla en bronce se muestra también una composición novedosa, unos paneles que reflejan un cielo generoso en nubes. Estos fragmentos componían el fondo que la pintora ideó para la parra que instaló en el zaguán del Palacio de San Telmo; aquí cobran una nueva vida los que acabaría descartando por su intenso colorido. En otra de las estancias del CAAC, al final de un pasillo, otra escultura de una parra dialoga con uno de los jardines del Monasterio de la Cartuja.
En los paisajes del Coto de Doñana, la cuarta serie que firma Laffón a partir de este tema, la creadora vuelve a constantes anteriores -la importancia de la línea del horizonte; en palabras de Díaz-Urmeneta, "la ausencia de detalles narrativos", la "cercanía sentimental con la naturaleza propias de la visión mediterránea"-, pero lo hace desde una versátil paleta de colores, en un proceso de depuración absoluta en el que Laffón parece buscar la esencia de su trabajo a través de una abstracción que remite a Rothko y a los referentes aprendidos junto a su amigo Fernando Zóbel. Un despojamiento similar se percibe asimismo en las Bajamares, en los Jardines del Generalife y las Orillas del Coto desde Bonanza, otros conjuntos de obras presentes en la muestra.
La sevillana asegura haberse atrevido a salir de los terrenos acomodaticios gracias a la lección que aprendió de algunos maestros. "A mí me ha enseñado muchísimo el arte contemporáneo", expresa Laffón. "A no tener miedo. En gente como Duchamp, Picasso, valoré la libertad, el atrevimiento. No me puedo comparar con ellos, pero me enseñaron a mirar que todo se puede hacer si lo sientes", declara. Entre las creaciones más llamativas destaca la instalación en la que recrea el patio que se ubica a la entrada de la exposición; una cuba en la que mezcla sarmientos reales con otros de bronce y un caballete que remata un tronco.
Uno de los aspectos que pone de manifiesto esta selección de la obra de Laffón es su profundo humanismo. La lectora sensible se vislumbra en las piezas que elaboró para el IV centenario de la primera parte de El Quijote, Cajón, mesa y atril con libros grandes y pequeños, que combina dos esculturas, un voluminoso cajón cerrado y una mesa. Pero esa mujer ilustrada prefiere la compañía de la gente sencilla y no oculta su debilidad por esos oficios que forman parte de la memoria colectiva, ya sean los campesinos que se encargan de la vendimia o los encaladores. La cal, tan arraigada en el paisaje andaluz, protagoniza otra de las series, en la que sobresalen unos cuadros de poderosa fuerza que retratan el proceso del encalado. En los útiles que se usan para este trabajo se reivindica un modo de vida en el que Laffón vuelve a hacer gala de esa sensibilidad exquisita que la caracteriza, esa sabiduría que discierne que en los asuntos aparentemente más modestos también se esconden los misterios del mundo.
Carmen Laffón. El paisaje y el lugar. En el CAAC hasta el 8 de febrero. De martes a sábado de 11:00 a 21. Domingos de 11:00 a 15:00.
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