Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Nuestro día | Crítica de cine
**** 'Nuestro día'. Comedia dramática, Corea del Sur, 2023, 83 min. Dirección, guion, fotografía, montaje y música: Hong Sangsoo. Intérpretes: Kim Min-hee, Ki Joo-bong, Song Seon-mi, Park Mi-so, Ha Seong-guk.
No agradecemos lo suficiente a pequeñas distribuidoras independientes como Atalante la labor que realizan estrenando en España a cineastas como el surcoreano Hong Sangsoo. Tampoco que lo hagan con un mimo y un cariño, ahora materializado en una promoción exquisita que incluye un hermoso pack de postales pintadas a partir de motivos de sus películas, con quienes llevamos ya tiempo siguiendo con fidelidad a un autor capaz de ser siempre fiel a sí mismo desde un particular y ligero sentido de las variaciones y permutaciones de sus temas, historias y personajes.
Nuestro día llega además en pleno verano acompañada de In water, su filme desenfocado, en una dupla que invita a disfrutar en dos semanas consecutivas de los matices en el imparable ritmo de trabajo propiciado por unos métodos de producción y rodaje autogestionados y autosuficientes que lo convierten en uno de los cineastas más prolíficos (son ya 38 largos desde su debut en 1996), coherentes y disfrutables de esta época de películas-acontecimiento y blufs de autor.
Nuestro día se declina una vez más en presente de indicativo desdoblada en dos historias que transcurren en paralelo apenas separadas por unos novelescos rótulos de situación. En la primera, una actriz (Kim Min-hee, una vez más) pasa unos días en casa de su amiga. La dos charlan a la mesa, beben y comen mientras el gato es objeto de su atención y cariño. La visita de una joven que también quiere ser actriz activa una nueva conversación sobre el oficio y sus peajes antes de que la desaparición del felino reconduzca el relato a una nueva reflexión sobre el afecto, la confianza y la soledad.
Mientras tanto, porque este es un filme del mientras tanto, en otro de esos pequeños apartamentos del cine de Sangsoo, un veterano poeta (Ki Joo-Bong) en plena fase abstemia recibe la doble visita de una estudiante que quiere hacer un documental sobre él y de otro joven admirador que aspira a sacarle algunos secretos sobre su escritura o su visión del mundo.
Los ecos entre una y otra historia se cruzan y materializan en los pequeños gestos y detalles, entre el interior y el exterior, en pareja o en trío, en los obsequios, la comida y las largas escenas filmadas a la precisa distancia y sin apenas mover la cámara. La palabra se abre a una enseñanza no demasiado trascendente sobre la desmitificación del arte y los artistas y el valor de las pequeñas cosas y placeres. Suficiente y revelador, una vez más, tan sencillo y tan complejo como la vida misma y sus infinitos pliegues en el espacio y el tiempo.
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