"La novela es la investigación más profunda que ha inventado el ser humano"
Juan Gabriel Vásquez | Escritor
El autor colombiano da forma literaria a la historia familiar del cineasta Sergio Cabrera y la convierte en fascinante metáfora de las tensiones ideológicas del siglo XX en 'Volver la vista atrás'
La historia familiar del cineasta colombiano Sergio Cabrera condensa, como una fascinante metáfora, gran parte de las tensiones ideológicas y morales del siglo XX. Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) le da forma literaria en Volver la vista atrás, un libro que se escurre entre los géneros.
En La estrategia del caracol (1993), su película más conocida, Sergio dirigió a su padre, Fausto Cabrera, en el papel de un viejo anarquista español exiliado. De algún modo, se interpretaba a sí mismo. Salió de España muy joven en la Guerra Civil y el huracán de su vida arrastró a su familia. Ya referente del teatro y la televisión colombianos, su militancia comunista le llevó a la China de la Revolución Cultural. Y de vuelta a Colombia esa experiencia derivó en la entrada de sus hijos Sergio y Marianella en la guerrilla. Todo se cuenta con admirable honestidad en Volver la vista atrás (Alfaguara). Siete años de investigación y la confianza fundada en la amistad han permitido abrir zonas incómodas de la memoria.
-Creo que Volver la vista atrás habría sido también un buen título para otros libros suyos. ¿Le interesa esa conexión entre lo que fuimos y lo que somos?
-Sí, como en Los informantes (2004) o El ruido de las cosas al caer (2011), en esta novela me obsesiona examinar la forma misteriosa que tiene el pasado de no pasar, cómo sigue con nosotros y moldea nuestros destinos. Aquí además las circunstancias reales de mi personaje, Sergio Cabrera, me ofrecieron una metáfora perfecta. En 2016, en un momento de crisis en el que su padre acaba de morir, su matrimonio se está cayendo y su país vive la derrota de los acuerdos de paz en referéndum, Sergio recibió la invitación de la Filmoteca de Cataluña para hacer una retrospectiva de su cine. No hay mejor metáfora. La retrospectiva me sirvió para anclar la novela en ese presente.
-¿Trabajar sobre una historia que ya era tan atractiva facilita o complica su escritura?
-Por un lado, lo facilitó. Como decía Faulkner, crear "donde antes no había nada" es extenuante. La vida de los personajes tenía tal interés que no hacía falta llenarla con invención. Por otro lado, cuando tienes semejante historia entre las manos, la ansiedad por no desperdiciarla es inmensa. Debía encontrar el tono y la arquitectura que permitieran sacar de las peripecias de los Cabrera todo lo que en ellas hay de universal y metafórico.
-¿Le ha resultado difícil no juzgar a los personajes?
-Era un reto. Había que construir una relación con las ideas, con las pasiones políticas, con la vocación revolucionaria, con la decepción. Para hacer eso desde el punto de vista de mis personajes, respetar su evolución, entenderla y que la entienda el lector, yo tenía que desaparecer. Así descubrí que a esta narración le convenía la tercera persona clásica. Y tuve muy presente una idea de Kundera: en el territorio de la novela suspendemos el juicio moral, dejamos de dividir el mundo entre culpables e inocentes.
-A menudo habla usted de la novela como investigación…
-Es la investigación más profunda que ha sido capaz de inventar el ser humano. Ford Madox Ford dice que la novela es el único instrumento que nos permite conocer cómo viven los demás su vida entera. Ese adjetivo, "entera", me fascina, meternos en la piel de un personaje para sentir desde él. Yo quería examinar la vida con una penetración que ni la biografía ni la crónica permiten. Puedo decir así que es un libro de aventuras y un examen de procesos históricos pero es además una novela sobre individuos, sobre un puñado de vidas íntimas arrastradas por las fuerzas de la historia.
-Esa es otra clave, entiendo: mostrar cómo la Historia determina las historias particulares.
-Nunca había escrito un libro en el que un individuo encarnara de forma tan clara los procesos históricos. Aparte de eso, me interesaba ver cómo heredamos las consecuencias de algo ocurrido muy lejos o muchos años atrás. El momento de la novela en que Sergio entra en la guerrilla no nace con una decisión suya en 1969. Tiene una semilla en la expulsión de su padre de España. Y otra en los días en que Fausto, joven exiliado, pasaba hambre.
-Ahora usted reside en Colombia, pero ha vivido más de una década en España. ¿Podríamos decir que este es su libro más español?
-He tenido que irme de Barcelona y que pasen muchos años para empezar esta relación con España en mis ficciones. Además de considerar a España parte de mi educación sentimental, es un lugar en el que mentalmente paso mucho tiempo. Que aparezca como escenario en una de mis novelas me satisface. Por otro lado, en fantasmas de libros futuros, ya tengo otra historia que está muy anclada en España. Me entusiasma la idea de vivir con una parte de mi pulso de novelista en este país.
-¿Cree que en Colombia se verá como una novela más documental de lo que pueda serlo para un lector de otro país?
-Toca temas muy sensibles en la sociedad colombiana. Seguimos polarizados alrededor de las consecuencias de la derrota de los acuerdos de paz. Y me parecía necesario meter las manos en ese lodo. Mi intención es que pueda leerse como un documento sobre el pasado que nos ayude a entender el presente. Siempre he creído en la novela como una manera de discutir los temas más conflictivos, ambiguos y dolorosos que cruzan por una sociedad.
-En una nota final dice que terminó el libro en marzo de 2020, al inicio de la pandemia, en los "días caóticos de la cuarentena", y que la escritura le permitió "conservar cierta cordura en medio de aquella vida centrífuga". ¿La literatura tiene el don de ordenar el caos?
-No creo que la experiencia sea igual para todo el mundo, pero para mí tuvo un efecto de refugio. Pasé el virus pronto, en marzo, en una época en la que no se sabía casi nada, las ansiedades eran mayores. Aparte, creo que los días de aislamiento nos confirmaron algo que algunos hemos defendido siempre: todo eso que llamamos cultura, lejos de ser algo suntuario, para pasar el tiempo, es importante en nuestro equilibrio psicológico. Para mucha gente el contacto con un libro o una película fue la diferencia entre la estabilidad y el desasosiego. Y se pregunta uno entonces ¿cuándo se darán cuenta nuestros gobiernos de que tal vez no sea la cultura el primer lugar donde siempre hay que recortar?
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