"Necesitamos representar lo andaluz sin clichés y sin complejos"

Nono Ayuso. Cineasta

El joven director andaluz ha logrado el Premio Asecan Otros Formatos con un impactante videoclip para la banda Califato 3/4

El director Nono Ayuso.
El director Nono Ayuso. / Antonio Ojeda Ballesteros
Juan Antonio Bermúdez

06 de febrero 2021 - 18:00

En solo dos años, Califato ¾ se ha revelado como una de las bandas andaluzas de referencia, gracias a mezclar la electrónica con los sonidos de la tradición. Más allá de la música y las letras, su arriesgada combinación de respeto y descaro impregna todo aquello con lo que el grupo se expresa, especialmente sus videoclips. El de Fandangô de Carmen Porter, anticipo de La contraçeña, nuevo disco de estudio que sacarán el 28 de febrero, va camino de convertirse en un hito del audiovisual andaluz reciente. Los Premios Asecan acaban de distinguirlo con el galardón de la categoría Otros Formatos, pero venía ya avalado por la crítica y el público: una larga lista de elogios en publicaciones especializadas y la tan anhelada viralidad por la que ha superado las cien mil visualizaciones en pocas semanas.

Detrás de esa película comprimida en cinco minutos está Nono Ayuso (El Puerto de Santa María, 1983), joven director que dejó Andalucía a los 18 años y ahora reside en Londres. Su historia personal refleja la de tantos talentos emigrados. Pero la peculiar gestación de su videoclip ilustra también una esperanza para los caminos de ida y vuelta de la creatividad andaluza.

–Las salinas en las que ha rodado el videoclip están al lado de la casa en la que vivió de niño, en El Puerto, pero antes de volver ahí ha recorrido medio mundo.

–Estudié Periodismo en Madrid y trabajé mucho tiempo como reportero en zonas de conflicto: estuve en la Colombia de las FARC y en la Venezuela de Chávez, por ejemplo. Luego llegué a Chile pensando pasar tres meses y al final me quedé allí cinco años como profesor universitario. Y tras esa etapa decidí dar otro giro y probar suerte en Londres, que es donde vivo ahora.

–¿Y en qué momento llega el cine a su vida?

–Estaba en mi vida desde niño, desde que iba con mi madre los domingos al cineclub. Luego, en la universidad, me dieron una beca de la Fundación Autor para estudiar montaje en San Antonio de los Baños, en Cuba, con Nelson Rodríguez, que había sido editor de grandes clásicos cubanos como Memorias del subdesarrollo o Lucía. Y más tarde en Chile colaboré en el rodaje de un documental y ahí me convencí de que quería dirigir. Con esa intención me vine a Londres, con una mano delante y otra detrás. Tuve la suerte de conseguir trabajo como editor de vídeo y al mismo tiempo empecé a dirigir pequeños proyectos míos, pidiendo favores a todo el mundo. Vieron uno de esos trabajos en la Tate y me dieron la oportunidad de rodar una pieza para ellos. Desde 2018 puedo decir que vivo de dirigir, sobre todo publicidad, pero también de vez en cuando proyectos personales como el videoclip de Califato.

Un fotograma del videoclip.
Un fotograma del videoclip.

–¿Cómo surgió esta colaboración?

–Yo conocía a Califato antes, claro. Además de gustarme su música, siempre me ha parecido una banda necesaria por poner patas arriba las tradiciones y por su discurso andalucista, en el que me veo muy representado. Me fui con 18 años de Andalucía y cada vez me siento más andaluz. En Londres he conocido a Curro Piqueras, un creativo de publicidad que había contactado con Califato por su cuenta porque pensaba que les hacía falta un videoclip "muy bueno". Y tomando un día una cerveza con Curro me comentó esto y vimos la oportunidad de trabajar juntos; él ha sido el coguionista. Cuando me pasaron la canción, me encantó, porque más allá de la guasa hay en ella un poso dramático. Ellos tenían una idea, querían convencer a Iker Jiménez para que saliera, pero yo no lo veía y les propuse esta otra historia que profundiza más en la pérdida y en la enajenación.

–Lo que plantea el videoclip es desde luego una tragedia. Y muchos añadirían enseguida el adjetivo "lorquiana". En muchas reseñas, citan como referencia a Buñuel, a Val del Omar, al neorrealismo o a cineastas contemporáneos de culto como Béla Tarr o Terrence Malick. ¿Hasta qué punto se reconoce en ese marco referencial?

–De todo eso, no hay nada que yo pueda reconocer como referencias conscientes. Claro que me interesan Val del Omar o el neorrealismo, por ejemplo, pero no he querido hacerles ningún guiño. Sí hay dos influencias directas que reconozco: la película Soy Cuba [Mijaíl Kalatózov, 1964] y las fotografías que hizo Carlos Pérez Siquier en La Chanca, en Almería. Y he tenido en la cabeza otras cosas que encajaban en la historia, como una serie documental que vi hace unos meses sobre El Palmar de Troya o el trabajo durísimo de las salinas, sobre el que siempre quise hacer algo. Por otro lado, tenía claro que quería rodar en blanco y negro y en 16 mm. Es más caro y más difícil que el digital, pero quería esa textura orgánica. Y quizá también es eso lo que conduce a cada espectador a diferentes referencias cinematográficas.

"Mientras más tiempo llevo fuera, soy más consciente de que lo andaluz se conoce de una forma muy pobre"

–Califato reivindica una escritura del andaluz. ¿Es posible reclamar algo similar desde el cine?, ¿un cine andaluz con una ortografía propia?

–En el videoclip yo he querido tratar lo andaluz con honestidad e integrar esa realidad andaluza que retrató, por ejemplo, Pérez Siquier. Sin pedantería, me considero creador, en tanto que creo cosas. Y, como creador, me parece una obligación el compromiso con la realidad. Quizá por eso tengo ese sentimiento identitario, que es cada vez más fuerte mientras más tiempo llevo fuera, porque soy más consciente de que lo andaluz se conoce de una forma muy pobre. Y necesitamos representarlo sin clichés y sin complejos.

–Y tras tantos años lejos, ¿cómo ve el cine que se hace ahora en Andalucía?

–Me interesa mucho. Valoro lo que ha sido capaz de hacer Alberto Rodríguez, rodando en Andalucía y con andaluces. O lo que están haciendo productoras, como La Claqueta, me encantó La trinchera infinita. Y creo que también se ruedan muy buenos documentales; no hace mucho pude ver Litoral, dirigido por Juanjo Rueda, un amigo malagueño, y me pareció una maravilla. Creo que Andalucía está empezando por fin a demostrar su capacidad para contar desde el cine su pasado y su presente. Y si puedo y me dejan, me encantará participar más de eso. Ojalá.

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