Reeducando al patriarca

El principal aliciente para ver esta comedia no es otro que encontrar en ella a Sabine Azema y André Dussollier, grandes comediantes y viejos conocidos en innumerables títulos del cine galo y muy especialmente del de Alain Resnais. Con plena confianza en ellos, Niégalo siempre no está demasiado lejos empero de esa comedia comercial a la francesa que ha hecho de los enredos familiares, las diferencias generacionales y culturales o la sátira blanda de (viejas y caducas) costumbres su principal reclamo para la taquilla.

Con todo, Calbérac saca jugo inesperado a una premisa tan tonta como astutamente desarrollada. A saber, un padre y esposo modélico en sus valores conservadores descubre una apasionada carta de amor a su esposa que revela una ardorosa aventura extramatrimonial cuarenta años atrás. El guion consigue eludir los caminos trillados y confronta pronto a la pareja en la confesión de la infidelidad para iniciar una escalada de desplazamientos destinados a revisar los orígenes de aquella aventura, de paso a visitar a unos hijos que, en el encuentro, darán lecciones de modernidad, tolerancia y progreso a un padre anclado en sus delirios gaullistas de militar retirado mientras la esposa revive su libertad.

Junto a las prestaciones de Azema y Dussollier, lo mejor de esta comedia reside en su capacidad para escapar puntualmente de las inercias del enredo ramplón y encontrar salidas airosas, por más que el final se vea de lejos y el último tramo se abandone a la sensiblería y la moraleja explícita. Y bueno, también hay por ahí un gag de masaje de pies digno de Blake Edwards.