A los 'neocom' Farrelly se les cae el disfraz de la trasgresión
Crítica 'Carta blanca'
Carta blanca. EEUU, 2011, comedia. 105 min. Dirección: Bobby Farrelly, Peter Farrelly. Intérpretes: Owen Wilson, Jason Sudeikis, Christina Applegate.
Todo forma parte de lo mismo. La noche anterior al estreno de Carta blanca el reality Supervivientes, presentado por el actual Rey Midas televisivo y con el hijo de la Pantoja o la cuñada de la Jurado como estrellas, logró un 26,7% de audiencia: 3.812.000 espectadores. El hijo de la Pantoja es también una de las estrellas de la última entrega de Torrente, que en su reciente estreno recaudó 8.12 millones de euros, batiendo los récords históricos de ser la película española con mayor recaudación en su primer fin de semana, ocupar el quinto lugar general tras los blockbusters hollywoodienses Piratas del Caribe. En el fin del mundo, Shrek 2, El código Da Vinci y Piratas del Caribe 2; y derrotar a estrenos en 3D como Avatar.
Todo forma parte de lo mismo. Los reality son una adaptación castiza de modelos americanos u holandeses, con Toni Genil o hijos y cuñadas de folclóricas como estrellas. Torrente es una actualización a lo bestia del landismo y de los mundos borde-cutres de Esteso y Pajares. Los Farrelly son Esteso y Pajares a la americana, empeorados por el universo MTV (que, no casualmente, se convirtió en la poderosa MTV Networks casi a la par de sus primeros éxitos). Algunos colegas americanos, continentales y peninsulares decidieron en su día que los Farrelly eran los reyes de la comedia transgresora, los innovadores de la comedia loca, los herederos de Lewis y Waters (un tipo, a su vez, sobrevalorado)… 15 años después de Dos tontos muy tontos o Algo pasa con Mary han matizado su juicio, pero siguen insistiendo en su fuerza cómica, originalidad y capacidad trasgresora.
Quienes desde el principio vimos en ellos uno de los síntomas del declive intelectual, estético y ético del cine americano seguimos viendo en ellos esa glorificación de la grosería como trasgresión que tanto conviene a lo que los apocalípticos de los 60 llamaban el sistema. ¿Palabras demasiado gruesas -como si matara mosquitos a cañonazos- para referirme a lo que no es más que basurilla para adolescentes programados por la deseducación? Tal vez sí. Tal vez no.
Si nos basamos en eso tan importante para las democracias que son las mayorías, las cifras de Supervivientes, Torrente 4, el reciente estreno de la quinta entrega de Fast & Furious o el ininterrumpido éxito de los Farrelly (y los bodrios que han inspirado a otros) deben tenerse en cuenta.
Sobre la película en sí, ¿qué decir? En su primera escena un padre enseña el álbum familiar a sus dos hijos pequeños mientras les dice: "¿Reconocéis a este semental en bañador azul? Soy yo cuando salí de la Universidad". Y el papá y los niños se deleitan hablando de los músculos de papá y del culo gordo de mamá. Además de una involuntaria pero implacable crítica a la Universidad, esta frase es la nota de afinación que define toda la película.
Eso sí: los Farrelly se hacen viejos y empiezan a tener síntomas de incontinencia conservadora. Cultivadores del peor conservadurismo posible, el que ha asumido lo más superficial de la trasgresión -sus aspectos más groseros y cuarteleros- como mercadería de consumo masivo, Carta blanca, como sus últimas películas, deja entrever cada vez con mayor claridad su naturaleza impostora. Su universo es el de los neocom salidos. Unas mujeres apuradas dan carta blanca a sus maridos para que desfoguen un fin de semana y dejen de asediarlas sexualmente, masturbarse en el coche o mirar obsesivamente a las jóvenes. Eso, y una ristra de chistes malos, es todo.
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