"Sé que es necesario vender, pero nunca me autocensuraré"

ángeles agrela. artista plástica

La creadora jiennense afincada en Granada logró hace unos días el Premio Focus de Pintura

Dedica la serie 'El favor de las bellas' a la representación de la mujer en la historia del arte

Ángeles Agrela (Úbeda, 1966) remata la obra 'Miriam', de la serie 'El favor de las bellas', en su estudio de Granada. / José Piñar
Isabel Vargas

20 de febrero 2018 - 07:05

Granada/-Hace unos días ganó el Premio Internacional de Pintura Focus 2017 por la obra Afrodita en procesión, de la serie El favor de las bellas.¿Qué losas pesan en la vida de una mujer artista a diario?

-No necesito tener la sensación cotidiana de una losa que me pese a la hora de realizar y mostrar mi trabajo como artista mujer para saber que algo va profundamente mal. Y es que las cifras hablan por sí solas. Por ejemplo, ahora que estamos en fechas de ARCO, el año pasado sólo un 5% de artistas mujeres españolas estaban presentes en la feria y las ventas de sus obras fueron acordes con ese porcentaje. Eso es gravísimo porque esa ausencia en el centro del mercado lleva a (y es consecuencia de) la falta de visibilidad de su trabajo. Esto es la pescadilla que se muerde la cola; al no estar presentes, las mujeres artistas pierden la posibilidad de ser reconocidas, por lo que las instituciones y coleccionistas no adquieren sus obras. Las galerías de arte son negocios que tienen que ser económicamente viables, y si ven que el mercado se interesa menos por los trabajos de las mujeres y no los compran, entonces tampoco las van a representar en igual medida y se va generando un bucle del que cuesta salir. Esto merma nuestra confianza y creatividad. Me hace mucha gracia cuando me dicen que no hay que obsesionarse con la paridad. Es insultante, es afirmar sin disimulo que las mujeres no pueden producir arte de calidad en igualdad de condiciones.

"Considero que, como mujeres, aún tenemos que seguir construyendo una representación propia"

-¿Qué medidas llevaría usted a cabo para alcanzar la paridad?

-Para empezar, cada euro del dinero público, que ponemos entre todos, tiene necesariamente que ser gastado de manera paritaria en la promoción, exposición y adquisición de obras de arte. Museos nacionales, autonómicos y ayuntamientos deberían seguir este principio. Por ejemplo, todos los directores de museos o responsables de colecciones públicas deberían tener claro que, aunque en ARCO sólo haya un 5% de mujeres representadas, las compras que allí se hacen con el dinero de todos para las colecciones de las instituciones que dirigen deberían ser paritarias. Eso sería lanzar un mensaje claro y contundente a galerías y coleccionistas. Llevamos dos décadas de discusiones sobre la aplicación de políticas de paridad en todos los ámbitos pero, en lo que se refiere al mundo del arte, son 20 años casi perdidos. Cada trabajador público y más si es desde un puesto de responsabilidad debería estar comprometido con esto. La cuestión no es si en los próximos 20 años un determinado museo ha hecho la mejor colección posible con fondos públicos, sino si al hacerlo ha logrado cambiar algo el mundo.

-En la serie El favor de las bellas, usted reflexiona sobre la representación que se ha hecho de las mujeres a lo largo de la historia del arte. ¿Qué ha querido decirle al espectador con ella?

-Es complicado explicarle al espectador lo que está en mi cabeza al trabajar en una serie, porque los temas los abordo desde muchas perspectivas y no me gustaría agotar su significado. Me gustaría que las obras estuvieran abiertas a interpretaciones distintas. Para ello fuerzo asociaciones de ideas que cada cual puede interpretar según su propia experiencia o sensibilidad. Cada espectador puede apreciar más algunas partes de las obras que otras, la ejecución, la simbología. Pero, bueno, como idea general puedo decir que todo parte de una reflexión sobre el peso de esta tradición en la representación de la mujer a lo largo de la historia, que sigue absolutamente presente en su imagen contemporánea, en la moda, en la publicidad. Busco crear imágenes usando estos códigos junto a la significación especial que tienen elementos como el cabello, las ropas y las decoraciones porque creo que aún tenemos que seguir construyendo una representación contemporánea propia como mujeres.

-En su obra, el cuerpo humano y el retrato son dos realidades que ha utilizado mucho y que le fascinan. ¿Qué ve en ellos?

-Siempre ha habido varios temas que se han ido mezclando en mi trabajo a lo largo de los años. Es cierto que uno muy importante es el cuerpo, lo físico, lo carnal, y el retrato. Hay quien se obsesiona con el cuerpo y otras personas se lo toman con más naturalidad, pero nadie puede ignorarlo. Yo suelo usar mi relación con el cuerpo, el propio y el ajeno, para hacer consideraciones sobre mí misma y también para hablar del mundo del arte, a veces con un tono irónico o crítico. Y el retrato me interesa por la capacidad que tiene para atraer la mirada hacia un trozo de pintura, que es sólo pintura (y lo es más cuanto más te acercas a ella). Pero a pesar de todo la ilusión es tan grande que nos identificamos inmediatamente con la visión de otro ser humano y, como tales, nos proyectamos en esa imagen. Un buen retrato te hace asomarte a los ojos de otra persona, aunque haya muerto hace siglos, y captar algo de ella. Es una ilusión que tiene que ver con nuestros esquemas mentales más básicos. Nuestro cerebro está tan entrenado para reconocer rasgos faciales y atribuir a estos rasgos la categoría de una persona, que lo sigue haciendo ante un retrato aunque sea evidente que no es más que pintura.

-A menudo utiliza el humor para expresar ideas incómodas. ¿Ha llegado a autocensurarse por miedo a que el público no entienda su fina ironía?

-Conscientemente creo que no. He hecho series de las que no he vendido ni una pieza porque a la gente les ha parecido incómodas, pero eso nunca me ha cortado. Me apasiono mucho con cada trabajo y para mí es suficiente. Sé que es necesario comer, vender, pero nunca me autocensuraré.

-Se define en su biografía como una "artista multidisciplinar que trabaja con el tejido, el vídeo, la fotografía, la pintura, el dibujo y la obra gráfica".

-Para mí el estilo no es el fin, sino el medio. A lo largo de mi carrera he usado las técnicas o los estilos que me han convenido para llevar adelante una idea o una intuición. Ahora uso mucho el dibujo de una manera muy clásica y puede que dentro de dos años no lo use en absoluto. Nunca he tenido miedo ni a las disciplinas ni a que mi trabajo pareciese algo errático porque, aunque no lo quisiera, siempre he terminado interesándome en las mismas cosas. Ahora, con una perspectiva de trabajo de 25 años, veo que aunque a veces pensara que me desviaba, en realidad siempre había varios temas a los que volvía, por lo que cada vez he trabajado con más libertad en cuanto al estilo. Y la evolución ha sido de manera natural, unas series han ido dando paso a otras sin fricciones.

-Como artista, ¿cuál es su reto diario?

-Creo que la idea que tiene mucha gente del artista que quiere fama y riqueza es una leyenda creada por la literatura y por el sistema capitalista del mercado del arte que busca estrellas. Algunos hay así, pero creo que la mayoría de nosotros seríamos felices si nos fuera posible mantener el trabajo en el estudio con total libertad a cambio de unas condiciones de vida razonables. La situación siempre suele ser tan inestable que conseguir algo así ya me parece un reto diario.

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