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Se va terminando el verano. Las playas se van despoblando, la ciudad vuelve a llenarse de coches y de los escaparates de las librerías van desapareciendo algunos de esos best-sellers que son ideales para leer tumbado en la arena. Sus huecos los van ocupando las novedades de los meses de septiembre y octubre, dos fechas marcadas a fuego en el calendario por las editoriales españolas de cara al inminente mercado navideño. 2013 es un excelente año. Entre septiembre y octubre irán llegando a las tiendas de libros lo nuevo de Mario Vargas Llosa, John M. Coetzee, Jean Echenoz, Ian McEwan, Haruki Murakami, Delphine de Vigan o Ricardo Piglia, entre otros. Hasta David Foster Wallace estará presente con una nueva obra póstuma, esta vez una colección de ensayos inéditos.
Otro grande que está de estreno es Richard Ford, aquel escritor norteamericano que se ganó su derecho a figurar para siempre en un puesto importante de la narrativa contemporánea con la trilogía protagonizada por Frank Bascombe, un periodista de una revista de deportes metido luego a agente inmobiliario. El periodista deportivo (1986), El Día de la Independencia (1995) y Acción de Gracias (2006) constituyen un impresionante fresco de la vida en EEUU a finales del siglo XX y principios del XXI, mezclado con el universo personal del autor y su álter ego protagonista, con sus crisis, sus problemas, sus alegrías y sus tristezas. Ford cautivó a sus lectores con una narrativa pausada y elegante, en la que parecía que pasaban las páginas pero la acción no avanzaba y cuando el lector se daba cuenta estaba tan metido en el libro que sólo podía seguir leyendo.
Ford es también un maestro del relato corto y cuenta con varias colecciones de cuentos, entre las que destacan Rock Springs (1987), De mujeres con hombres (1997) y Pecados sin cuento (2002), además de coordinar una antología del cuento norteamericano. También coqueteó con la no ficción en Mi madre (1988) y en Flores en las grietas (2012), donde mezcla sus memorias con una serie de ensayos sobre literatura.
Ese estilo tan personalísimo se repite en su nueva novela, Canadá, que acaba de publicar Anagrama, el mismo sello que ha editado toda su obra en español. Esta vez no es Bascombe quien narra, pero podría serlo. El narrador es un chico de 15 años, Dell Parsons, que vive con sus padres y su hermana gemela en una ciudad de Montana. Ford, sureño, nacido en Jackson, Mississippi, en 1944, lleva esta vez la acción de su novela a un estado del norte, ese mismo en el que se ambientaba Fargo, con la que esta obra guarda algún que otro paralelismo.
Son los años 60 del siglo XX. El padre de Dell, Bev Parsons, no termina de adaptarse a la vida civil tras luchar en la Segunda Guerra Mundial. Tras dar bandazos por bases de la Fuerza Aérea de todo el país, decide licenciarse para vender coches en Great Falls, una pequeña ciudad de Montana. Los negocios de la vida civil son una ruina para él y decide atracar un banco para poner fin a su miseria (con esto no se destripa nada en esta reseña, pues lo del atraco lo cuenta el autor en la primera línea del libro). Su madre será cómplice del delito y aquello motivará la marcha del joven Dell a Canadá.
La novela consta de tres partes. En la primera, Ford describe la vida de la familia Parsons hasta el momento del atraco. Lo hace con su estilo habitual, ese narrar pausado que lo lleva a describir con absoluta maestría cómo era la existencia de una familia americana media en un lugar del norte de los EEUU en el que para nada estaban arraigados. A lo mejor un autor europeo, Echenoz, por ejemplo, por citar uno que comparte editorial y espacio en el estante de novedades con Ford, habría resuelto esta parte en 50 o 60 páginas.
Y habría estado bien también, pero Ford es americano. Muy americano en el sentido literario del término. Así que toda esta primera parte se va por encima de las 250 páginas sin que le sobre una sola letra. Sólo así el lector se meterá en la piel del joven narrador, en sus pensamientos, en sus aficiones, en sus miedos, en sus relaciones con su hermana y en la cierta admiración hacia sus padres. Sólo así se irá prepararando para la escena del atraco, que cambiará todo el desarrollo del libro y las vidas de sus personajes.
La segunda parte es la marcha de Dell a un país del que no sabe nada. Una amiga de su madre le irá contando lo básico por el camino. "Canadá era propiedad de Inglaterra y constaba de provincias, no de estados de una unión, aunque no había prácticamente diferencias entre unas y otras, salvo que en Canadá sólo había diez provincias. La mayoría de la gente hablaba inglés, pero de una forma distinta que ella no era capaz de describirme, pero que yo pronto captaría y aprendería a utilizar. Dijo que tenían su propio Día de Acción de Gracias, aunque el suyo no era en jueves ni en noviembre. Canadá había luchado junto a Estados Unidos en la misma guerra en la que había peleado mi padre, y había entrado en ella incluso antes que nosotros, debido a la obediencia de Canadá a la reina de Inglaterra, y de hecho tenían una Fuerza Aérea tan buena como la nuestra".
De nuevo Ford utiliza más de 200 páginas para retratar la vida del hijo de unos atracadores de bancos en un país extraño, al que le cuesta adaptarse mientras sueña con ir algún día a un instituto. Aquí la violencia, latente en toda la novela, es más explícita. Ya no hay padres que oculten la realidad, ahora el adolescente está solo ante un mundo que parece no quererle. Y de nuevo el talento de Ford llevará la novela al clímax con otros sucesos inesperados.
La tercera parte es mucho más corta y es más un epílogo que una parte de la novela propiamente dicha. Está ambientada en la actualidad, en la que Dell cuenta cómo fue su vida y la de su familia desde los sucesos que lo cambiaron todo hasta el siglo XXI. Qué ironía, dirían algunos, emplear casi 500 páginas para relatar un año de una vida y despachar en apenas 40 otro medio siglo. Ahí radica el encanto de leer a Richard Ford.
Richard Ford. Trad. Jesús Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2013. 512 páginas. 24,90 euros
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