Nantes, la ciudad que se transforma en un museo cada verano

La localidad natal de Julio Verne ha sabido reinventarse con una decidida apuesta por el arte y la imaginación

Nueva York, la medida de lo humano

'Le rêve de Fitzcarraldo', de Henrique Oliveira, en la Place Graslin.
'Le rêve de Fitzcarraldo', de Henrique Oliveira, en la Place Graslin. / Martin Argyroglo / LVAN

La derrota en la guerra contra Prusia y el levantamiento de la Comuna de París habían convertido la capital francesa en un avispero. A las difíciles condiciones de vida en la ciudad sitiada se sumaba otro problema, el incremento del precio del agua. El filántropo británico Richard Wallace promovió entonces el proyecto de unas fuentes que no sólo ayudaran a la salud pública sino que embellecieran la metrópoli en la que el millonario residía. Del diseño de estas obras, las fuentes Wallace, que pasarían a la posteridad con el nombre de su benefactor, se encargaría el escultor Charles-Auguste Lebourg. 

Ahora, el dibujante y guionista Cyril Pedrosa, al que los lectores españoles conocen bien gracias a novelas gráficas como Portugal y Los corazones solitarios, publicadas en Norma Editorial, reimagina en el enclave del que procedía Lebourg, Nantes, esas fuentes, idénticas en el color verde oscuro y en el formato a las originales pero con una variante significativa: los dispositivos desperdigados por los parques y rincones de esta urbe se plantean como una suerte de viñetas en las que las cariátides protagonistas, la Bondad, la Sencillez, la Caridad y la Sobriedad, se rebelan frente al hieratismo que se les presupone y van escapando de sus funciones. Pedrosa propone a través de esta emancipación inesperada un homenaje feminista, emocionante y poético, a “quienes escapan de los roles que les han sido asignados”.

El elefante mecánico de Las Máquinas de la Isla.
El elefante mecánico de Las Máquinas de la Isla. / Franck Tomps / LVAN

L’Évasión, la creación de Pedrosa con la que se topan los viandantes desde hace unos días, forma parte de Le voyage à Nantes, una iniciativa que desde hace más de una década transforma la capital de la región de Países del Loira, al oeste de Francia, en un inesperado museo al aire libre en el que piezas de arte contemporáneo toman las calles y el paisaje en los meses estivales. No es casual la apuesta por el término viaje, defienden sus responsables: en un presente donde el turismo vertiginoso induce a la ansiedad y a la desmemoria, Nantes cita a sus paseantes a una excursión sin brújula por los territorios de la curiosidad, el asombro, el descubrimiento. 

En esta ocasión, los organizadores de Le voyage à Nantes dieron a los artistas como motivo de inspiración la figura de un árbol, en consonancia con una ciudad que posee un centenar de parques y que fue Capital Verde de Europa en 2013. El brasileño Henrique Oliveira sitúa en la Plaza Graslin un enorme tronco que extiende sus ramajes hacia la silueta majestuosa de la Ópera, una reflexión sobre las tensiones entre arquitectura y naturaleza que en su título, Le Rêve de Fitzcarraldo, homenajea a Werner Herzog. En otros espacios de la ciudad, Sébastien Gouju plasma en les Jardins d’Arcadie Le désespoir des singes (La desesperación de los monos) incapaces de trepar por una araucaria, mientras Jean-François Fourtou coloca en la Place Royale una entrañable figura infantil, mitad vegetal y mitad humana, ataviada con un vistoso pijama de rayas.

La obra de Jean François Fourtou 'L enfant Hybridus'.
La obra de Jean François Fourtou 'L enfant Hybridus'. / Martin Argyroglo / LVAN

Nantes invita a la sorpresa ya sea a través de las obras incorporadas este año o de las creaciones que se mantuvieron de otras ediciones: en el recorrido, el viajero encadenará prodigios como una cinta métrica gigante, un paso de cebra que se introduce en un edificio, mesas de ping-pong de formas imposibles, castores con cola de pez o personajes que escapan del pedestal... Transgresiones que encarnan la creatividad y el vigor de una ciudad castigada en la década de los 80 por el cierre de los astilleros y que manifestó sus expectativas de futuro gracias a proyectos como la Escuela de Arquitectura de Lacaton & Vassal y el Palacio de Justicia de Jean Nouvel.

El cruce entre pasado y futuro propicia aventuras fascinantes, como las Máquinas de la Isla, un poderoso bestiario que retoma la generosa inventiva y el amor por la ciencia que caracterizó a Julio Verne, el hijo más ilustre de la ciudad junto con el cineasta Jacques Demy. Una galería de criaturas mecánicas, arañas y pájaros, y un carrusel de animales marinos preparan al espectador para una vivencia única, la de desplazarse subido a un elefante de 12 metros.

Nantes, que no ha olvidado los diferentes episodios que forjaron su Historia, recordada en las sinuosas calles de Bouffay, su barrio medieval, en el castillo de los duques de Bretaña o en el Memorial de la Abolición de la Esclavitud, ha sabido, como los protagonistas de algunas de sus estatuas, bajarse del pedestal y acoplarse al ritmo irresistible de la vida.   

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