Alba Molina | crítica
No lo es ni pretende serlo
Mythos | Crítica
Mythos. Stephen Fry. Trad. Rubén Martínez Giráldez. Anagrama. Barcelona, 2019. 448 páginas. 21,90 euros
Dejando aparte las obras de los estudiosos propiamente dichos, como Pierre Grimal, Jean-Pierre Vernant, Albin Lesky o Walter Burkert y demás referentes de la disciplina, las de mitólogos más heterodoxos como Robert Graves o Joseph Campbell, o las de sabios y excelentes divulgadores como nuestro Carlos García Gual, hay muchas otras que se proponen trasladar las viejas historias de los dioses y héroes de la antigua Grecia a un público amplio, de hecho cada vez más amplio en tanto que la menguante presencia de ese legado ha quedado reducida a un ámbito marginal en los actuales programas de enseñanza. Expulsados de las aulas, los mitos que nos acompañan desde hace milenios necesitan de vías alternativas para seguir proyectando su fecunda huella en la cultura de Occidente, buena parte de la cual resulta ininteligible si no disponemos de un conocimiento mínimo de lo que narraban aquellos relatos, espejo de una civilización desaparecida que nunca ha muerto del todo. Disponemos de aproximaciones exigentes, como las maravillosas de Roberto Calasso, y de otras más sencillas y accesibles, pero todas se encaminan al mismo necesario fin de garantizar su pervivencia.
Al segundo grupo pertenecería este Mythos donde Stephen Fry, el inquieto actor, guionista y también escritor inglés, cuyo talento multifacético está fuera de duda, ha volcado una fascinación que se remonta, nos dice en el preámbulo, a la lectura infantil de un volumen recopilatorio de Historias de la Grecia antigua que le despertaron "amor a primera vista". Admiramos a Fry por su inteligencia y su afilado sentido del humor, tan característicamente británico. Sólo por haber encarnado al mejor Oscar Wilde de la historia, en parte debido a su sorprendente parecido físico pero sobre todo por la especial empatía del intérprete hacia su personaje, merecería la gratitud de los devotos del dandi irlandés, que fue como es sabido un gran filoheleno. Hay otros libros de Fry disponibles en castellano, entre ellos la novela El mentiroso, también publicada por Anagrama, y no es improbable que a Mythos (2017 en su edición inglesa) le siga lo que a juzgar por el título parece una ampliación o continuación inmediata, Heroes. Mortal and Monsters (Penguin Books, 2018). Pero pese a su bella y llamativa cubierta, y pese a la más que correcta escritura, el libro es a nuestro juicio, quizá porque esperábamos más de Fry, sólo mediano o incluso relativamente decepcionante.
No ayudan los paratextos, que alternan los desmesurados elogios con menciones chocantes como la que compara la obra a una "superproducción hollywoodiense" o asimila su contenido al de la exitosa serie Juego de tronos, pero el problema viene del contraste entre las acertadas consideraciones preliminares y el desarrollo de un relato que no aporta demasiado a los recuentos disponibles en cualquier lengua. En relación con las historias recreadas, con razón habla Fry de "la energía, el humor, la pasión, la particularidad y la precisión creíble de su mundo". Con razón afirma que la mitología griega "no tiene nada en absoluto de académico ni de intelectual; es adictiva, entretenida, accesible y asombrosamente humana", dado que los griegos, en efecto, "crearon dioses a su imagen y semejanza". Y con razón concluye que, tratándose de mitos, el "placer es el quid de la cuestión". Pero si la singularidad de la mitología griega proviene de haber sido el producto de la "creación de grandes poetas", como dice Fry citando a la helenista estadounidense Edith Hamilton, no basta recontarlos con agilidad y desenvoltura para reflejar en toda su amplitud la riqueza de las historias originales.
Prueba del gran peso que los estudios clásicos siguen teniendo en la educación inglesa, de donde su reflejo en la literatura, las artes o hasta el discurso de los políticos, aunque estos sean tan nefastos como el actual premier, el libro de Fry se lee bien y no carece de amenidad ni de ocasionales hallazgos cómicos, pero siendo un libro recomendable para "aquellos que nunca se han cruzado con personajes ni historias del mito griego", cabe lamentar que el autor no haya sido capaz de complacer en mayor medida a los lectores que ya los conocen. Los diálogos entre los dioses, por ejemplo, funcionarían quizá en un sketch televisivo, pero leídos resultan –como en general los monólogos de los comediantes, apoyados en la interpretación por recursos gestuales que no pueden trasladarse a la escritura– menos graciosos que banales. Se agradece desde luego que una figura tan popular y justamente respetada de la escena aplique su incuestionable carisma a difundir los episodios de la mitología griega, pero mentiríamos si dijéramos que el resultado satisfará por completo a quienes buscan en los libros –como hicieron los propios griegos en sus mitos– algo más que entretenimiento.
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