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Las músicas del Greco

La conmemoración del cuarto centenario de la muerte del genial pintor ha generado tanto actividad concertística como de grabaciones discográficas.

Pablo J. Vayón

13 de julio 2014 - 05:00

El Greco. El viaje musical de Doménikos Theotokópoulos. Capella de Ministrers. Carles Magraner. CDM (Sémele)

From Spain to eternity. Ensemble Plus Ultra. Michael Noone. Archiv (Universal)

Angélico Greco. Nereydas. Javier Ulises Illán. CMY Baroque (Sémele)

"Yo de música no sé...". Este comentario, manuscrito en los márgenes de una edición italiana del Vitruvio que se halló en la biblioteca de El Greco, podría explicar la escasa presencia de motivos musicales en la obra pictórica del genial pintor cretense. No llegan en efecto a diez los cuadros en los que Doménikos Theotokópoulos incluye instrumentos musicales, pero el minucioso detallismo de su representación sugiere una estrecha convivencia con el arte de los sonidos y con los mismos instrumentistas. No en vano, el tratadista Jusepe Martínez escribió del insigne artista que "ganó muchos ducados, mas los gastaba en demasiada ostentación de su casa, hasta tener músicos asalariados para cuando comía gozar de toda delicia".

No obstante, Martínez debía de hablar de oídas, ya que él sólo tenía 13 años a la muerte del pintor, y es bastante probable que exagerase su carácter altivo, arrogante y manirroto. Por otro lado, no hay ningún indicio de que El Greco dispusiera de una capilla musical propia ni tan siquiera de que pudiera contratar para ocasiones señaladas a grupos de instrumentistas (fueran los que trabajaban en la catedral toledana u otros cualesquiera), pues no han quedado contratos ni facturas con músicos, como tampoco libros o instrumentos musicales en sus inventarios post mortem.

Como bien ha señalado Alfonso de Vicente, la ausencia de temática musical puede ser relacionada con el desprecio que el pintor mostraba ante lo anecdótico: sus santos y caballeros no tenían ninguna necesidad de ser representados ante partituras o tañendo instrumentos, que aparecen por ello siempre en manos de los ángeles. Arpas, laúdes, violas, violones, flautas y espinetas ocupan pues las esferas superiores de sus lienzos, las de la gloria. El mundo terrenal queda en silencio, incluso en la representación de uno de los momentos más solemnizados con música en la vida de todo cristiano de su tiempo: el de la muerte. Tomemos por ejemplo la obra más célebre del pintor, El entierro del señor de Orgaz: entre el medio centenar de personajes que figuran en los dos planos del cuadro no hay rastros de canto ni de tañido instrumental alguno; sólo en un pequeño rincón de la gloria aparece un individuo con una pequeña arpa en sus manos: es la representación simbólica del rey David.

Como en toda efeméride cultural que se precie, los músicos han querido dejar también su testimonio en torno al cuarto centenario de la muerte de El Greco: programas y grabaciones se han sumado así a las exposiciones, jornadas y simposios organizados en este año. En la mayor parte de los casos es la estancia toledana del pintor la que ha suscitado el interés de los intérpretes, aunque hay también algún intento de recorrer musicalmente toda su existencia. Es el caso de El Greco. El viaje musical de Doménikos Theotokópoulos que ha publicado en su propio sello el conjunto valenciano Capella de Ministrers dirigido por su fundador y director, Carles Magraner.

El álbum es en realidad un pastiche realizado a partir de anteriores grabaciones del grupo. El origen griego del artista queda reflejado en danzas y canciones griegas y bizantinas e incluso una pieza de Kassia, la poetisa y compositora constantinopolitana del siglo IX. El paso por Venecia y Roma entre 1567 y 1577, con dos famosas colecciones de danzas publicadas en 1581 y 1602 por Fabrizio Caroso y Cesare Negri, pero también con música de Tomás Luis de Victoria, Orlando di Lasso y Diego Ortiz, cuyo Tratado de glosas se publicó en 1553 en la capital pontificia. Finalmente, su estancia española desde 1577 hasta su muerte en 1614 también puede entenderse representado en la música de Victoria, cuyo Oficio de Difuntos fue publicado en Madrid en 1605, y de Ortiz, toledano de nacimiento, así como por la canción sefardí que cierra el disco en una interpretación instrumental, recuerdo de un pasado del que había restos vivísimos en la Toledo contrarreformista.

No cabe duda de que El Greco tuvo contacto con la música que se hacía en la Catedral de Toledo, que como Primada de España competía directamente con la de Sevilla en solemnidad y riquezas. Es a la música polifónica de la catedral toledana a la que dedica su álbum en el sello Archiv el Ensemble Plus Ultra del australiano Michael Noone, musicólogo absolutamente comprometido con la música española. Su disco, interpretado a cappella por un grupo de siete cantores lleva por título From Spain to Eternity e incluye música de los sevillanos Cristóbal de Morales, quien fuera maestro de capilla de Toledo entre 1545 y 1547, Francisco Guerrero, quien pasó como alumno suyo por allí, y Alonso Lobo, discípulo de Guerrero y que coincidió en Toledo con El Greco, pues fue maestro de capilla de su catedral entre 1594 y 1604, fecha de su regreso a Sevilla. El sucesor de Lobo en el puesto, el zamorano Alonso de Tejeda, está también representado con dos motetes. Es en cualquier caso a Lobo a quien se dedica más espacio, pues se incluye, además del famoso motete funeral Versa est in luctum y la antífona mariana Ave, Regina celorum, su misa Prudentes virgenes, basada en un motete de Guerrero, que recientemente fue rescatada también por Albert Recasens y su Grande Chapelle para un CD del sello Lauda que fue ya comentado en esta sección.

El tercer álbum es un producto muy original: se trata de un libro-disco titulado Angélico Greco y magníficamente editado por CMY Baroque (el sello creado por el clavecinista Yago Mahúgo) que trae la presentación fonográfica de un conjunto toledano, Nereydas, dirigido por Javier Ulises Illán, quien ha asociado las piezas musicales de su disco (Guerrero, Victoria, Lobo, Ortiz, Aguilera de Heredia, Mudarra, Daza...) con famosas obras de El Greco, que se incluyen en unas magníficas reproducciones. Las asociaciones entre las piezas musicales y los lienzos se justifican una a una en unos interesantes comentarios que se completan con breves artículos sobre la temática y un conjunto de útiles apéndices cronológicos.

"Yo de música no sé...", anotó El Greco en su ejemplar de Vitruvio, lo cual debe ser entendido como prueba de humildad más que como jactancia desdeñosa, pues enseguida añadió con admirativa intuición: "... pero si el oído del músico es como el ojo del pintor es gran cosa". Sus músicas, las que seguramente conoció recién salidas del oído de los mejores compositores de su tiempo, están hoy, maduras y asentadas, al alcance de todos.

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