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Bandas sonoras
Los aficionados a la música de cine están de enhorabuena: Ennio Morricone se despide en su 90º cumpleaños con una gira mundial (con dos paradas en Madrid y una más en Bilbao el próximo mayo) con todo el papel vendido, proliferan los conciertos en salas y grandes auditorios con programas sinfónicos populares (Film Symphony Orchestra), también las proyecciones de clásicos con acompañamiento orquestal en vivo (véase la reciente gira de Vértigo Vértigocon la música de Bernard Herrmann ejecutada en directo), y hasta el mismísimo Robert Townson, veterano productor del sello de referencia Varèse Sarabande, ha abandonado sus labores editoriales para dedicarse por entero a la producción de eventos y conciertos de música de cine por todo el mundo.
Si hace una década ya echábamos de menos a aquellos Encuentros Internacionales de Música de Cine de Sevilla, pioneros desde los años 80 en este tipo de celebraciones en concierto de las bandas sonoras, plataforma de presentación en España de compositores como el propio Morricone, Maurice Jarre, Jerry Goldsmith, Elmer Bernstein o Wojciech Kilar y primera experiencia en directo para músicos como Gabriel Yared, Howard Shore o los españoles Carmelo Bernaola, Antón García Abril, José Nieto, Bingen Mendizábal, Roque Baños o Alberto Iglesias, hoy ya no hay ciudad que no programe, ya sea dentro de los repertorios de sus orquestas locales o como eventos especiales, conciertos dedicados a las composiciones para el cine.
Empero, el modelo ha estallado gracias a la popularidad masiva de algunos de sus representantes, y pocos con más tirón que John Williams, que acaba de cumplir 87 años, y Hans Zimmer, tal vez quien mejor ha entendido que el éxito de la música cinematográfica fuera de la pantalla ha de ir inexorablemente unido al sentido del espectáculo más allá de la sala tradicional para adaptarse o fundirse con los modos y dinámicas de un concierto rock. Los aficionados que ya tengan entradas podrán comprobarlo en Barcelona y Madrid los próximos 5 y 7 de abril.
Precisamente esta misma semana salen al mercado dos grabaciones discográficas de estos compositores que recogen conciertos o giras recientes: en Celebrating John Williams (2CD, Deutsche Grammophon), el famoso director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, a quien el compositor de E.T. ha apadrinado desde su llegada a Estados Unidos, se pone al frente de Los Angeles Philharmonic en el Walt Disney Concert Hall para dirigir suites de algunas de sus más memorables composiciones para el cine; en The World of Hans Zimmer: a Symphonic Celebration (2CD, Sony Music), es el propio Zimmer, maestro de ceremonias e intérprete ocasional, el protagonista de una grabación en vivo en el Wiener Konzerthaus de Viena que recoge los highlights de su gira mundial en la que la ORF Vienna Radio Symphony Orchestra se integra con baterías, teclados y guitarras eléctricas bajo un despliegue luminotécnico y audiovisual digno de Metallica.
Director invitado en la última entrega de Star Wars (El despertar de la Fuerza), Dudamel proyecta su contagioso entusiasmo y energía a una música ya de por sí brillante y rica en matices melódicos, orquestales y dinámicos, en un repertorio que se abre con la fanfarria compuesta por Williams para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984 y se cierra con la famosa marcha de Superman. Entre medias, suites y temas de las spielbergianas Encuentros en la Tercera Fase, Tiburón, En busca del Arca Perdida, Hook, La lista de Schindler o Parque Jurásico, pero también de Memorias de una geisha y, cómo no, de las sagas de Harry Potter y Star Wars. Ninguna sorpresa, todo en su sitio, con brillantez sonora y un registro impecable.
Mucho más volumen (amplificado) tiene el disco doble de Zimmer, best seller y marca registrada de ese sonido bombástico e híbrido que cuenta con legiones de seguidores en su accesibilidad épica elaborada a partir de elementos musicales mínimos, motivos sencillos y progresiones armónicas integrados en un muro sonoro que funde la orquesta, las masas corales, los solistas vocales e instrumentales, los efectos y la electrónica retro (Vangelis ya lo inventó todo) con astucia comercial, sentido del crescendo e innegable efectividad dramática dentro del modelo blockbuster al que ha servido mayoritariamente.
Buena prueba de ello son las suites dedicadas a sus bandas sonoras para Christopher Nolan (El Caballero Oscuro y Origen) o para las franquicias de Piratas del Caribe o El código da Vinci, esta última concebida como un pastiche coral de aire sacro. También hay hueco en sus conciertos para la faceta más étnica y pop de su música, que puede apreciarse en las suites de El Rey Arturo, Mission Impossible 2 (con un solo de guitarra española en el arranque), en las cintas de animación El Rey León (su único Oscar hasta la fecha), Madagascar, Spirit o Kung-fu Panda y, muy especialmente, en Gladiator, donde los aires marciales y la world music se integran en una de las más influyentes bandas sonoras del alemán.
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