Gigantes al borde de un síncope

MUSIca ALcheMIca | Crítica

Un momento de la actuación de MUSIca ALcheMIca en el Turina
Un momento de la actuación de MUSIca ALcheMIca en el Turina / Lolo Vasco (FeMÀS)

La ficha

MUSICA ALCHEMICA

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XLII Festival de Música Antigua de Sevilla (FeMÀS). Solistas: Lina Tur Bonet, violín; Marco Testori, violonchelo; Jadran Duncumb, laúd. MUSIca ALcheMIca: Timoti Fregni y Valerio Losito, violines; Natan Paruzel, viola; Marco Testori, violonchelo; Margherita Naldini, contrabajo; Jadran Duncumb, laúd; Matteo Messori, clave. Directora: Lina Tur Bonet.

Programa: Bach & Vivaldi

Antonio Vivaldi (1678-1741): Obertura de La veritá in cimento RV 739 [1720] / Concierto para violonchelo, cuerda y continuo en si menor RV 424 [c.1729] / Concierto para violín, cuerda y continuo en re mayor RV 208 Il grosso mogul [c.1712]

Johann Sebastian Bach (1685-1750): Passacaglia en do menor BWV 582 [c.1708-12; arreglo para cuerdas de Dani Espasa]

Antonio Vivaldi: Concierto para laúd, 2 violines y continuo en re mayor RV 93 [c.1730-31]

Johann Sebastian Bach: Concierto para violín, cuerda y continuo en mi mayor BWV 1042 [c.1717-23/c.1730]

Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado, 22 de marzo. Aforo: Casi lleno.

La siempre inquieta Lina Tur Bonet vino con su MUSIca ALcheMIca a mostrar que le va el riesgo, que le gusta mirar al volcán desde el borde mismo del cráter, meterse en el vórtice del huracán. El objetivo: conseguir versiones intensas, ardorosas y vitalistas de una música que admite miradas muy diversas, pues era de dos de los grandes de toda la historia de la música, Vivaldi y Bach, tan conectados, sobre todo en el terreno de la música orquestal. Resultó evidente que la suya, la de Lina, es la mirada del exceso y del contraste.

MUSIca ALcheMIca compareció con un conjunto a voz por parte, algo habitual ya en esta música, pero que no sirve para marcar las diferencias entre el Concierto para laúd RV 93 de Vivaldi, concebido justamente para una formación camerística, de solistas, y el resto de los conciertos, en los que los compositores contaban con poder emplear plantillas mayores. Por supuesto que el reducido conjunto se bastó para conseguir una sonoridad poderosa, bien apoyada en un bajo sólido y versátil que además ofreció soluciones de colores variados a las piezas (Bach sin laúd, por ejemplo). Más importante me pareció en cualquier caso la forma de respirar a la vez con la flexibilidad del fraseo, por los juegos con la agógica que planteó toda la noche la violinista cartagenera, así como el sentido teatral de sus interpretaciones.

El inicio pareció incluso modesto, con una obertura operística vivaldiana casi homofónica, aunque ya se apreció la voluntad de seducir con la energía de los ataques y los acentos punzantes en versiones de tempi rápidos. Si buena parte del programa iba a girar en torno al papel del violín como solista, Lina Tur Bonet quiso lucir también al resto de integrantes del grupo. Y el desfile empezó con un violonchelista ya tan curtido y contrastado como Marco Testori, que tocó el Concierto para violonchelo en si menor RV 424 de Vivaldi con un sonido de extraordinaria homogeneidad, línea segura y fraseo sinuoso, aunque a su interpretación quizás le faltó algo de vuelo, especialmente en el Allegro final, que quedó algo pegado a la tierra.

Fue el vuelo que le sobró a Tur Bonet en uno de los conciertos que más ha tocado en los últimos años, Il grosso mogul de Vivaldi, con las espectaculares cadencias originales del compositor. Versión virtuosística hasta lo febril, llena de pirotecnias que rozaron el exhibicionismo, aunque sin perder nunca de vista el carácter dramático, casi teatral de la obra, que trasciende en ese tiempo lento rapsódico, construido casi como un recitativo operístico. Tur Bonet exploró aquí cada inflexión lírica con una expresividad arrebatadora, mientras el conjunto la sostuvo con un continuo sutil y envolvente, realzando el dramatismo de la línea solista. El final estuvo reservado en cualquier caso para otra ronda de recursos virtuosísticos que la violinista española resolvió con seguridad y destreza.

La segunda parte se abrió con una novedad, un arreglo para cuerdas de la imponente Passacaglia organística BWV 582 de Bach. No me convenció del todo, no estoy seguro de que funcione al nivel del original, pero a MUSIca ALcheMIca le sirvió para seguir mostrando a sus solistas, en este caso, con un destacadísimo Natan Paruzel, pues su viola, siempre en ese oscuro segundo plano de los acompañamientos barrocos, emergió aquí en una de las variaciones para dejar una impronta de hondura tímbrica y maestría musical.

El siguiente en comparecer fue Jadran Duncumb, que tenía encomendada la interpretación del RV 93 de Vivaldi. En los movimientos extremos el equilibrio con los violines (Tur, Fregni) condujo la obra al ámbito del más puro diálogo camerístico, con un laúd de sonoridad acaso demasiado leve, pero en el Largo Duncumb mostró una exquisita sensibilidad, con una vena lírica de extrema flexibilidad agógica, favorecido por un suave acompañamiento asordinado en acordes.

Ya en la Passacaglia advertí que el sonido del grupo y el de su directora se había hecho un punto más agreste. Lo que en Vivaldi había sido todo brillo y luminosidad, con Bach, acaso debido a la mayor densidad textural, se tornó algo más oscuro y perturbador. Ello fue apreciable también en el Concierto en mi mayor BWV 1042 de Bach, que, de todos modos, fue servido en una interpretación igual de encendida y articulada que en el caso de Vivaldi. En el arranque Lina se adornó con algún ornamento imaginativo y el passepied final, llevado a un ritmo frenético, hizo de Bach casi el más dionisíaco de los compositores, un contraste intensísimo con el Adagio central, que resultó de un lirismo melancólico apaciguador. Enorme éxito de público, aún más enardecido tras el incandescente Presto del Verano de la propina.

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