Los mundos de Hervé di Rosa

Es uno de los más reconocidos pintores franceses Tras vivir cinco años en Sevilla, homenajea a la ciudad en una muestra que se inaugurará en otoño en París

Los mundos de Hervé di Rosa
Los mundos de Hervé di Rosa
Charo Ramos Sevilla

15 de agosto 2013 - 05:00

Hervé di Rosa (Sète, Francia 1959) ha vivido y trabajado en Sevilla desde 2009. Su estudio en el Pasaje de los Azahares, del que ahora se despide, vibra con la pasión por el color y los objetos impresos de este fundador del movimiento de la figuration libre, el equivalente galo al neoexpresionismo alemán o la transvarguardia italiana, que reivindicó en los 80 la influencia de las culturas populares en el arte contemporáneo."Cuando era joven las tiendas y las librerías me atraían más que los museos. Los fascículos de cómic a la venta en los kioscos, los afiches y carteles de cine, el papel de embalar la fruta… todo lo que estaba impreso me llamaba muchísimo la atención. Y esa curiosidad siempre ha permanecido intacta", relata mientras aclara los pinceles en un barreño de color gris. Di Rosa, optimista militante que conversa en un lenguaje mestizo, portuario y, sin proponérselo, divertido, ha residido en Etiopía, Bulgaria, Vietnam, Suráfrica, Ghana, Camerún, Túnez, Cuba o en ese Nueva York donde a principios de los 80 eclosionó el arte urbano y él trabó amistad con Keith Haring. También en México DF, donde conoció a su actual esposa, la diplomática Victoire Bidegain, cuyo nuevo destino en la embajada francesa en Lisboa le mueve ahora a esta enésima mudanza con la que echa el cierre a su intensa vida en la capital andaluza. La memoria de estos años, la postal de la que nunca va a desprenderse, la ha fijado en 25 pinturas y 7 esculturas que expondrá a partir del 24 de octubre en la galería parisina Louis Carré & Cie, muestra que llevará por título Pasage de los Azahares.

Entre el material que resume el trabajo realizado en Sevilla entre 2009 y 2013 abundan, explica, "los cuadros que parten de temas folclóricos y de la cultura popular, de esas imágenes que contienen una parte falsa para el consumo de los turistas y que yo adapto a mi propio lenguaje". Figuras ciclópeas, reptiles antediluvianos, bocas caníbales... que son motivos suyos habituales, iconos que hacen guiños a las historietas ilustradas o al arte callejero que agitó París en los años 60, transitan por estas pinturas junto a nazarenos que cruzan el puente de Triana, las Setas de la Encarnación o las carabelas de Colón.

Aunque su obra es figurativa, a Hervé di Rosa le gusta resaltar su deuda con la pintura matérica, casi escultórica, e incluye en los cuadros elementos como vidrio o arena. Sin embargo, su universo estilístico, asegura, está más cerca del pintor francés Bernard Buffet que del art brut de Dubuffet y le sirve para homenajear una importante corriente de la pintura española del siglo XX que encarna su admirado Tàpies.

En Francia comienza ahora a revisarse la gran contribución estética de la figuration libre al arte y el intercambio cultural. Junto a sus compañeros de generación, como Robert Combas, Remi Blanchard, François Boisrond y su propio hermano Richard, Hervé di Rosa trabajó y expuso entre 1981 y 1985 en Estados Unidos y París, a menudo en alianza con colegas como Keith Haring o Jean-Michel Basquiat. Su obra se puso de moda, las galerías le solicitaban cada vez más encargos. Y de pronto, decidió "que no quería vivir para el cheque" y se abandonó a ese nomadismo que es la base de su gran proyecto personal, La vuelta al mundo de Hervé di Rosa, un recorrido que le ha permitido nutrir su propuesta gráfica de discursos visuales de diversas ciudades. En México DF, por ejemplo, que constituyó la Etapa 12, las estampas de luchadores, mariachis y piñatas se adhirieron a su mundo de extraterrestres y criaturas fantásticas en una celebradísima fusión. "Cuando me asiento en un país, aprovecho para trabajar con talleres de artesanos, de los que aprendo técnicas locales que incorporo a mi obra. En Camerún fue así con los escultores de bronce, en Vietnam aprendí en los talleres de nácar y en México hice piezas con los cartelistas", ejemplifica.

La parada 18 de este tour, Sevilla, le acercó al mundo de los artesanos cofrades. "Soy católico pero mi visión de la religión es muy especial y mis Vírgenes no son convencionales", asegura, antes de mostrar a la cámara las esculturas que estrenará en París, mezcla de imaginería andaluza y santería. "Ha sido esencial para mí conocer en Sevilla a una chica francesa que aprendía a bordar en el taller de la Macarena. Gracias a ella he podido plasmar en los mantos mi propio lenguaje. Cada una de estas tallas ha supuesto tres meses de trabajo", afirma ante una de sus vírgenes filiformes de siete ojos, tocada con un manto azul bordado en oro, que exhibirá con su peana dentro de un fanal de vidrio. Es extraña, surreal, marciana, pero su contemplación invita al recogimiento. Hay algo en ella que invoca el misterio de la vida y también de la creación. Ésa es la rareza de Di Rosa.

Hervé relaciona ese hechizo con el poder de atracción que ejerce sobre nosotros, aun cuando no lo confesemos, el "arte modesto", concepto que él acuñó y que le impulsó a crear junto a Bernard Belluc y la complicidad del arquitecto Patrick Bouchain el Museo Internacional de las Artes Modestas (Miam), que abrió sus puertas en 2000 en Sète, su ciudad natal, y donde dialogan entre sí las formas de arte marginales y populares, el arte contemporáneo y colecciones diversas, por ejemplo, de juguetes. Un museo que se ha convertido en un éxito arrollador de público ("recibimos con entrada de pago 40.000 visitas frente a las 10.000 de media de los centros de arte contemporáneo subvencionados", aclara) y con el que se ha probado a sí mismo "que los artistas también pueden ser buenos comisarios y gestionar sus propios proyectos, sin interferencias externas".

"El arte modesto no es pobre, es una mirada de emoción directa. Una mezcla del kitsch pero sin la religión que éste conlleva. En el kitsch la mirada es crítica. Nosotros, los del arte modesto, asumimos en cambio las cosas aparentemente malas que nos gustan. En nuestras codificadas sociedades tenemos miedo de decir que queremos esto o nos gusta esto otro. El arte modesto te permite afirmarlo con plena libertad", defiende con convicción.

Resulta sorprendente que un artista tan conocido en su país, que acaba de suceder al mismísimo Frank Stella en la presidencia de la Ciagp (el Consejo Internacional de Creadores de Artes Gráficas, Plásticas y Fotográficas), que es amigo y colaborador habitual de músicos como Pascal Comelade y cineastas como Michel Gondry, haya residido en semejante anonimato todos estos años en la capital andaluza. La explicación, en parte, tiene que ver con el desinterés de Hervé respecto al lado "más ceñudo e intelectual" de la experiencia plástica y con su gusto por la vida popular, anónima, callejera. "Sète, mi ciudad, era un cruce de caminos. Una ciudad donde la gente procedía de todas partes y que se triplicaba en verano con los veraneantes. Mi familia paterna vino de Italia. Mi abuela materna era en cambio de Lérida. La mezcla es parte de mi vida. Me es fácil estar a gusto en sitios muy diferentes".

Coleccionista él mismo de objetos modestos, en el estudio de Di Rosa en Sevilla se acumuló una pequeña pero abigarrada muestra de esos fondos, adquiridos en puestos de souvenirs, kioscos de periódicos, tiendas de disfraces, talleres ocupacionales de presos, etc. Son imágenes que a menudo se filtran como motivos de una obra donde nunca falta el humor y en la que, por muchos sellos que estampen el pasaporte de su autor, siempre palpita algo íntimamente personal.

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