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"El mundo del libro está en decadencia"

Jesús Ferrero. Escritor

El zamorano prosigue la serie de novelas de la detective Ágata Blanc con 'Nieve y neón', publicada por Siruela.

Jesús Ferrero, un autor habituado a explorar la memoria.
Alfredo Asensi Córdoba

11 de diciembre 2015 - 05:00

El Berlín del otoño de 1989 es el marco en el que Jesús Ferrero (Zamora, 1952) ubica Nieve y neón (Siruela), nueva entrega de la serie protagonizada por la detective Ágata Blanc. El autor de El beso de la sirena negra, Ángeles del abismo y Balada de las noches bravas dibuja un complejo escenario (entre la esperanza y el peligro) destinado a producir ecos históricos.

-¿Por qué esta ciudad y este momento?

-Estas elecciones no surgen de repente. A los escritores nos suelen obligar a explicar cosas que en realidad no tienen explicación. Y además siempre son explicaciones a posteriori, cuando ya has llevado a cabo todo el trabajo y ni te acuerdas de cómo lo has hecho. Yo estuve en Berlín en esa época, exploré muy bien tanto la parte oriental como la occidental, pensé que había atmósfera para una novela, vi cosas en las calles que me sorprendieron, pero yo no conocía el destino de ese material. Lo conocí después, cuando me planteé la adolescencia de Ágata Blanc, sus orígenes sentimentales y su forma de actuar; descubrí que Berlín era la ciudad ideal para relatar esta adolescencia, que tenía que ser conflictiva y sorprendente.

-¿Tiene relación actual con Berlín? ¿Qué huellas percibe de aquel Berlín que conoció?

-Tras la unificación Berlín decidió borrar espantosamente sus huellas: quizá lo necesitaba porque Berlín Oriental era casi idéntico a como cuando acabó la guerra. Cuando entró la Alemania poderosa y capitalista lo modificó todo tanto que cuando regresé a Berlín allá por 2005 no reconocía calles que había pateado incesantemente: calles grises, polvorientas, encharcadas, cuyo único encanto era ese, se habían convertido en calles llenas de neones, de establecimientos de marcas de primera fila. Resultaban irreconocibles.

-¿Qué tratamiento ha hecho la literatura de ese Berlín de finales de los 80?

-La verdad es que lo desconozco. Cuando trato un tema determinado no suelo investigar a otros autores que hayan podido frecuentar el mismo escenario para no contaminarme. No tengo ni idea.

-Como escritor, ¿qué le resulta más estimulante del género policial?

-Me interesa cualquier género. El policiaco en sí no me interesa más que el fantástico o la ciencia ficción, el existencial o el social. No tengo preferencias demasiado acusadas. Me atrae del negro que es un buen género para explorar la situación social, lo que antes hacía el realismo social; se pliega bien al tratamiento de la corrupción y de los conflictos sociales. Y puedes crear una serie, vas frecuentando periódicamente el mismo personaje y eso te da la oportunidad de profundizar en él y sorprenderte.

-¿Qué podemos esperar en el futuro de la serie de Ágata Blanc?

-No me la imagino muy larga. No quiero cansarme del personaje, y cuando me canse lo diré. Pero mis relaciones con Ágata Blanc no han concluido y me gustaría volver con ella.

-¿En qué proyecto trabaja?

-Trabajo en varios proyectos. Uno de ellos podría ser con Ágata Blanc, pero es una novela que está muy verde y casi sin esbozar. Estoy trabajando en otras novelas fuera del género policiaco pero no hablo de ellas porque se va la fuerza. Mientras estás trabajando en una novela has de mantenerla en secreto y preservar su intimidad, lo sé por experiencia.

-¿Qué debe tener una idea inicial para convertirse en un proyecto de novela?

-No lo sé. En diferentes entrevistas he dado explicaciones, pero son siempre falsas explicaciones, porque la creación tiene mucho de misterioso, de caótico, de desconcertante. Una noche nace un personaje porque de pronto lo ves en tu cabeza especialmente iluminado y no sabes por qué, probablemente procede de alguien que has conocido, o no. Luego eso se va juntando con ideas y nuevas imágenes. Una idea que en mi caso contó mucho es un pensamiento taoísta sobre el destino que conozco desde la adolescencia y que me impresionó: cuando uno tiene que morir y muere, es asunto del destino, y cuando uno tiene que morir y no muere, también lo es. Esta doble perspectiva del destino, el de las profecías cumplidas y el de las incumplidas, me resultó tremendamente fascinante desde el principio y luego me di cuenta de que lo había estado desarrollando incesantemente en esta novela.

-¿Y qué peso tiene el azar?

-Las formas de destino que nos resultan incomprensibles, porque se nos escapa la ley de causas y efectos, podrían ser el azar. Y la incertidumbre, y el caos..., son ideas de la física cuántica que he intentado utilizar poéticamente en la novela.

-¿Cómo se escribe hoy en España?

-Eso lo tiene que decir la crítica. Los autores leemos las novelas enjuiciándolas pero muy a nuestra manera y de forma bastante caprichosa y a veces incoherente. Creo que la literatura española está en un muy buen momento en lo que se refiere a la creación, están escribiendo cuatro generaciones diferentes de autores, algunos de ellos inmensamente interesantes, pero esta situación que podría ser venturosa se agrava por el hecho de que la gente cada vez lee menos, está demostrado sociológicamente, y hay cada vez menos librerías. Todos hemos conocido esa triste noticia de que están cerrando en España dos librerías por día. El mundo del libro está en decadencia y para las nuevas generaciones el libro ya no es un fetiche.

-¿Y en el plano editorial?

-Las editoriales tienen muy serios problemas. Toda la cadena los tiene: los editores, los distribuidores, las imprentas, las librerías...

-¿Y cómo ve el futuro?

-Desde un término medio, ni optimista ni pesimista. Tanto el pesimismo extremo como el positivismo extremo me parecen auténticas falacias y auténticos espejismos. Por otra parte, esta situación me la esperaba, y desde hace bastante tiempo. Todo lo que nos está ocurriendo ya lo había vaticinado McLuhan en los años 60, y con una claridad espantosa.

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