El hiperrealismo mató a la fabula

Mufasa: el Rey León | Crítica

Una imagen de 'Mufasa: el rey león'.
Una imagen de 'Mufasa: el rey león'.

La ficha

** 'Mufasa: el rey león'. Animación, EEUU, 2024, 120 min. Dirección: Barry Jenkins. Guion: Jeff Nathanson. Música y canciones: Nicholas Britell y Lin-Manuel Miranda.   

Era inevitable seguir explotando el filón de la que fue la gran última cinta de animación tradicional de Disney, aquel Rey León (1994) que marcó a una generación de niños con el trauma de la muerte en batalla fratricida del patriarca Mufasa y las tarareables canciones de Elton John y Tim Rice.

No era ya tan previsible que el asunto fuera a venir envuelto en imágenes y estética 3D fotorrealista, ni que fuera a dirigirlo ahora alguien como Barry Jenkins, penúltimo puntal de ese falso indie de autor (afroamericano) para el gran público que ganó su Oscar con Moonlight. Pero así son los caprichos del gran patrón audiovisual: unir universos lejanos e incluso incompatibles y prestigiar la gran taquilla infantil a golpe de talonario.

Pero sus servicios a la franquicia no terminan de atisbarse en ningún momento bajo las capas de diseño y efectos digitales que hacen de esta Mufasa una montaña rusa de sensaciones dinámicas en una selva africana saturada de estímulos. Sin bien la operación narrativa dinástico-shakesperiana parece clara para iniciados, a saber, la nueva odisea la cuentan los simpáticos Timon, Pumbaa y Rafiki desde el presente, el cambio de formato ha terminado por desviar la atención sobre el trazo y el carisma de los personajes, el humor y la fábula en aras de ese perfeccionismo de figuras, texturas, luces, colores y paisajes que absorbe todo el protagonismo sobre sí mismo.

Son apenas un puñado de interludios cómicos autoconscientes los que nos recuerdan el encanto inigualable (ahora perdido, como el de las canciones) del original y porqué la vieja, sobria y precisa animación artesanal de la casa seguirá siendo siempre el lenguaje idóneo para mantener viva la llama de la fascinación y su justo distanciamiento para las moralejas.   

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