Morfología de la opresión
Autocracia S.A.
Debate publica la última obra de la historiadora y periodista estadounidense Anne Applebaum, Autocracia S.A. Los dictadores que quieren gobernar el mundo, donde la autora analiza las nuevas formas de relación y actuación de los regímenes autoritarios del XXI
La ficha
Autocracia S.A. Anne Applebaum. Trad. Rosa Pérez. Debate. Barcelona, 2024. 224 págs. 21,90 €
El último ensayo de la historiadora Anne Applebaum atiende a los nuevos modos con que las viejas tiranías y cleptocracias preservan su poder, a pesar de la masiva contestación popular a la que se enfrentan en ocasiones, y cuyo ejemplo más reciente sería Venezuela. De qué forma acaparan el poder, cómo se financian, qué novedades arbitran “los dictadores que quieren gobernar el mundo” es, pues, el contenido principal de Autocracia S.A. No obstante, hay que prestar atención a la dedicatoria del libro. Applebaum escribe estas páginas para una categoría muy precisa de lectores: “Para los optimistas”. Ello implica que, a pesar del justificado tono general de pesadumbre, Autocracia S.A. incluye, junto a una formulación global del problema, algunas consideraciones para su solución, vinculadas estrechamente a la transformación digital de las últimas décadas.
Del título se deduce una cooperación comercial lucrativa entre tales Estados
Del propio título de la obra se desprende una matización necesaria: en esta coaligación de países autocráticos se incluyen tanto las dictaduras formales (China, Rusia, Bielorrusia, Irán, Corea del Norte, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Zimbabue...), como naciones con una reciente y episódica inclinación autoritaria, como pudieran ser, en Europa, Hungría y Polonia. Eso es también de aplicación al país de la autora, cuando señala ciertas prácticas del gobierno Trump en su anterior legislatura, como el frustrado asalto al Capitolio. Del título se deduce, por otra parte, una cooperación comercial extraordinariamente lucrativa entre tales Estados, cuyo mutuo beneficio radica en el mantenimiento mismo del poder, y en el consiguiente tráfico industrial de recursos destinados al control de la población, ya sean tecnológicos, humanos o armanentísticos. Todo lo cual encuentra su razón de ser en el apresurado enriquecimiento de una minoría corrupta, y en el posterior blanqueo de capitales, extraídos espuriamente de tales países.
A esta posibilidad de blanquear el dinero, ya sea en otras autocracias, ya en países democráticos mediante la compra anónima y masiva de inmuebles, atribuye Applebaum la efectividad de dicha colaboración entre autócratas. Una posibilidad que vendría multiplicada considerablemente por la inmediatez informática y el tráfico globalizado en que se sustentan tales operaciones. Existen, no obstante, dos características novedosas, según Applebaum, que distinguen el viejo equilibrio de la Guerra Fría del actual asedio de las democracias por este consorcio de autoritarismos hostiles. Una primera es deliberado y manifiesto desacato de la normativa internacional, surgida tras la II Guerra Mundial; otra segunda es la capacidad de control, amenaza y desinformación que poseen las tiranías modernas, gracias a los medios de comunicación y sus soportes digitales. En el primer aspecto, países como Rusia, Irán, China, etc. no parecen verse concernidos por anteriores tratados que velaban por el respeto a los derechos humanos, inclinándose en la actualidad a la defensa de conceptos como “soberanía”, que presuponen una eliminación del escrutinio y la injerencia de la comunidad internacional en los asuntos de cada país. Lo cual implica, en la práctica, una petición de impunidad para los regímenes autoritarios. En paralelo a ello, la capacidad de desinformación de las autocracias, a través de la tecnología digital, no ha hecho sino perfeccionarse y redoblar su influjo en Asia, África e Hispanoamérica, mediante el fomento de medios de comunicación que ofrecen una perspectiva más acorde con sus intereses.
En tal sentido, en el sentido de la colaboración entre dictaduras, y su capacidad de intervención y distorsión en otros países, Applebaum pone como ejemplo una noticia de El País, publicada el 11 de noviembre de 2017, que llevaba por título “La trama rusa empleó redes chavistas para agravar la crisis catalana”. Por otra parte, Applebaum resume acertadamente cuál es el nuevo terreno de conflicto donde las tiranías parecen haber alcanzado la excelencia, por encima de los países democráticos: “A diferencia de sus predecesores del siglo XX, los autócratas actuales no pueden imponer la censura con facilidad ni eficacia. En cambio, se han centrado en ganarse al público, en conseguir apoyo para sus mensajes explotando emociones como el resentimiento, el odio y el anhelo de superioridad”. Emociones que cuadran bien con el vago concepto de “soberanía” que defienden las autocracias modernas; pero emociones, principalmente, que buscan adulterar la capacidad de juicio y el rigor informativo de los medios. A este respecto, Appelbaum señala el modo en que las autocracias desprestigian, a través de las redes o el espionaje, a los opositores al régimen, convirtiéndolos en personajes ridículos y desdichados, cuando no en cadáveres, como al disidente ruso Alekséi Nalvalni.
Es en el Epílogo donde Applebaum propone dificultar legalmente el anonimato en las inversiones para que las fortunas, de origen delictivo, no se refugien en el parque inmobiliario occidental. También recuerda que el comercio con China se hace en condiciones de desventaja, ya que sus grandes corporaciones responden a una política de Estado y vienen sustentadas financieramente por él. De igual modo, Applebaum propone fomentar unos canales informativos, de carácter trasnacional, que atiendan al rigor periodístico, y que combatan, por tanto, los medios propagandísticos diseminados por varios continentes, en pro de intereses rusos, iraníes o chinos. Se trata, en todo caso, de una pugna por la informción y por la capacidad de los nuevos medios de distorsionarla. En tal sentido, la prometida liberación de Internet, vemos que sirve con igual eficiencia para lo contrario.
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