Acuerdos con la conciencia
Misericordia | Crítica

La ficha
***** 'Misericordia'. Drama, Fra-Esp-Por, 2024, 104 min. Dirección y guion: Alain Guiraudie. Fotografía: Claire Maton. Música: Marc Verdaguer. Intérpretes: Félix Kysyl, Catherine Frot, Jacques Develay, David Ayala, Jean-Baptiste Durand.
Anótenle a Albert Serra un segundo tanto por la escuadra en su glorioso 2024, porque el cineasta de Bañolas también co-produce la que, junto a sus Tardes de soledad, tal vez sea la mejor película del año pasado que llega ahora a la cartelera española. Y no sorprende demasiado el encuentro entre el director de Pacifiction y el francés Alain Guiraudie, por el gusto compartido por la disidencia de lo previsible, la provocación sacrílega y la sacudida de ideas a prueba de ojos y oídos moralizantes.
En Misericordia, el director de El desconocido del lago o la hilarante Un héroe anónimo se adentra en viejos terrenos chabrolianos para ponerlos boca abajo en un insólito y sutil ejercicio de subversión. El género criminal ambientado en la provincia sirve de molde o esquema familiar para llevarlo al límite de las expectativas, jugando con el azar y la sospecha, inundando los bosques otoñales y las camas nocturnas de personajes-espía que desarman pronto cualquier voluntad de sostener el suspense de la trama para conducir la película por un terreno de ambigüedad mucho más sugerente que la resolución del caso.
Un joven recién llegado al pueblo tras años de ausencia para acudir al entierro de un panadero recién fallecido para el que trabajó tiempo atrás, la esposa y viuda de este último, su hijo de carácter hosco y violento, un cura local con el don de la ubicuidad, un vecino en camiseta de tirantes, una pareja de la policía local... Son esos los actores de un particular teatro trazado desde múltiples vectores de deseo cruzado que desafían toda convención en aras de una liberación de la idea del pecado y el peso de la conciencia como fuerza que, en sordina, desde la conspiración silenciosa y con unas dosis de humor negro de antología, entre confesiones inversas y setas silvestres, impulsan este relato hacia un verdadero terreno anti-sagrado que, en cierta forma, define nuestro tiempo desde una perspectiva alegórica radicalmente laica y entregada a las pulsiones de lo humano como única posibilidad de felicidad y salvación. Alabado sea Guiraudie por recordárnoslo.
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