"Cuando miro 40 años atrás, lo que más aprecio es una cierta inocencia"
josé manuel benítez ariza. escritor
El autor recupera y reúne en un solo volumen las novelas de su 'Trilogía de la Transición'
"No fue tan mala como se dice hoy, ni tampoco ese gran teatro de alta política que se decía hace años"
Cádiz/ Vacaciones de invierno, Vida nueva y Ronda de Madrid son las tres novelas que conforman Trilogía de la Transición, el volumen en el que José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) ha reunido aquellas historias de "esqueleto autobiográfico", que retratan una "experiencia generacional", en un solo volumen. Lo publica la editorial Dalya.
-¿Cómo se decide a publicar ahora esta reedición conjunta?
-Desde el momento en el que veo que se trata de una obra unitaria, tengo en mente poner en valor esta unidad. Podría haber ocurrido antes, quizás, pero le ha venido bien a las tres novelas reposar unos añitos, y al hilo de que se cumplía el 40 aniversario de la Constitución del 78, y el episodio central de la novela transcurre en este año, se me ocurrió que este momento podía ser tan bueno como cualquier otro.
-¿Ha releído las tres novelas?
-Claro, están releídas, revisadas, retocadas en muy pequeña medida, pero lo suficiente para evitar un pequeño solapamiento que podría ocurrir al juntarse las tres.
-¿Y ha tenido la tentación de cambiar alguna cosa?
-No, no. Ya digo, algún pequeño ajuste de pocas líneas, algún detallito que se podía repetir con mucha cercanía entre una novela y otra, la corrección de pequeñas erratas... pequeñísimos retoques. El argumento sigue siendo el mismo, con el mismo desarrollo, pero al leerlo todo seguido los saltos entre una novela y otra quedan muy diluidos, porque inmediatamente el lector enlaza con la siguiente etapa del personaje. Estoy muy contento con la impresión de unidad que tiene el conjunto.
-En una entrevista con motivo de la publicación de Vacaciones de invierno decía que la novela era una selección de recuerdos. Con la revisión, ¿han venido los recuerdos de otra forma?
-No. Al revés, con la revisión se ha impuesto el novelista al escritor en trance de recordar, y he visto el conjunto con más distancia y no he tenido la tentación de decir que en tal sitio podía haber metido esto o aquello. He sido muy respetuoso con lo que le pasa al personaje en el cuerpo de la novela y me he limitado a seguirlo, a revivir con él partes de la novela que tenía incluso olvidadas, detalles que he redescubierto y que he disfrutado como lector de mí mismo. Todos los libros deberían tener esa posibilidad de ser revisados unos años más tarde porque se leen con otra mirada, con otros ojos.
-Y cuando escribe los recuerdos, ¿intenta cambiar a través de la ficción lo que ya ha pasado?
-No, porque aquí opera muy bien el principio de distancia, sabes que es algo intocable. Sientes, además, una simpatía por lo que le estaba ocurriendo a esas personas, por la indefensión que sufrían porque eran muy jóvenes. Cambiarlo equivaldría a adulterarlos, a convertirlos en símbolos de cosas.
-¿Cuándo está uno capacitado para escribir del pasado?
-Pues me temo que cuando empieza a ser un hombre con pasado, cuando se tiene cierta conciencia de que eres esa cosa un poco inexplicable y misteriosa que es un adulto, que te ves más o menos hecho, más o menos terminado, aunque todos estamos siempre en proceso de cambio, pero llega un momento en que uno sabe que va a cambiar menos o a otra velocidad. Y entonces comienza a intrigarte cómo has llegado a ser quien eres, qué recuerdos, qué experiencias, qué formación pesa sobre ti para que seas quien eres. Los que tenemos esta edad nos criamos en una época bastante compleja, en la que recibimos una formación muy contradictoria: fuimos niños del franquismo, con todo lo que eso significa, sin ningún tipo de paliativos; fuimos adolescentes y jóvenes de la Transición y la Movida, que es como de pronto trasladarte a otro planeta, y somos adultos de esta época escéptica, descreída, en la que tantas cosas se han caído. Haber vivido al menos tres tiempos tan contradictorios da que pensar, quieres saber qué poso ha dejado en ti cada uno de ellos y a cuál de esas épocas te sientes más adscrito o con cuál más distante. De esas reflexiones surgen estas historias que creo que tienen un valor actual, porque al Juanma de esta novela, como a la persona que la ha escrito, le faltó poco para haber votado la Constitución. Ahora se habla mucho, incluso con claras intenciones políticas, de poner en cuestión eso de que hay un 60% de españoles que no hemos votado ninguna constitución, como mi criatura de ficción que tiene tanto que ver conmigo.
-¿Tan mala fue esa Transición?
-Ni tan mala como se está diciendo ahora, ni tan buena como se decía hace unos años años. Ni fue el gran teatro de alta política que vimos en los documentales de Victoria Prego, ni tampoco esa cosa agridulce y un poquito cursi de Cuéntame. Fue una cosa mucho más dura, hubo una crisis económica que padecimos los que éramos vulnerables. Y había un trasfondo de violencia política espeluznante, un muerto cada dos días. Luego estaba la violencia de pequeña intensidad, esos grupos de ultraderecha que campaban libremente, con sus bares, sus calles; esos grupúsculos de extrema izquierda, algunos de los cuales dieron el paso al terrorismo. Todo está en el libro, el menudeo de la vida de diaria, y se va filtrando en conversaciones, en pequeñas cosas que ocurren, resquemores que había...
-¿Hubiera habido Transición con Twitter?
-Uf... Creo que las redes sociales habrían contribuido a enfangar aquello mucho más, porque ya era una situación muy compleja, con mucha desconfianza mutua, y si encima, aparte de los cauces periodísticos establecidos, hubiera habido ese menudeo de mentiras, de insidias, quizás hubiera sido todo más complicado. Una de las cosas que uno aprecia cuando mira 40 años atrás es una cierta inocencia frente a toda esa complicación añadida en las relaciones humanas que han supuesto las redes sociales.
-Las novelas se publicaron en su momento en años consecutivos. ¿Hubo una disciplina literaria para hacerlo así?
-La primera se escribió sin esa presión de tener un proyecto por delante, estuvo algún tiempo en la recámara mientras encontraba editor, pero una vez que el proyecto echó a andar y hubo un editor que lo respaldaba, hubo un trabajo que llegó a condicionar mi propia percepción de las cosas: había días que me sentía más metido en la trama que en la realidad.
-¿Aquella disciplina novelística ahuyentó la poesía?
-Creo que no. La poesía tiene su ritmo propio, busca tiempo donde no lo hay. Y en el año 2010 se publicó Diario de Benaocaz, uno de los libros de poesía que más estimo. No tengo costumbre de fechar mis poemas uno a uno, pero se debieron escribir a la vez que la novela sin que tengan nada que ver.
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