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Un milagro llamado escenario

Artes escénicas

En su nuevo libro, ‘La posibilidad de lo efímero’, Eusebio Calonge desgrana sus claves particulares sobre la escritura dramática y la interpretación actoral y sirve en bandeja un afilado análisis sobre la creación artística

La Zaranda, en escena. / EP
Pablo Bujalance

15 de enero 2024 - 05:00

Afirmaba Grotowsky que el objetivo del teatro no es “buscar algo nuevo, sino olvidado”. En gran medida, esta arqueología ha constituido el fermento esencial de la compañía La Zaranda en el último siglo: en sus obras, el espectador se convierte en depositario de una verdad que parecía escondida y ahora es recuperada, como la dracma evangélica. El mismo principio rige la escritura del autor de las obras de la agrupación, Eusebio Calonge (Jerez de la Frontera, 1963), en su nuevo libro, La posibilidad de lo efímero. De la intuición a las herramientas teatrales (La Pajarita de Papel Ediciones), un ensayo que puede leerse como un personalísimo manual de escritura dramática e interpretación actoral pero que contiene un análisis revelador sobre la creación artística y sus condicionantes. Es decir, hablamos de un libro para todos, con el que los profesionales del gremio disponen de un instrumento fidedigno para la perfección de su ejercicio y en el que los aficionados e interesados encontrarán un testimonio luminoso sobre los procesos que se ponen en marcha desde la primera sospecha hasta que la obra de arte, finalmente, sucede. La premisa es bien conocida para los seguidores de La Zaranda: es el lugar concreto donde, en el mismo proceso de la creación, y desde el “espacio vacío” que apuntara Peter Brook, acontece algo que no depende del creador mismo, algo que se manifiesta en virtud de su absoluta libertad y que corresponde al creador abrazar sin contaminarlo de sus propios prejuicios. Esta epifanía es la que enciende la memoria de aquello no nuevo, pero sí olvidado.

Resulta significativo que La posibilidad de lo efímero coincida entre las novedades de las librerías con Obra y legajos de Juan de La Zaranda (Ediciones del Bufón), el volumen que contiene las obras teatrales de quien precedió a Calonge como autor de los textos de la compañía. Precisamente, recordaba Calonge estas palabras de Juan Sánchez: “La verdadera obra de arte, de Dios viene y a Dios va”. Ahora, en La posibilidad de lo efímero, el dramaturgo afila la connotación del misterio en la definición de una praxis. Y, para Calonge, el milagro queda personificado en el personaje: “La intención es la de ver surgir al personaje desde lo más hondo del texto, fluyendo por el actor hasta llegar al alma del espectador, abrir esa vía de energías que es el Teatro”. Es tarea por tanto del creador “engendrar la belleza” sin olvidar que “lo poético, más que una idea, es una intuición que genera un impulso creador”. Ese impulso creador, eso sí, es en el teatro una cuestión compartida. No hay en la escena un creador aislado afín al mito occidental, sino una comunión entre creadores a la espera de la manifestación del personaje. Por eso, Calonge basa su metodología en la alianza entre el autor y el actor: “Una convención ha dispuesto que este desarrollo artístico se vea truncado, reduciendo las posibilidades creativas del autor vivo, con más o menos cualidades literarias, pero ajeno al trabajo que considero esencial, el de probar sus palabras en la voz del actor”. Así, “el autor debe enriquecer lo escrito en su mesa con los hallazgos que se originan en los ensayos, incorporar los descubrimientos de los actores, las indicaciones de un director, integrándose en la creación teatral”. Y brinda Calonge un ejemplo definitivo al respecto: “Si las posibilidades de montar una obra de Shakespeare son tan abiertas, es porque el autor antes que nadie fue capaz de jugar con sus propios textos en compañía de su elenco”.

Así, La posibilidad de lo efímero aborda tanto la escritura como la interpretación como procesos implicados en la misma intuición. La escritura dramática nace del silencio para acogerse a una visión poética (“Antes de la toma de consciencia, la toma visual”, afirmaba Samuel Beckett citado aquí por Calonge) de la que emanarán estructuras y formas desde una noción de plasticidad. La interpretación pasa por incorporar el texto a través del cuerpo para, posteriormente, transitar desde el espacio interior del actor al campo visual originado en la primera intuición. El autor y el actor, en cualquier caso, comparten el mismo objetivo estratégico: el otro, ser el otro, habitar el otro. Poner toda la atención en el otro para que el teatro ocurra. En un contexto cultural marcado a fuego por la deshumanización y el adanismo, la lectura de La posibilidad de lo efímero constituye también, a su manera, un milagro. Un ejercicio de resistencia, cuanto menos, para no confundir valor y precio.

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