"Mi vida sigue siendo el baile, aunque hoy me acerque a él de otra manera"
Merche Esmeralda. Bailaora
La sevillana regresa a los escenarios para interpretar a Gertrudis en el 'Hamlet Flamenco' que, bajo la dirección de Cristiane Azem, se estrenará el día 25 en el Festival de Verano de El Escorial
Como es sabido, el flamenco se mantiene vivo gracias a esa cadena que terminó de forjarse en la segunda mitad del siglo XIX y cuyos eslabones han llegado hasta el día de hoy. Desgraciadamente, cuando se echa una mirada a los grandes festivales y eventos flamencos actuales, se observa cómo va desapareciendo de los escenarios –ley de vida, por otra parte– toda una generación de artistas que han sido fundamentales para la transmisión de un arte tan vivo, tan sujeto a contaminaciones y experimentaciones como es el baile flamenco. Artistas cuya sabiduría y experiencia deberían ser aprovechadas siempre para la formación de las nuevas generaciones.
Es el caso de la sevillana Merche Esmeralda quien, tras una larguísima carrera como bailarina, bailaora o incluso como empresaria, dedicó su energía a enseñar a los demás. En centros privados como la célebre academia de Amor de Dios en Madrid, en grandes festivales como el de Jerez, en las compañías públicas, donde suele realizar clases magistrales, o en el Conservatorio madrileño de Danza en el que impartió sus clases hasta su jubilación.
Pero no cabe duda de que, con otros cometidos, su presencia en los escenarios sigue siendo absolutamente enriquecedora y estimulante, tanto para el público como para sus compañeros. Así lo demostró hace unos meses, cuando vino para ayudar a Eva Yerbabuena a montar un fragmento de Medea para el homenaje que se le ofreció a Manolo Sanlúcar en el Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera, encarnando, muy brevemente, el personaje del Ama.
Tras varios años de retiro, el próximo día 25, la artista sevillana volverá a pisar un escenario, esta vez el del Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. Y lo hará para interpretar un personaje en la obra Hamlet Flamenco, ideada y dirigida por la bailarina y coreógrafa brasileña afincada en Madrid Cristiane Azem.
–A pesar de ser considerada una bailaora clásica, a Merche Esmeralda le ha encantado siempre contar historias con su baile. ¿Qué le atrae de estos trabajos dramáticos?
–Pues podría parecer que los hago ahora que ya no puedo bailar como antes, pero la verdad es que siempre me ha encantado escenificar mis bailes. Además de servir para expresar tus sentimientos y tus propias emociones, el flamenco es tan amplio que te permite expresar los de otros mil personajes. Es cierto que trabajar con grandes ballets, como el Ballet Nacional de España o el Ballet de Murcia, me ha permitido interpretar obras completas con varios personajes, como Medea, El amor brujo o El cielo protector, pero esto es algo que he hecho desde el principio. Cuando cantaba El cabrerillo, yo salía de pastora. Incluso en el tablao, cuando bailaba la colombiana o el garrotín intentaba escenificar mis números y vestirme en consonancia con ellos.
–Es cierto que usted ha destacado siempre por su vestuario. De hecho, ha sido siempre una innovadora en ese terreno. ¿Sigue siendo tan importante la indumentaria en el flamenco?
–El vestuario es importantísimo, como lo son todos los elementos con que te presentas ante el público: el pelo, los adornos, la bata de cola si eres capaz de moverla, los zarcillos, las flores. Todo contribuye a la grandeza de un baile y me parece una falta de respeto, si el guion no lo requiere, presentarse con un traje como de andar por casa. A mí me ha gustado mucho innovar, pero siempre dentro de lo que expresa cada baile. Igual he disfrutado bailando por alegrías con una bata de cola de Lina que con un traje de época. De hecho, el vestuario decimonónico de la guajira que interpreto en la película Flamenco de Carlos Saura fue idea mía.
–Tras algunas brillantes actuaciones en ciclos como Flamenco Viene del Sur, o en algunas galas de festivales como el de Londres, en 2010 abandonó el baile y, desde entonces, sus apariciones han sido muy escasas. ¿Qué le ha tentado de este Hamlet Flamenco para hacerla volver al ruedo?
–En primer lugar, quiero dejar claro que esto no es una vuelta a los escenarios de Merche Esmeralda la bailaora. Yo ya me retiré del baile como tal porque sé bien la edad que tengo y conozco perfectamente mis límites. Además, ya no sigo el entrenamiento diario que se requiere para ser bailaora por lo que a mi cuerpo le cuesta recuperarse. Sí creo, sin embargo, que puedo interpretar un papel, ponerle movimiento y ofrecer algunas pinceladas de danza. Amo el baile. Mi vida ha sido el baile y ahora lo sigue siendo, aunque sé que tengo que acercarme a él de otra manera. Y creo que, con mi experiencia, aún puedo aportar algo. Por eso acepté intervenir en Última parada, la obra de teatro flamenco que interpreté en la Bienal de flamenco de 2014, bajo la dirección de Juana Casado, y por eso me decidí a aceptar la propuesta de Cristiane (Azem) de intervenir en este Hamlet Flamenco.
–Desde su primer espectáculo, Drom, Cristiane Azem integra en sus obras diferentes disciplinas artísticas y, a pesar del título, también esta reúne músicas y danzas de distintas procedencias. ¿Cómo la convencieron para participar en un proyecto tan sui géneris?
–Pues creo que fue precisamente eso lo que me llamó la atención. Que es un espectáculo multicultural. En él, el flamenco confluye con la danza japonesa butoh o con la danza árabe; la guitarra flamenca con el piano, el chelo y las percusiones del turco Ismail Altunbas, y el cante con la lírica gracias a José Hernández. Lo cierto es que Cristiane Azem, la directora del proyecto, se desplazó hasta Sevilla para hablar conmigo y su conocimiento, su amor por la danza y su entusiasmo me convencieron. Porque a mí, aunque me tachen de clásica, siempre me ha gustado mucho experimentar y aprender de todo. Mi madre decía que yo era aprendiz de todo y maestra de nada y la verdad es que sigo igual. Así que le dije que sí, en junio empezamos los ensayos y tengo que decir que me ha encantado trabajar con un equipo de gente tan diferente y tan buena. Luego cada uno tiene sus gustos y el espectáculo gustará más o gustará menos, pero se ha hecho un gran trabajo, con mucho esfuerzo y con mucho amor.
–Un equipo multicultural en el que se ha encontrado usted con antiguos conocidos, como el propio Manuel Reyes, que interpreta a Hamlet.
–Efectivamente, a Manuel Reyes, que por cierto está en plena madurez y bailando precioso, lo conocí con seis añitos en la escuela de Pedro Azorín y luego, cuando no tenía ni diez, en el Ballet Nacional de España hizo de mi hijo tanto en Medea como en Los Tarantos. Manuel, además, es primo de Joaquín Cortés, que fue uno de los protagonistas, junto a Antonio Márquez, de El cielo protector. Por entonces los dos eran jovencísimos y estaban llenos de facultades. Y también conocía a José Merino, otro gran bailaor que aquí hace de mi marido, Claudio. José pasó también unos años en el Ballet Nacional y en varias compañías, como las de Antonio Canales, antes de crear la suya propia.
–¿Y qué se va a ver el día 25 en este Hamlet Flamenco? ¿Es un espectáculo fiel a la obra magistral de Shakespeare o esta es solo una referencia, un punto de partida para una versión libre?
–Yo creo que sí, que hay mucho de la tragedia de Shakespeare, aunque un espectáculo de música y danza es siempre más libre, claro. Cristiane ha hecho un libreto basado en el texto original de Shakespeare con la ayuda en la dramaturgia de Joe Ocournie. Y también coreografía e interpreta a Ofelia (la novia de Hamlet), además de dirigir la obra con una precisión milimétrica. Ella, además, domina las danzas orientales y tiene momentos muy hermosos, como el paso a dos que baila con Manuel.
–¿Se dice algún texto de la obra original?
–Sí, todos sabemos que es maravilloso cómo el autor define las cosas, por eso se han incluido algunos de sus textos en el espectáculo. Se han tenido que grabar, porque la función es al aire libre y resultaba difícil hacerlos en vivo, pero sí, se escucharán algunos diálogos: uno mío con mi marido, Claudio y, cuando Ofelia muere, yo le llevo sus ropas a Hamlet y le voy diciendo cómo murió.
–Por primera vez quizá, usted interpreta a la mala de la película, a Gertrudis, la madre de Hamlet. ¿Cómo se ha acercado a un personaje tan controvertido?
–Pues, además de las indicaciones de la directora, cuando me leí la obra lo que más me llamó la atención fueron las contradicciones del personaje. Gertrudis es un ser inseguro y a la vez con mucha soberbia; es soberana y es madre. En realidad, tiene una doble cara. Por una parte, es ambiciosa, ama el poder y no duda en hacer lo que haga falta para mantenerlo. Pero, por otro lado, siente un gran amor por su hijo y el sufrimiento de este la llena de zozobra en muchos momentos. Es en esos encuentros madre-hijo donde yo voy a bailar un poquito. Hago una letra por soleá y dos o tres cositas muy breves. Cosas pequeñitas porque, como he dicho antes, no puedo meterme ya en bailes de envergadura. En cualquier caso, estoy muy contenta de poder compartirlas con el público que quiera venir a vernos el día 25.
Una vida por y para la danza
Resultaría casi imposible resumir una vida artística como la de Merche Esmeralda. Una vida marcada por su amor a la danza bajo todos sus aspectos. En los escenarios y en las aulas, donde son pocas las bailaoras en activo (y también los bailaores) que no deban algo a su magisterio.
Encuadrada por muchos dentro de la Escuela Sevillana de Baile, Merche, como tantas otras artistas de su generación, empezó cantando de niña con Adelita Domingo para luego, apenas en la adolescencia, pasar a tablaos como el de Los Gallos de Sevilla, cuya dueña (la esposa de su fundador Núñez de Prado) se convertiría pronto en parte de su familia. Allí conoció a grandes cantaores, como Antonio Mairena, así como a los mejores guitarristas del momento, como Manolo Sanlúcar, al que le uniría una amistad que ha durado hasta la muerte del artista.
Más tarde triunfaría también en tablaos madrileños como Los Canasteros o Las Brujas, cuyo cuadro femenino se haría imprescindible en las fiestas y eventos de los años sesenta y setenta. Sin embargo, sus mayores éxitos están ligados a la creación de personajes, algo que pudo permitirse en los grandes ballets, como el Ballet Nacional de España, en el que entró como primera bailarina en 1982, solicitada especialmente por su director de ese momento: otro sevillano grande entre los grandes como fue Antonio El Bailarín. De esa época aún recuerda Merche sus recorridos por España en autobús y la guasa con la que Antonio disfrutaba picando a sus admiradas conciudadanas (ella y Manuela Vargas).
Más tarde, siempre en el BNE, esta vez bajo la dirección de José Antonio Ruiz, su nombre quedaría unido al de la inmortal Medea que coreografiara José Granero con música de Manolo Sanlúcar. Aunque el papel fue escrito y estrenado por otra grandísima bailaora –injustamente olvidada hasta hoy– como fue Manuela Vargas, al terminar esta su contrato fue sustituida por Esmeralda, quien formó junto a José Antonio (Jasón) una de las parejas más perfectas que se hayan podido ver, ofreciendo una de las interpretaciones más poéticas y espectaculares de la historia de la danza española.
Más tarde, dirigió el Ballet de Murcia, donde entre otros, acometió el montaje de El cielo protector, basado en la novela de Paul Bowles, que coreografió Marco Berriel y tuvo su estreno mundial en el sevillano Festival de Itálica de 1992.
Al término de esta etapa, la bailaora refundo su compañía y fue alternando sus creaciones con su intervención como artista invitada junto a las mejores figuras del momento. Su popularidad se vio incrementada gracias a su intervención en las películas de Carlos Saura Sevillanas y Flamenco.
Junto a su trabajo en los escenarios, y mucho más al abandonarlos, la enseñanza ha sido otra de sus actividades más enriquecedoras.
Merche Esmeralda vive actualmente a caballo entre Sevilla y Madrid, donde viven sus dos hijos y sus dos nietas.
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