'El mercader de Venecia' o el amargo trasfondo de una comedia sonriente

Eduardo Vasco dirige este clásico de Shakespeare hasta el domingo en el Lope de Vega.

Francisco Rojas e Isabel Rodes, que interpretan al mercader Antonio y la enamorada Porcia, ayer en el Lope.
Francisco Rojas e Isabel Rodes, que interpretan al mercader Antonio y la enamorada Porcia, ayer en el Lope.
Charo Ramos Sevilla

13 de febrero 2015 - 05:00

Eduardo Vasco, el que fuera hasta 2011 responsable de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, regresa al Lope de Vega al frente de su compañía Noviembre Teatro, con la que presentó en este mismo espacio Otelo y Noche de Reyes. Y lo hace con el mismo equipo actoral, encabezado por Arturo Querejeta como el usurero Shylock cuyas ambiciones contractuales y la maraña judicial que las envuelve son el trasunto de El mercader de Venecia, uno de los títulos más controvertidos y populares del bardo inglés, una comedia llena de zonas oscuras, como enfatiza la versión que ha preparado Yolanda Pallín.

"La apuesta por el trabajo actoral y la mecánica contemporánea", esa personal fusión de lo actual con lo clásico en torno a los textos de Shakespeare que Vasco inició con Hamlet en 2004, singularizan de nuevo esta obra que él ambienta en la época romántica, vistiendo a los actores con chisteras y levitas diseñadas por Lorenzo Caprile, y subrayando el clima emocional con una selección de piezas musicales de Brahms y Schubert.

Shakespeare publicó El mercader de Venecia en 1600 aunque se supone que debió escribirlo dos años antes, cuando comenzó a haber noticia de sus representaciones. Es una historia sobre el dinero que aborda además un tema espinoso, el antisemitismo. Los personajes principales son Bassanio, un veneciano que pertenece a la nobleza pero es pobre, y que para enamorar a la rica heredera Porcia le solicita a su gran amigo Antonio 3.000 ducados. Este mercader veneciano, que tiene todo su dinero empleado en sus barcos en el extranjero, por ayudarle suscribe un préstamo con Shylock, que acepta con la condición de que si la suma no se le devuelve en la fecha fijada, Antonio tendrá que darle una libra de su propia carne de la parte del cuerpo que el usurero judío disponga.

Para Arturo Querejeta, su Shylock encarna "el lado oscuro de la fuerza" en una historia que reflexiona "sobre dónde debe estar el límite del imperio de la ley, en este caso en el derecho a la vida". "Shylock insiste en que el contrato que ha firmado Antonio ha de cumplirse porque está avalado por la ley, y si ésta no se respeta todo el sistema se derrumba. Shakespeare pone así en tela de juicio el sistema financiero y hasta qué punto los ciudadanos pueden estar sometidos a unas cláusulas abusivas que arruinan su vida y su dignidad", añade recalcando la vigencia de un texto escrito hace 400 años.

Francesco Carril, que encarna "a ese joven que vive por encima de sus posibilidades llamado Bassanio", cree que esta historia habla sobre todo de la compasión y de las apariencias. "Bassanio está muy preocupado por cómo se le ve socialmente y mantiene una relación extraña y oscura con el personaje de Antonio. En este sentido el personaje más transparente es Shylock, el único que muestra a las claras sus intenciones y deseos".

Porcia, encarnada por Isabel Rodes, es uno de los personajes más fascinantes del catálogo femenino de Shakespeare: el paradigma de la mujer inteligente, instruida, sensible y resolutiva, capaz de unir el humor con el amor a la vida y el talento. "Porcia tiene la mala suerte de no poder decidir con quién casarse, como pasa tantas veces en los clásicos, pero cuando la fortuna llega en forma de Bassanio hará todo lo posible para que su amor vaya adelante, incluso por encima de las leyes establecidas", dice.

Para Francisco Rojas, que interpreta al mercader veneciano, "todo es extremadamente atípico en el texto. Parece una comedia sonriente pero el trasfondo es muy amargo, parece que el protagonista es Shylock pero en realidad lo es mi personaje, Antonio. Incluso el final feliz, donde todas las parejas se encuentran, sólo lo es en apariencia". También Querejeta -que "defiende a muerte" a su personaje, "un ser humano humillado, que vive socialmente apartado en un gueto"- destaca la ambigüedad del bellísimo texto como el gran reto de esta comedia llena de trampas "donde los malos no son tan malos como parecen y los buenos nunca son completamente ejemplares".

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